Jesús
A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Santa Teresa de Calcuta:
La
primera vez que tuve conocimiento del inspector Óscar Alberto Pérez, a finales
del mes de junio del 2017 y a través de la prensa escrita nacional, lo
califiqué como trapo rojo del
gobierno porque me resulta, así escrito en presente porque se me antoja aún
inconcebible, que un hombre que sustrae un helicóptero y se dispone a rebelarse contra un gobierno en ejercicio acosado políticamente por factores externos e
internos, pueda iniciar sus acciones tomándose y distribuyendo un selfie para
que no haya ninguna duda de su identificación, a los efectos de ulterior
imputación y procesamiento. Que ese mismo día hubiese sobrevolado el centro de Caracas
y haciendo una parodia de ataque tanto a la sede del Ministerio de Relaciones
Interiores, como al edificio del Tribunal Supremo de Justicia, sin ocasionar
heridos ni bajas de ningún tipo me consolidó la opinión, evidentemente sólo tiene interés en distraer la atención
pública en relación a las guarimbas, que
para entonces se incrementaban en varias ciudades del país, por lo que debía
ser un señuelo y protegido del propio gobierno. Su
aparición en una marcha opositora en julio del 2017 y la rauda operación
Génesis, donde fue sustraído armamento de guerra de uso exclusivo de la Fuerza
Armada Nacional, no me hicieron cambiar de opinión sobre el personaje y su
significación, porque ambos casos sirvieron para divulgar videos comprobatorios
de su participación, circunstancia que precisamente se contrapone a la técnica
desplegada en una acción bélica rebelde. Cualquier guerrillero o miembro de la
resistencia lo primero que hace es tomar extremas medidas de seguridad para
ocultar su identidad, lo que le permite pasar desapercibido al ejecutar alguna otra
acción posterior y dificultar la prueba en caso de ser capturado. Tampoco es
común revelar la zona geográfica donde generalmente se actúa, porque trae
como consecuencia la concentración de la acción policial, facilitándose las
posibilidades de su captura.
El
03 de enero del presente año vi sus fotos junto a otro ciudadano, difusamente
colocadas en las paredes del aeropuerto José Antonio Anzoátegui, en Barcelona,
llamándome poderosamente la atención que se ofreciera recompensa por su captura
tildándolo como terrorista, puesto el
calificativo está reservado a ejecutantes de maniobras extremas para imponer a
la fuerza ideas religiosas, racistas o políticas, mediante la utilización de
medios y acciones desproporcionadas. Terrorista fue Osama Bin Laden, quien
ordenó y en efecto hizo secuestrar varios aviones con pasajeros civiles y
estrellarlos contra los centros íconos del poderío económico y militar del país
más poderoso de la tierra, como World Trade Center y el Pentágono, en New York
y Washington, respectivamente; también merece el calificativo Abu Bakr al
Baghdadi, líder de ISIS, especializados en mortíferos collares minados para
aniquilar rehenes, espantando al mundo civilizado o Abu Muhammad al Julani,
quien comanda 10.000 combatientes, capaces de inmolarse en ataques suicidas en
Siria, personajes por quienes existen ofertas que superan los 20 millones de
dólares por persona, por suministrar datos que conduzcan a su captura. Pero
cómo puede incluirse en el mismo equipo a una persona que no ha matado a nadie,
que tomó una sede policial pero no hirió a ningún funcionario y se limitó a
darles una perorata sobre las razones políticas que orienta su conducta y a
pedirles se unieran a su causa.
La
última vez que tuve conocimiento en vida del inspector Óscar Alberto Pérez, fue
igualmente a través de un video, donde decía con su cara ensangrentada, que se
estaba rindiendo junto a los suyos, incluidos mujeres y civiles. Nuevamente
pensé en la componenda, en el pote de
humo, si la acción fuera cierta solamente tendría que blandir un trapo blanco
como prueba de rendición. Esa es una señal de cese al fuego internacionalmente
aceptada, que debe ser por obligación ética y legal acatada. De no ser un acto
acordado con el gobierno no podría estar transmitiendo
en vivo sus condiciones, porque simplemente las fuerzas policiales le
cortarían la energía eléctrica, con ella el wifi y se termina la película. De
ser verdadero el hecho, pensé, debe
estar rodeado y acordonado el sitio con
tanques y helicópteros, ya que la ley no prohíbe la presencia excesiva de
fuerzas útiles para disuadir, lo que no está permitido es el uso
desproporcionado pudiendose iniciar la
técnica de persuasión, en una primera etapa directa, para que se produzca la
entrega sin bajas; de no resultar, buscarán amigos y familiares para que se
rinda, eso ya lo vi en una famosa película basada en hechos de la vida real en
1972, llamada Tarde de Perros o Dog Day Afternoon, protagonizada
por el celebérrimo Al Pacino, a quien le fue frustrado el ataque a un banco.
También quedaba la alternativa del desgaste
físico, la misma técnica que el presidente Chávez comentó por televisión,
le había recomendado José Vicente Rangel para aplicar a los sublevados de la
plaza Altamira, consistiendo en cortar el paso de agua, energía y comida a los
insurrectos. Como los seres humanos requieren de los tres elementos
insustituibles al poco tiempo suelen
rendirse. El espíritu férreo e indoblegable de Franklin Brito, no es común. Posteriormente conocí que no se trataba de una
película ni de una componenda. Era cierto que un módulo de la Fuerza Armada Nacional y posiblemente
los llamados colectivos, con armas poderosas y mortíferas atacaron el sitio y
dieron muerte a seis personas, incluida Óscar Pérez y detuvieron otras seis.
Sólo después de su muerte tan trágica, rodeada de hechos
desproporcionados, injustificados y sangrientos, entiendo las actuaciones de Óscar Alberto Pérez y las
relaciono con la época de la literatura española conocida como novelesca de caballería, en boga desde principios del Siglo XVII,
representada con El Amadís de Gaula,
atribuido a Garci Rodríguez de Montalvo y la obra cumbre, Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra, donde el
personaje central estaba constituido por un Caballero
hacedor de justicia, aún cuando la misma no se impusiera a través de los
cánones generalmente aceptados. No comparto las acciones armadas o violentas para
luchar en política, tengo como patrón central que las ideas deben ser
transmitidas mediante discursos, razones y convencimiento e impuestas
electoralmente pero estoy convencido sí, que cualquiera sea el método de lucha,
lleva implícito el recíproco y cabal respeto por los Derechos Humanos, que en
tu caso fueron evidentemente violentados. Óscar Pérez, descansa en Paz!
Gracias Chubeto, que buen escrito !
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