Jesús
A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
El presidente Chávez
solía señalar que era un especialista en nominar a las nuevas instituciones y
programas del Estado. Decía que el nombre debía encajar perfectamente dentro del
objetivo de los planes que se proponía, ya que la representación mental que
reflejaba era vital, por lo que a veces, pasaba la noche entera barajando
nombres. Seguramente este legado no lo dejó a nadie dentro de sus
causahabientes políticos en ninguno de los
niveles de gobierno controlados por el partido oficialista, porque no pocas veces la denominación va por
un lado y el objetivo del proyecto por otro. Es usual que la jefatura camine
hacia el norte, mientras los encargados de su ejecución van al sur. Debo
reconocer que he oído también al presidente Maduro quejarse sobre este hecho
concreto.
Las siglas CLAP significan Comités Locales de Abastecimiento
y Producción. Pero resulta que no son organismos colegiados, juntas directivas
o comités. En todos los niveles de
mando de este programa, al parecer verticalizado, sólo hay un jefe que determina quienes son las
personas que gozan de sus beneficios. Los productos no tienen origen local, como es la idea primaria para
justificar la existencia de las comunas autárquicas, que desde hace tiempo
ofreció la revolución. Las zonas más necesitadas de las poblaciones del
interior del país, están siempre pendientes de las fulanas cajas que llegan
desde la capital de los Estados o de la
República, incluso del exterior de ser cierta la donación mexicana. No puede
afirmarse que realmente abastecen a
los ciudadanos, porque en ese caso el plan debería estar diseñado para proveer
a todos los venezolanos, ya que los treinta millones aproximadamente de
personas que vivimos en este país, comemos y deberíamos hacerlo como Dios
manda, tres veces todos los días. Abastecer a una parte de la población,
significa que se están violentando derechos y garantías constitucionales de la
otra, fundamentalmente el artículo 304 CN que en parte dice: “El Estado promoverá la agricultura
sustentable como base estratégica del desarrollo rural integral y, en consecuencia, garantizará la seguridad alimentaria de la
población; entendida como la disponibilidad suficiente y estable de alimentos
en el ámbito nacional y el acceso permanente y oportuno de estos por parte del
público consumidor…..”. Obviamente no abogo para que los costos de
adquisición de los alimentos sean igual para todos, hay grupos y sectores de la
población donde deben ser gratuitos o a muy bajo costo, como comedores
escolares y populares, pero el acceso a los alimentos tiene que estar
garantizado para todos los estratos de la sociedad venezolana. Por último en los famosos CLAP, no se cumple con la letra postrera que teóricamente
significa producción, siendo que en
la práctica nadie produce nada, sino que simplemente, consume.
Pero el problema no
está sólo en la indebida distribución ni en la dudosa calidad nutricional del contenido
de las cajas CLAP, sino en la escasez de muchos productos básicos lo que para
colmo de males, es factor fundamental para impulsar la indetenible espiral
inflacionaria. La simple lógica nos hace entender una regla de oro en las
ciencias económicas: la falta de producción de cualquier bien, lo encarece.
Esta semana ha sido
caótica para la adquisición del pan en Barquisimeto y hablo de esta ciudad
donde vivo, para poder dar testimonio directo y no referencial. Es de tal
importancia este producto, más ante la falta inveterada de la arepa de maíz, que
su suministro diario constituye una de las plegarias del Padre Nuestro, oración
predilecta que nos imponen los cánones de la iglesia para honrar al Supremo
Creador y fue, junto al pescado, escogido
por Él para su multiplicación, resaltando y santificando así la necesidad de su
consumo. Señor, danos el pan a todos y cada día!
10/03/2017
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