miércoles, 5 de junio de 2019

Venezuela: colcha de retazos.

Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp 

          Concluida la primera ronda de conversaciones en Oslo, sin soluciones positivas según admiten las partes y el facilitador, surgieron de inmediato las réplicas, opiniones y posturas de individualidades y por grupos a lo que todos tenemos derecho, quizás la obligación, vista la situación económica y política cada vez más desesperada del país nacional.
          La posición del gobierno es que todo está bien, salvo algunas dificultades secundarias imputables a la guerra económica. La salida, según ellos,  es adelantar la designación de nuevos Diputados, “único Poder Público pendiente por renovar”. Este sector oficialista integrado, según cálculos moderados por el 15% de los venezolanos, es un monstruo de mil cabezas. Hacen vida dentro de él diferentes sub grupos, con enfoques diversos que no se atreven a divulgar por intereses múltiples.
          En las antípodas nos ubicamos el 85% restante, conformando un archipiélago con mil razones coincidentes, pero incapaz de consolidar posiciones para lo cual se debe renunciar a posturas, digamos en principio todas impertinentes, ya que  sólo sirven para separar lo que debería estar amalgamado.
          Algunos no ven otro camino que “utilizar la fuerza porque no hay estado de Derecho”. Aunque la premisa  es cierta, no así la conclusión, al menos deberían convencer con detalles importantes, como por ejemplo, quien pondría la fuerza y quien los muertos como secuela obligatoria de toda confrontación. Quizás pudieran analizar, como inducción, la llamada “Primavera Árabe” porque es una historia reciente incluso en desarrollo,  aunque ciertamente es diferente la idiosincrasia de los árabes y nosotros, quienes no estamos en guerra formal desde el Siglo XIX.
           La inmolación del hasta entonces desconocido buhonero  Mohammed Bouazizi, trajo como consecuencia inmediata cambios violentos en el norte de África y medio Oriente, como la huida del presidente Zine al Abidine Ben Ali de Túnez y, poco más tarde, el derrocamiento de Hosni Mubarak en Egipto.
El movimiento bélico generalizado en esa conflictiva región, escribió el epílogo del Libro Verde del coronel Muamar Muhamad el Gadafi, llegando a su fin más de cuatro décadas como dueño y señor de Libia, después de una estela de muertos.
Yemen  y Siria continúan en guerra civil. En el primero si bien la revuelta terminó con la desbordada corrupción de Alí Abdullah Saleh,  no así con  la pobreza extrema ni el incremento de la inestabilidad política yemenita, regido hoy por  el  “gobierno provisional” de Abdulrabuh Mansur al Hadi. En el segundo, Siria, sigue formalmente en el poder Bashar al Assad, oftalmólogo educado en Londres, responsable de una cruenta   masacre contra su pueblo, cuyas resulta final nadie puede pronosticar.
Otros sectores, indudablemente opositores, comulgan con la idea de recurrir siempre a consultas electorales, pacíficas y constitucionales. Un pequeño problema es que el actual órgano competente (CNE) no garantiza esas condiciones, por lo que un sub sector en esta orientación aboga por cambios fraccionados y puntuales en la propuesta, comenzando entonces por la designación de un nuevo Consejo Nacional Electoral.
Claro, allí hay una piedra en la vía ya que el gobierno no acepta la validez de la Asamblea Nacional, por “haber incurrido en desacato” con la advertencia expresa que la falta fue ab initio, o sea, desde la primera instalación el 05 de enero del 2016, por lo que no puede ser enmendada.
Sin el Parlamento no podría designarse un nuevo órgano electoral. Sobre este punto crucial oí a un representante del grupo, afirmar que este problema se resuelve con un Estatuto que presentarán pronto ante la Asamblea Nacional, sin recordar que la misma para el Ejecutivo, está “en desacato”. Menudo problema. No entiendo cómo podría ser constitucional la propuesta de sustanciar un procedimiento distinto al que la misma Constitución diseña.
En todo caso, pienso que si  toda propuesta requiere de acuerdo consensuado, debería iniciarse con la disolución de la Asamblea Nacional Constituyente. Cualquier órgano o Poder diseñado frente a un organismo supra constitucional, con vigencia auto extendida por lo menos “hasta el 31 de diciembre del 2020”, no tendría razón de ser.
Insisto en  cuatro planteamientos que considero básicos:
1.- La oposición debería apoyar irrestrictamente la dirección de Juan Guaidó, porque el binomio apropiado para derrotar a cualquier gobierno es enfrentarle un líder y un programa, este último diseñado con el Estatuto Para la Transición. Obviamente cada quien puede tener observaciones o cuestionamientos hacía el líder o su esquema de dirección, pero siempre aceptándolo disciplinadamente.
2.- Convengo que los venezolanos no podemos solos. Los gobiernos por tener la organización, fuerza y recursos del ente político más poderoso que ha diseñado el hombre, el Estado, se imponen con mayor facilidad ante la disidencia. Pero toda ayuda externa debe provenir de los organismos previstos en los Tratados Internacionales signados por Venezuela, a lo cual me referí en mis reflexiones anteriores.
3.-  Para que el liderazgo de Juan Guaidó sea unánimemente aceptado por el robusto bloque opositor, debe recurrir a una práctica muy conveniente y común, en todos los Presidentes de la mal llamada Cuarta República, cual es liberarse de todo compromiso con el partido que lo postuló. Él debe ser el líder de Venezuela entera, sus  asesores deben provenir con igual fuerza de todos los partidos u organizaciones o individualidades que hacen vida en el país, incluyendo los formalmente inhabilitados.
4.- Debe estar claramente definida la vía efectiva para el respaldo proporcionado por los diversos países, tanto individualmente considerados o por los Grupos que conforman. Ha hecho mucho daño y creado desánimo declaraciones de gobiernos de la región y fuera de ella, absolutamente contradictorias.
También los líderes políticos, gremiales, sindicales etc. deben manifestar un claro y determinante apoyo al liderazgo y el programa de Juan Guaidó. Ante cualquier duda, es mejor que entendamos que ese actor político es oficialista o conforma un tercer grupo, a lo cual tiene indudable derecho. Sin disciplina no hay organización y sin esta, no se puede aspirar al poder. Dios proteja a Venezuela.

05/06/2019.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El abogado, el juez y los robots.

  Jesús A. Jiménez Peraza @jesusajimenezp   En 1972 la Federación de Colegios de Abogados de Venezuela, obtuvo la aprobación de una pe...