martes, 13 de agosto de 2019

Si ganamos esa batalla, ganaremos la guerra.

Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Cada vez se torna más oscuro el panorama político nacional y, de paso afloran la incertidumbre y la desconfianza en el común de los venezolanos, más preocupados por sus problemas propios que los colectivos. 
Al principio era fácil captar la existencia de un sector oficialista indudablemente mayoritario, conducido por un líder mesiánico, que cabalgaba sobre un movimiento militar fracasado, autodenominado nacionalista y cuyo populismo surgía, no por su preparación organizada académicamente ni por ideas de avanzada, sino por cansancio de los venezolanos ante un liderazgo agotado, sin atisbos de renovación.
Este agotamiento del liderazgo y de las ofertas políticas para finales del siglo XX, era fácilmente perceptible, habíamos recurrido dos veces a la reelección presidencial, no obstante  los serios cuestionamientos con el cual habían salido los jefes de gobierno, en uno de los casos y los bajísimos índices de aceptación en el otro. Obviamente los presidentes Pérez y Caldera, habían ganado por segunda vez, porque ya estaba presente el mal mayor del sistema democrático: la apatía, patentizada en la falta de motivación electoral en el país nacional, expresado en el anémico respaldo al gobierno de turno.
Esos gobiernos fueron mejores que los del Siglo XX, cierto. Pero no supimos atinar con las salidas apropiadas ante los males de los cuales padecían y, para nuestra desgracia, cambiamos una democracia perfectible por una imperfecta.
La democracia nace y se nutre de la participación popular horizontalizada, de manera que la ausencia masiva de votantes en el acto electoral implica  falta de interés y como consecuencia, la muerte del sistema.
Frente a este régimen chavista que por sus características fracasó rápidamente, se comenzó a formar una oposición multi cromática, pero sin programa ni líder lo que nos condujo a una serie de errores nefastos: el respaldo a la candidatura de Arias Cárdenas, el paro y el posterior golpe de estado del 2002; la abstención en las elecciones parlamentarias del 2005; la falta de cohesión en la campaña del  2006 y el largo rosario de desatinos.
Ante todo permitimos que se diluyera el Estado de Derecho, lo que se manifiesta cuando se fueron amalgamando todos los Poderes Públicos respondiendo a instrucciones del ejecutivo; fuimos indiferentes cuando en el 2009 se convocó a una enmienda a pesar que, en el mismo período, habíamos votado negando la posibilidad de reelección indefinida mediante el mecanismo de la reforma constitucional; permitimos la implementación de leyes socialistas, sin soporte constitucional y rechazadas en la misma consulta del 2007.
Tampoco hicimos pronunciamiento alguno en el período más oscuro e inconstitucional que ha transcurrido durante la llamada “quinta república”, puesto el presidente Chávez, sin que conociéramos su situación  de salud integral, gobernó mediante unos decretos que estaba imposibilitado de signar.
En el 2013 el Vicepresidente, no obstante la prohibición expresa del artículo 229 constitucional, fue el candidato presidencial con las ventajas enormes que le daban el ejercicio coetáneo del cargo y el respaldo de todos los Poderes Públicos.
Hemos permitido la atomización de la Asamblea Nacional del 2015; la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente en el 2017, sin convocatoria popular y sin tener clara la conformación, ahora auto postergado su funcionamiento, sin que conozcamos avances ni logros, con evidente extralimitación de funciones conforme a la doctrina y la norma constitucional.
Tampoco podemos olvidar la extraña realización de unas elecciones presidenciales en mayo del 2018, con partidos opositores inhabilitados y líderes presos sometidos por cápitis di minutio. Unos pocos votantes en las mesas y muchos votos en las urnas, dieron una aparente legalidad al proceso.
Esta situación general ha contaminado al sector opositor, dividiéndolo gracias a las actuaciones del gobierno y sus propias torpezas.  De no ser por la tragedia que vivimos, me parecería graciosa la causa aparente del distanciamiento: Unos quieren transición “pacífica, constitucional y electoral”, mientras otros propugnan una “intervención armada, bien interna, bien por el concierto internacional”.
La salida “pacífica, constitucional y electoral” es idealmente la perfecta, sólo que ella requiere del diálogo y éste de la intención común de las partes de realizarlo y respetarlo, condiciones  que actualmente lo sumen en estado vegetativo. Ya sabemos por las mesas de República Dominicana, Oslo y Bonaire que las imposiciones del gobierno no son aceptables por la oposición y viceversa.
Ejemplos de transiciones pacíficas se pueden señalar por decenas, en Venezuela y en el mundo, sólo que ninguna nació por generación espontánea y de inmediato, sino después de confrontaciones terribles.
La salida de fuerza implica una guerra fratricida, estilo la guerra larga o federal del Siglo XIX. Es de recordar que actualmente el gobierno controla la fuerza armada nacional y los barcos y aviones de guerra extranjeros, sólo se mueven por órdenes de sus propios gobiernos, no a petición de nuestros líderes y, responden a sus exclusivos intereses geopolíticos o económicos. Ahora se anuncia la aparición de una tercera vía la cual tendrá, seguramente, planteamientos generales de ambos sectores.
No puede tomarnos desprevenidos la convocatoria a la renovación del Parlamento Nacional, ya está anunciado y en gestación. Creo no podemos repetir los errores del 2005, eximiéndonos de votar para “deslegitimar” al gobierno, ni del 2018, concurriendo con candidatos auto impuestos, sin programa ni consulta previa.
Debemos celebrar miles de asambleas populares y escoger nuestros candidatos a diputados, que tengan conocimiento de su  oficio, valientes y desprendidos, con amor por Venezuela.
Es nuestra obligación respaldarlos votando, cuidando los sufragios, sin que reciban ataques desde nuestras propias trincheras. Ya tienen suficientes enemigos en los demás Poderes Públicos, para que también deban cuidar sus espaldas de quienes tenemos el deber de protegerlos. Estoy seguro que, si votamos en esta oportunidad, ganamos una batalla importante y, con ella, la guerra. Dios bendiga a Venezuela.

13/07/2019.

1 comentario:

  1. Indudablemente, es la hora de dejar atrás la apatía, la desesperanza y el desinterés, debemos ser parte integral del
    cambio que queremos.Hay que salir y llegarle a la gente, estamos demasiado callados o ensimismados en este caos inducido.

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