domingo, 25 de septiembre de 2016

Sembradores de desesperanzas.


 

Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
En el año 1974 se libró una batalla campal en Zaire, África, donde George Foreman, campeón mundial peso completo  cayó derrotado ante Muhammad Alí, recientemente fallecido,  para el asombro generalizado de los entendidos en el deporte – arte-boxístico, quienes atribuyeron las resultas del encuentro a la desesperación que invadió al favorito ante la táctica del legendario Cassius Clay, mantenida en estricto secreto  hasta el momento de la pelea. La moraleja, obviamente, es que la desesperación es mala consejera.
            Sembrar desesperanza y amenazar por el “delito” de ejercer derechos, son los elementos predominantes en declaraciones relacionadas con el referendo revocatorio, provenientes  del oficialismo conformado por gobierno, partido y poderes controlados. Ya nos hemos referido a la calificación que como opción hiciera el presidente Maduro, de la consulta referendaria, no obstante que para el CNE y para él, es una obligación procesarla y ejecutarla, siendo potestativo sólo para los electores el hecho de solicitarla. También hemos revisado y tipificado como fraude la propuesta del diputado Diosdado Cabello, quien blandiendo la Constitución en la mano izquierda, mensaje subliminal para atraer a los seguidores del protagonista original de la escena, aportó la “genial” idea de la renuncia del Presidente después del 10 de enero, su designación como vicepresidente y renuncia inmediata del nuevo Presidente asumiendo en consecuencia,  Maduro  hasta final del mandato. No revisó Cabello los efectos de la falta absoluta de un presidente de la República y las consecuencias de lo que a todas luces, es una propuesta dolosa. También planteó este emblemático diputado y directivo del PSUV, despedir a los trabajadores públicos firmantes para la activación del revocatorio. El alcalde Jorge Rodríguez denuncia  fraude de la oposición en la recolección de las firmas iniciales, no obstante que se superó infinitamente el mínimo necesario y que además, fueron constatadas con la ratificación mediante el sistema biométrico, controlado diariamente por funcionarios del CNE. El vicepresidente Aristóbulo Isturiz adelanta lo que seguramente será decisión administrativa y jurisdiccional, en el sentido que no puede haber referendo porque se pidió tarde y mal. Las ciudadanas rectoras postergan, ya sin argumentos y sin respeto a los ciudadanos, la entrega definitiva del cronograma que implica la determinación del número de máquinas y la correspondiente ubicación, para cumplir con la formalización de la solicitud por un 20% del electorado. Pienso que el temor mayor que las invade está en que  llegue a superase, de una vez, el número de votos obtenido el 13 de abril del 2013 por el Presidente Maduro (7.587.579 votos) o, como indican las encuestas, por mucho el 50% del padrón electoral, lo que significa un nockout fulminante siguiendo la onda boxística. Los diputados  del bloque gubernamental, sin rubor alguno, también tratan de sembrar desesperanzas cuando dicen en los medios de comunicación social, que gozan de abrumadora mayoría popular y que los votantes están arrepentidos de su manifestación de voluntad el pasado 5 de diciembre. Son tan torpes estos razonamientos que evidentemente están signados por la desesperación causada al haber dilapidado, en relativo poco tiempo, un caudal de votos heredados de Chávez, aunque con él comenzó la debacle.
Pero entre el arsenal de amenazas y declaraciones imprudentes   corresponde la medalla de oro a las del diputado Elías Jaua, para quien las  circunstancias “del país no permiten ni aconsejan  celebrar elecciones”. Éstos son típico ejemplo de los planteamientos capciosos,  por inmorales,  que el Código de Procedimiento Civil prohíbe hacer a los testigos porque tienen la pretensión de buscar respuestas asertivas a hechos basados en falsos supuestos. Ninguna causa permite aprobar la erradicación o la suspensión indefinida del acto electoral. Al contrario, cuando las circunstancias políticas son insostenibles, el sólo hecho de tener posibilidades de cambiar al gobernante responsable ocasiona sosiego en la colectividad. Piensen los oficialistas qué habría pasado en este país si en noviembre de 1998, cuando todos los indicadores conducían al hecho cierto, luego materializado, del triunfo del candidato Hugo Chávez,  el Consejo Supremo Electoral hubiese determinado que “las circunstancias aconsejaban la suspensión de las elecciones” del 6 de diciembre de ese año.
            Estas declaraciones tienen el mismo fin, sembrar la desesperanza en el ánimo del  vasto sector opositor. Con ellas se  pretende fijar la idea que esas jugadas ya están en trámite, incluida la declaración de procedencia por la Sala Constitucional, de manera que ya no hay nada por hacer, que el revocatorio no tiene sentido o es un peligro para la paz nacional consultar a los venezolanos sobre su destino. Pero en mi opinión están creando un efecto contrario, sentimos que por falta de argumentos firmes, se deben tener como fantasías para auto consuelo del sector oficialista. Lo dicho, la desesperación es mala consejera. Dios proteja a Venezuela!

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