miércoles, 12 de septiembre de 2018

Es sencillo: Que se cumpla la ley.


Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Las organizaciones humanas como la familia, gremios, sindicatos y asociaciones, cuya característica principal es aglutinar personas con nexos y afectos en  común y, en mayor grado, aquellas como el Estado y los partidos políticos, donde hace vida gregaria intereses contrapuestos, tienen grandes y variados  problemas externos e internos. Ese es un estigma humano imposible de erradicar.
De manera que no podemos exigir a ningún Estado que produzca  felicidad absoluta a sus habitantes, pero si que sean capaces de delinear esquemas políticos y económicos, adaptados a su geografía e idiocincracia propias que puedan, a través del gobierno que los rige, proporcionar los requerimientos para vivir a plenitud, dentro de las limitaciones que cada quien pueda tener.
Creo que la forma de organización del Estado interesa poco a la gente, entendido el término dentro de la concepción del Perspectivismo de Ortega y Gasset, como seres indeterminados e interrelacionados entre si a través de los usos. Lo realmente importante es que los habitantes tengan garantizado y en efecto se cumpla en lo posible, una vida cómoda y confortable.
Ello explica que sistemas como el sueco, donde rige una monarquía constitucional, pero con un rey que no tiene funciones ejecutivas, legislativas ni judiciales,  con  gobierno ejercido por un Gabinete  que preside el Primer Ministro, sometidos todos a las leyes de la democracia parlamentaria, tenga tan poca importancia la estructura electoral.
A los suecos  no les importa quien gobierne y ello se refleja en los altísimos índices de abstención electoral, porque siempre  “todo el poder público en Suecia emana del pueblo”. Las decisiones importantes se toman vía referendaria y descentralizada, vale decir, en diferentes niveles de la sociedad siguiendo como norte, los intereses comunes.
Estados Unidos de Norte América es un caso distinto. Es un gobierno Federal, con un Presidente electo en una forma ortodoxa, para respetar la Constitución de 1787 y la fuerza de sus Estados originarios, inmutable salvo por enmiendas; que no siempre resulta de la mayoría universal como es el caso del actual presidente Donald Trump, quien obtuvo menos votos nominales que su principal contendora la señora Hilary Clinton;  ni el sufragio es directo pues el votante lo hace para elegir Colegios Electorales, no al Presidente en primer grado.
Allí rigen las tres ramas de poder perfectamente delineadas y respetadas: ejecutivo, legislativo y judicial. Con los grandes problemas producidos por el hecho de ser la principal economía del mundo; una potencia bélica y nuclear; una sociedad integrada por inmigrantes que producen luchas raciales y por minorías, con derechos y garantías exigibles;  la circunstancia de constituir el centro de un complejo industrial, financiero y comercial que enfrenta, consecuencialmente, un mercado contrapuesto a las normas naturales de preservación ambiental, pero allí tampoco la población es adicta al voto, porque bien sabe que tiene unos derechos colectivos y un sistema de vida individual, que le son respetados.
Lo importante entre ambos sistemas de gobierno,  democráticos los dos, uno monárquico – parlamentario, el otro presidencialista, con abismal diferencia en cuanto a la estructura social, es el respeto a la ley.
Ni el Rey o el Primer Ministro, ni el Presidente, respectivamente, ordenan, como a cada rato oímos al primer mandatario en nuestro país. De eso se encarga la ley, a los altos dignatarios mencionados les corresponde cumplirla y vigilar su cumplimiento, imponiendo su autoridad  para que impere mediante el mecanismo que ella misma impone, en caso de transgresión.
En Suecia y en Estados Unidos existen programas de seguridad social para garantizar el mínimo vital requerido por los habitantes, no es una donación lo recibido, sino un derecho por el perfil socio económico que se tenga. Las dádivas dependientes de una gracia o favor de los funcionarios, son simples correctivos dentro  de  los márgenes  de  error del Programa.
Para un sueco o un norteamericano resulta inconcebible un  Carnet de la Patria”, conforme a la concepción vernácula, porque es discriminatorio, por ende, violatorio de los derechos humanos y universales. Si el gobierno organiza alguna programación donde se requieran datos extras a los ordinarios, la ordena para todos mediante una ley, como es el caso de nuestra cédula de identidad y pasaporte fundados en la Ley de Identificación Nacional, no utilizando artilugios para que sólo un sector de la población reciba beneficios.
Sin entrar, en esta oportunidad, en análisis de la necesidad de un cambio constitucional de gobierno en Venezuela, ¿Qué queremos de inmediato? Que se cumpla la ley, así de sencillo. Dios bendiga a Venezuela!

12/09/2018.

 

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