Jesús
A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Extraños,
más bien tristes estos días, los niños no van a la escuela ni los jóvenes a los
liceos y universidades; los ciudadanos en las calles ejerciendo su legítimo derecho
de protesta, mientras el gobierno está empecinado en demostrar que somos felices porque el 30% de
la población estuvo de vacaciones por
Semana Santa, aunque realmente estaba en los abastos y mercados leyendo
las etiquetas de productos importados, que no puede comprar. La televisión
oficialista proyecta la gran fuerza
popular del gobierno, mostrando unos rostros cansados con trajes de campaña,
como los gringos en la Guerra del Golfo. Volvamos los ojos sobre nuestra propia
historia, los hechos acontecidos durante la última década del Siglo XX son recientes
y aún dolorosos, por tanto no están consolidados ni han producido todos sus
efectos, pero si algunas consecuencias graves y otras que podemos evitar.
Durante esos diez años gobernaron dos Presidentes reelectos y lo peor,
enfrentados a sus propios partidos donde habían desarrollado su liderazgo lo
que, obviamente, les restaba credibilidad y autóritas para enrumbar al país en
crisis. Además se empinaba un hasta entonces anónimo conductor político, protagonista
de un golpe de Estado y promotor de una Asamblea Nacional Constituyente. Este
fue el ambiente para la discusión y aprobación de la Constitución Nacional en la cual colaboraron
muchos protagonistas hoy arrepentidos, que pensaron indebidamente que las
transgresiones contra las instituciones políticas y jurídicas no pasan facturas,
como el delito. Cubría a Venezuela el mismo ambiente de tristeza, desesperanza,
de confrontación entre hermanos separados sin entender porqué.
Íntimamente,
sabía el principal propulsor que esa Carta Magna no tenía como finalidad establecer
las bases de un nuevo sistema político – económico. Intuía que no podría imponerla de manera abrupta, porque el país nacional no lo
permitiría. Fue concebida como el inicio de un peregrinaje para llegar a
conformar el proyecto in péctore del líder. Pero los errores forman parte en la
vida de los seres humanos. Al no concurrir al acto electoral en diciembre del
2006, supuestamente para deslegitimar al gobierno, la oposición permitió la conformación de una
Asamblea Nacional con mayoría calificada y
con ello, el gobierno se hizo de todos los Poderes del Estado. También
el presidente Chávez se equivocó, pensó había llegado el momento apropiado para
perpetuarse en el poder con un partido
único bajo su mando y la posibilidad de ser presidente en ejercicio eterno, para lo cual convocó a una reforma
constitucional en el año 2007, obteniendo la más grande de las derrotas para
sus aspiraciones.
Repacemos
un poco este hecho fundamental, el gobierno perdió la propuesta de reforma
constitucional que, en conjunto, sumando los bloques A y B del Ejecutivo y el
Legislativo, respectivamente, representaba el 30% del articulado general pero
llevado a las cláusulas fundamentales, excluyendo las inalterables como
disposiciones básicas, derechos, garantías, organización de los poderes y otras
similares, sobrepasan el 70% de la Constitución. Esto significa que tenemos hoy
una ley fundamental que debe soportar dos grandes errores tácticos de nuestros
protagonistas políticos. Por omisión la oposición permitió el secuestro de los
Poderes Públicos y por precipitación, el presidente Chávez conformó leyes e
instituciones socialistas sin base constitucional.
Pero
tenemos una Constitución Nacional y, en
medio de todos los errores de formación y sobrevenidos está equilibrada, y en
ella debemos refugiarnos todos en estos momentos de crisis, con la obligación
del gobierno y la oposición de estabilizarla, consolidarla, reconocerla para el
bien de la República y para purgar sus culpas.
Cierto
que ha sido ampliamente transgredida, por eso es necesario restituir su
imperio. Han sido desconocidas algunas de sus instituciones, por lo que deben
ser fortalecidas. Es obligante aceptar que el tiempo ya no da para más errores,
la oposición no puede jugar al divisionismo, al desconocimiento de líderes que
alguna vez fueron chavistas o pensar que sólo con marchas y sacrificios humanos
se derrota a un gobierno militarizado en sus entrañas. A éste tampoco le es
dado pensar que la fuerza vence al tiempo o que los gobiernos con espada
desenvainada se hacen eternos. En El arte
de la guerra, de Sun Tzu, libro cuya lectura recomendó varias veces el
presidente Chávez, conseguimos que “la
peor táctica es atacar a una ciudad. Asediar, acorralar a una ciudad es el
último de los recursos”.
En
estos días cuando se acrecientan los problemas políticos y recrudecen los
económicos y sociales, creo necesario: 1) El diálogo, porque su antípoda es la
confrontación bélica que nadie puede querer. Pero su desprestigio nos obliga a
buscarle un contexto distinto, debe ser directo, sin mediadores rechazados por
alguna de las partes que los convierte en un problema añadido, más que en
facilitadores. 2) Debería convocar y constituir el Presidente de la República
un órgano ad hoc para materializar el diálogo, constituido por los cinco Poderes Públicos; por la
Asamblea Nacional debe ser llamado no sólo
su presidente el Dr. Julio Borges, sino
su junta directiva, como signo de buena voluntad, reconociendo la legitimidad del
Parlamento y del pueblo que los eligió; un representante del PSUV y uno por los
partidos políticos opositores; gremios, sindicatos, academias, personalidades
independientes etc. 3) Deben permitirse las manifestaciones públicas en la
forma pacífica que autoriza la Constitución; impedir el accionar de los grupos
armados, conocidos como colectivos y resolverse el caso de cada preso por los
hechos acontecidos. 4) Convocarse
inmediatamente a las elecciones de alcaldes y gobernadores, en el entendido que
no pueden crearse organismos paralelos, en las entidades donde pierda el
gobierno. Esos organismos como Corpo Miranda y Corpo Lara no tienen base constitucional. 5) Debe
decidir la Sala Electoral el caso de los diputados de Amazonas y convocarse
inmediatamente, de ser necesario, a las elecciones correspondientes. 6) Culminarse
a la brevedad la reconstitución de los partidos políticos y respetar sus
espacios. 7) Debe acatarse plenamente la autoridad del Presidente de la República
como Jefe de Estado y de Gobierno, hasta el final de su período en el 2018. 8)
Debemos permanecer en los organismos multilaterales, como aconsejan las normas
del Derecho Internacional, utilizando lenguaje apropiado y fomentando la
convivencia entre los Estados Miembros.
Estoy
plenamente consciente de los argumentos
contrarios: el gobierno está débil, si conversamos se fortalece y con
comunistas no se dialoga. La oposición es apátrida, terrorista y su guerra es
para entronizar al imperialismo. El caso es que me parece que estas opiniones
son respetables, pero no estoy seguro sean mayoritarias; que no es justo que
tengamos un país con muchas riquezas que no produce suficiente comida; que
mueran o emigren los jóvenes; que no seamos capaces de oírnos y recomenzar para
buscar un camino mejor evitando una guerra fratricida.
Debo
recordar que la Primera Guerra Mundial concluyó con un convenio de paz: El
Tratado de Versalles, mientras que la Segunda Guerra Mundial finalizó con actos bélicos y trágicos: el Día de Elba,
porque en el río Elba se consiguieron las dos avanzadas de los ejércitos de
Estados Unidos y de Rusia, después de ganar la batalla de Berlín y con el
suicidio de Hitler. Pero ambas tuvieron un desenlace similar mostrando una
estela de muerte y de lisiados. Me pregunto si no es más inteligente y
fructífero terminar la confrontación final antes que se produzca. Que Dios nos
proteja a todos!
20/04/2017
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