Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Las organizaciones humanas como la familia, gremios, sindicatos y asociaciones, cuya característica principal es aglutinar personas
con nexos y afectos en común y, en mayor
grado, aquellas como el Estado y los partidos políticos, donde hace vida
gregaria intereses contrapuestos, tienen grandes y variados problemas externos e internos. Ese es un
estigma humano imposible de erradicar.
De manera que no
podemos exigir a ningún Estado que produzca felicidad absoluta a sus habitantes, pero si
que sean capaces de delinear esquemas políticos y económicos, adaptados a su
geografía e idiocincracia propias que puedan, a través
del gobierno que los rige, proporcionar los requerimientos para vivir a
plenitud, dentro de las limitaciones que cada quien pueda tener.
Creo que la
forma de organización del Estado interesa poco a la gente, entendido el término
dentro de la concepción del Perspectivismo de Ortega y Gasset, como seres
indeterminados e interrelacionados entre si a través de los usos. Lo realmente
importante es que los habitantes tengan garantizado y en efecto se cumpla en lo
posible, una vida cómoda y confortable.
Ello explica que
sistemas como el sueco, donde rige una monarquía constitucional, pero con un rey
que no tiene funciones ejecutivas, legislativas ni judiciales, con gobierno ejercido por un Gabinete que preside el Primer Ministro, sometidos
todos a las leyes de la democracia parlamentaria, tenga tan poca importancia la
estructura electoral.
A los suecos no les importa quien gobierne y ello se
refleja en los altísimos índices de abstención electoral, porque siempre “todo el poder público en Suecia emana del pueblo”. Las decisiones importantes se toman vía referendaria y
descentralizada, vale decir, en diferentes niveles de la sociedad siguiendo
como norte, los intereses comunes.
Estados Unidos de Norte
América es un caso distinto. Es un gobierno Federal, con un Presidente electo
en una forma ortodoxa, para respetar la Constitución de 1787 y la fuerza de sus
Estados originarios, inmutable salvo por enmiendas; que no siempre resulta de
la mayoría universal como es el caso del actual presidente Donald Trump, quien
obtuvo menos votos nominales que su principal contendora la señora Hilary
Clinton; ni el sufragio es directo pues
el votante lo hace para elegir Colegios Electorales, no al Presidente en primer
grado.
Allí rigen
las tres ramas de poder perfectamente delineadas y respetadas: ejecutivo,
legislativo y judicial. Con los grandes problemas producidos por el hecho de
ser la principal economía del mundo; una potencia bélica y nuclear; una sociedad
integrada por inmigrantes que producen luchas raciales y por minorías, con
derechos y garantías exigibles; la
circunstancia de constituir el centro de un complejo industrial, financiero y
comercial que enfrenta, consecuencialmente, un mercado contrapuesto a las
normas naturales de preservación ambiental, pero allí tampoco la población es
adicta al voto, porque bien sabe que tiene unos derechos colectivos y un
sistema de vida individual, que le son respetados.
Lo importante
entre ambos sistemas de gobierno, democráticos
los dos, uno monárquico – parlamentario, el otro presidencialista, con abismal
diferencia en cuanto a la estructura social, es el respeto a la ley.
Ni el Rey o el
Primer Ministro, ni el Presidente, respectivamente, ordenan, como a cada rato
oímos al primer mandatario en nuestro país. De eso se encarga la ley, a los
altos dignatarios mencionados les corresponde cumplirla y vigilar su
cumplimiento, imponiendo su autoridad
para que impere mediante el mecanismo que ella misma impone, en caso de
transgresión.
En Suecia y en Estados
Unidos existen programas de seguridad social para garantizar el mínimo vital
requerido por los habitantes, no es una donación lo recibido, sino un derecho
por el perfil socio económico que se tenga. Las dádivas dependientes de una
gracia o favor de los funcionarios, son simples correctivos dentro de los
márgenes de error del Programa.
Para un sueco o
un norteamericano resulta inconcebible un “Carnet de la Patria”, conforme a la concepción vernácula, porque es discriminatorio, por ende, violatorio de los
derechos humanos y universales. Si el gobierno organiza alguna programación
donde se requieran datos extras a los ordinarios, la ordena para todos mediante
una ley, como es el caso de nuestra cédula de identidad y pasaporte fundados en
la Ley de Identificación Nacional, no utilizando artilugios para que sólo un
sector de la población reciba beneficios.
Sin
entrar, en esta oportunidad, en análisis de la necesidad de un cambio
constitucional de gobierno en Venezuela, ¿Qué queremos de inmediato? Que se
cumpla la ley, así de sencillo. Dios bendiga a Venezuela!
12/09/2018.
La indiferencia y la resignación son los enemigos a vencer.
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