Jesús A.
Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Concluida
la primera ronda de conversaciones en Oslo, sin soluciones positivas según
admiten las partes y el facilitador, surgieron de inmediato las réplicas,
opiniones y posturas de individualidades y por grupos a lo que todos tenemos
derecho, quizás la obligación, vista la situación económica y política cada vez
más desesperada del país nacional.
La
posición del gobierno es que todo está bien, salvo algunas dificultades
secundarias imputables a la guerra económica. La salida, según ellos, es adelantar la designación de nuevos
Diputados, “único Poder Público pendiente
por renovar”. Este sector oficialista integrado, según cálculos moderados
por el 15% de los venezolanos, es un monstruo de mil cabezas. Hacen vida
dentro de él diferentes sub grupos, con enfoques diversos que no se atreven a divulgar
por intereses múltiples.
En
las antípodas nos ubicamos el 85% restante, conformando un archipiélago con mil
razones coincidentes, pero incapaz de consolidar posiciones para lo cual se
debe renunciar a posturas, digamos en principio
todas impertinentes, ya que sólo
sirven para separar lo que debería estar amalgamado.
Algunos no ven otro camino que “utilizar la fuerza porque no hay estado de
Derecho”. Aunque la premisa es
cierta, no así la conclusión, al menos deberían
convencer con detalles importantes, como por ejemplo, quien pondría la fuerza y
quien los muertos como secuela obligatoria de toda confrontación. Quizás
pudieran analizar, como inducción, la llamada “Primavera Árabe” porque es una historia reciente incluso en
desarrollo, aunque ciertamente es
diferente la idiosincrasia de los árabes y nosotros, quienes no estamos en
guerra formal desde el Siglo XIX.
La inmolación del hasta entonces desconocido
buhonero Mohammed Bouazizi, trajo como
consecuencia inmediata cambios violentos en el norte de África y medio Oriente,
como la huida del presidente Zine al Abidine Ben Ali de Túnez y, poco más
tarde, el derrocamiento de Hosni Mubarak en Egipto.
El movimiento bélico generalizado en esa conflictiva
región, escribió el epílogo del Libro Verde del coronel Muamar Muhamad el Gadafi, llegando a su fin más de cuatro décadas como
dueño y señor de Libia, después de una estela de muertos.
Yemen y Siria continúan en guerra civil. En el
primero si bien la revuelta terminó con la desbordada corrupción de Alí
Abdullah Saleh, no así con la pobreza extrema ni el incremento de la
inestabilidad política yemenita, regido hoy por
el “gobierno provisional” de
Abdulrabuh Mansur al Hadi. En el segundo, Siria, sigue formalmente en el poder
Bashar al Assad, oftalmólogo educado en Londres, responsable de una
cruenta masacre contra su pueblo, cuyas
resulta final nadie puede pronosticar.
Otros sectores, indudablemente
opositores, comulgan con la idea de recurrir siempre a consultas electorales,
pacíficas y constitucionales. Un pequeño problema es que el actual órgano
competente (CNE) no garantiza esas condiciones, por lo que un sub sector en
esta orientación aboga por cambios fraccionados y puntuales en la propuesta,
comenzando entonces por la designación de un nuevo Consejo Nacional Electoral.
Claro, allí hay una piedra en
la vía ya que el gobierno no acepta la validez de la Asamblea Nacional, por “haber incurrido en desacato” con la
advertencia expresa que la falta fue ab
initio, o sea, desde la primera instalación el 05 de enero del 2016, por lo
que no puede ser enmendada.
Sin el Parlamento no podría
designarse un nuevo órgano electoral. Sobre este punto crucial oí a un
representante del grupo, afirmar que este problema se resuelve con un Estatuto
que presentarán pronto ante la Asamblea Nacional, sin recordar que la misma
para el Ejecutivo, está “en desacato”. Menudo
problema. No entiendo cómo podría ser constitucional la propuesta de sustanciar
un procedimiento distinto al que la misma Constitución diseña.
En todo caso, pienso que
si toda propuesta requiere de acuerdo consensuado, debería iniciarse
con la disolución de la Asamblea Nacional Constituyente. Cualquier órgano o
Poder diseñado frente a un organismo supra constitucional, con vigencia auto extendida
por lo menos “hasta el 31 de diciembre
del 2020”, no tendría razón de ser.
Insisto en cuatro planteamientos que considero básicos:
1.-
La oposición debería apoyar irrestrictamente la dirección de Juan Guaidó,
porque el binomio apropiado para derrotar a cualquier gobierno es enfrentarle
un líder y un programa, este último diseñado con el Estatuto Para la
Transición. Obviamente cada quien puede tener observaciones o cuestionamientos
hacía el líder o su esquema de dirección, pero siempre aceptándolo
disciplinadamente.
2.- Convengo
que los venezolanos no podemos solos. Los gobiernos por tener la organización,
fuerza y recursos del ente político más poderoso que ha diseñado el hombre, el
Estado, se imponen con mayor facilidad ante la disidencia. Pero toda ayuda
externa debe provenir de los organismos previstos en los Tratados
Internacionales signados por Venezuela, a lo cual me referí en mis reflexiones
anteriores.
3.- Para que el liderazgo de Juan Guaidó sea
unánimemente aceptado por el robusto bloque opositor, debe recurrir a una
práctica muy conveniente y común, en todos los Presidentes de la mal llamada
Cuarta República, cual es liberarse de todo compromiso con el partido que lo
postuló. Él debe ser el líder de Venezuela entera, sus asesores deben provenir con igual fuerza de
todos los partidos u organizaciones o individualidades que hacen vida en el
país, incluyendo los formalmente inhabilitados.
4.- Debe
estar claramente definida la vía efectiva para el respaldo proporcionado por
los diversos países, tanto individualmente considerados o por los Grupos que
conforman. Ha hecho mucho daño y creado desánimo declaraciones de gobiernos de
la región y fuera de ella, absolutamente contradictorias.
También los líderes políticos, gremiales, sindicales etc.
deben manifestar un claro y determinante apoyo al liderazgo y el programa de
Juan Guaidó. Ante cualquier duda, es mejor que entendamos que ese actor
político es oficialista o conforma un tercer grupo, a lo cual tiene indudable
derecho. Sin disciplina no hay organización y sin esta, no se puede aspirar al
poder. Dios proteja a Venezuela.
05/06/2019.
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