Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Cada
vez se torna más oscuro el panorama político nacional y, de paso afloran la
incertidumbre y la desconfianza en el común de los venezolanos, más preocupados
por sus problemas propios que los colectivos.
Al
principio era fácil captar la existencia de un sector oficialista
indudablemente mayoritario, conducido por un líder mesiánico, que cabalgaba
sobre un movimiento militar fracasado, autodenominado nacionalista y cuyo
populismo surgía, no por su preparación organizada académicamente ni por ideas
de avanzada, sino por cansancio de los venezolanos ante un liderazgo agotado, sin
atisbos de renovación.
Este
agotamiento del liderazgo y de las ofertas políticas para finales del siglo XX,
era fácilmente perceptible, habíamos recurrido dos veces a la reelección
presidencial, no obstante los serios
cuestionamientos con el cual habían salido los jefes de gobierno, en uno de los
casos y los bajísimos índices de aceptación en el otro. Obviamente los
presidentes Pérez y Caldera, habían ganado por segunda vez, porque ya estaba
presente el mal mayor del sistema democrático: la apatía, patentizada en la
falta de motivación electoral en el país nacional, expresado en el anémico
respaldo al gobierno de turno.
Esos
gobiernos fueron mejores que los del Siglo XX, cierto. Pero no supimos atinar
con las salidas apropiadas ante los males de los cuales padecían y, para
nuestra desgracia, cambiamos una democracia perfectible por una imperfecta.
La
democracia nace y se nutre de la participación popular horizontalizada, de
manera que la ausencia masiva de votantes en el acto electoral implica falta de interés y como consecuencia, la
muerte del sistema.
Frente
a este régimen chavista que por sus características fracasó rápidamente, se
comenzó a formar una oposición multi cromática, pero sin programa ni líder lo
que nos condujo a una serie de errores nefastos: el respaldo a la candidatura
de Arias Cárdenas, el paro y el posterior golpe de estado del 2002; la
abstención en las elecciones parlamentarias del 2005; la falta de cohesión en
la campaña del 2006 y el largo rosario
de desatinos.
Ante
todo permitimos que se diluyera el Estado de Derecho, lo que se manifiesta
cuando se fueron amalgamando todos los Poderes Públicos respondiendo a
instrucciones del ejecutivo; fuimos indiferentes cuando en el 2009 se convocó a
una enmienda a pesar que, en el mismo período, habíamos votado negando la posibilidad
de reelección indefinida mediante el mecanismo de la reforma constitucional;
permitimos la implementación de leyes socialistas, sin soporte constitucional y
rechazadas en la misma consulta del 2007.
Tampoco
hicimos pronunciamiento alguno en el período más oscuro e inconstitucional que
ha transcurrido durante la llamada “quinta república”, puesto el presidente
Chávez, sin que conociéramos su situación
de salud integral, gobernó mediante unos decretos que estaba
imposibilitado de signar.
En
el 2013 el Vicepresidente, no obstante la prohibición expresa del artículo 229
constitucional, fue el candidato presidencial con las ventajas enormes que le
daban el ejercicio coetáneo del cargo y el respaldo de todos los Poderes
Públicos.
Hemos
permitido la atomización de la Asamblea Nacional del 2015; la instalación de
una Asamblea Nacional Constituyente en el 2017, sin convocatoria popular y sin
tener clara la conformación, ahora auto postergado su funcionamiento, sin que
conozcamos avances ni logros, con evidente extralimitación de funciones conforme
a la doctrina y la norma constitucional.
Tampoco
podemos olvidar la extraña realización de unas elecciones presidenciales en
mayo del 2018, con partidos opositores inhabilitados y líderes presos sometidos
por cápitis di minutio. Unos pocos votantes en las mesas y muchos votos en las
urnas, dieron una aparente legalidad al proceso.
Esta
situación general ha contaminado al sector opositor, dividiéndolo gracias a las
actuaciones del gobierno y sus propias torpezas. De no ser por la tragedia que vivimos, me
parecería graciosa la causa aparente del distanciamiento: Unos quieren
transición “pacífica, constitucional y
electoral”, mientras otros propugnan una “intervención armada, bien interna, bien por el concierto internacional”.
La
salida “pacífica, constitucional y
electoral” es idealmente la perfecta, sólo que ella requiere del diálogo y
éste de la intención común de las partes de realizarlo y respetarlo,
condiciones que actualmente lo sumen en
estado vegetativo. Ya sabemos por las mesas de República Dominicana, Oslo y
Bonaire que las imposiciones del gobierno no son aceptables por la oposición y
viceversa.
Ejemplos
de transiciones pacíficas se pueden señalar por decenas, en Venezuela y en el
mundo, sólo que ninguna nació por generación espontánea y de inmediato, sino
después de confrontaciones terribles.
La
salida de fuerza implica una guerra fratricida, estilo la guerra larga o federal del Siglo XIX. Es de recordar que
actualmente el gobierno controla la fuerza armada nacional y los barcos y aviones
de guerra extranjeros, sólo se mueven por órdenes de sus propios gobiernos, no
a petición de nuestros líderes y, responden a sus exclusivos intereses
geopolíticos o económicos. Ahora
se anuncia la aparición de una tercera vía la cual tendrá, seguramente, planteamientos
generales de ambos sectores.
No
puede tomarnos desprevenidos la convocatoria a la renovación del Parlamento Nacional, ya está anunciado y en
gestación. Creo no podemos repetir
los errores del 2005, eximiéndonos de votar para “deslegitimar” al gobierno, ni del 2018, concurriendo con
candidatos auto impuestos, sin programa ni consulta previa.
Debemos
celebrar miles de asambleas populares y escoger nuestros candidatos a
diputados, que tengan conocimiento de su
oficio, valientes y desprendidos, con amor por Venezuela.
Es nuestra obligación respaldarlos votando, cuidando los sufragios, sin que reciban ataques desde
nuestras propias trincheras. Ya tienen suficientes enemigos en los demás
Poderes Públicos, para que también deban cuidar sus espaldas de quienes tenemos
el deber de protegerlos. Estoy seguro que, si votamos en esta oportunidad,
ganamos una batalla importante y, con ella, la guerra. Dios bendiga a Venezuela.
13/07/2019.
Indudablemente, es la hora de dejar atrás la apatía, la desesperanza y el desinterés, debemos ser parte integral del
ResponderEliminarcambio que queremos.Hay que salir y llegarle a la gente, estamos demasiado callados o ensimismados en este caos inducido.