Jesús A.
Jiménez Peraza
@jesusajimenezp
Los avances tecnológicos en todos
los sentidos, incluido el militar y variantes en la economía, entendida como
capacidad de producir y distribuir bienes de obligatorio consumo, requeridos
para la satisfacción de necesidades del hombre, han venido creando mayores e
insalvables diferencias entre los países desarrollados, educados, con salud
pública y bien administrados, con los del tercer mundo, que aun cuando tengan
recursos minerales no son capaces de agregarles trabajo humano creador para
producir riqueza. Este cuadro ha hecho variar conceptos en sociología política, ahora con categoría de ciencia, por cuanto
combina instituciones y métodos con el fin de organizar y dirigir agrupaciones complejas
como el Estado e incluso, entidades de menor significación jurídica, pero
magnificadas por los grandes recursos humanos y financieros que maneja, lo que
les da un estatus político superior a muchos países. Siento que estas
corporaciones, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y otros
similares en objetivos e influencias, son especies de Estados sin población ni territorio, con mayor autoridad global que muchos territorios poblados densamente
pero sin recursos integrales significativos.
Las grandes potencias desarrolladas económica y tecnológicamente, que
además han invertido sus recursos en educación y salud, se integran en los
llamados Grupos, como el de los Doce, formado originalmente por Alemania, Austria,
Bélgica, Canadá, Estados Unidos, España, Francia, Italia, Japón, Países Bajos,
Reino Unido y Suecia, socios primarios del Fondo Monetario Internacional y a los cuales se unió Suiza, manteniendo el nombre, constituyen
organizaciones de indudable presencia mundial, a la par de la Organización de
Naciones Unidas (ONU) o regionales como la Organización de Estados Americanos
(OEA), cuya acción eficaz está morigerada por tratados y compromisos.
Dentro de ese contexto se hace
imperativo preguntar cómo es que pequeños países como San Vicente y Granadina,
Bermudas y no sé quién más, puedan obstaculizar decisiones multilaterales para
conseguir una solución razonable a la crisis política que vive Venezuela.
Tienen que ser revisados los tratados y leyes que rigen los organismos
internacionales, para que pueda tener sentido su existencia. Incluso tienen que
ser examinados los conceptos de dictadura y democracia, al igual que el derecho
de autodeterminación de los pueblos y la operatividad de los sistemas de
protección, para que permitan tutelar de manera efectiva y oportuna a las
personas y sus derechos elementales, por encima de la legislación nacional. Cierto
es que existen normas y comisiones, tribunales y cortes con tal competencia
específica, pero cuando se llega a ellos y ejecutan sus decisiones, ya el mal
está producido. Habría que pensar en algo así como la ejecutoriedad ab initio de las medidas cautelares que se produzcan
en esta materia.
No es posible que el mundo cierre los ojos ante el horror que vive
Corea del Norte, en manos de un
psicópata o la situación de las mujeres en Afganistán, por absurda e inhumana
interpretación religiosa. Alguien debe hacer algo al respecto. Debe conseguirse
una forma legal para que la armadura de autodeterminación de los pueblos, por
una parte y la actuación paquidérmica de los organismos ultra nacionales pueda
ser penetrada, por organismos de superior entidad jurídica que sean capaces de
revisar incluso el principio de soberanía, cuando el sistema jurídico interno,
sanamente apreciado desde el exterior, no funcione y cuando se extralimite la
actuación de los mandatarios según el parámetro de los derechos universales del
hombre.
Es, en este sentido, revisable la situación de Venezuela. Formalmente
estamos regidos por la Constitución Nacional de 1999, sancionada por la Asamblea Nacional Constituyente
y promulgada por el presidente Hugo Chávez, como fuente de derechos sociales e
individuales y lo es en teoría, pero en la práctica y en el momento de aplicarla
para la protección de garantías primarias de los venezolanos ha servido de muy
poco. Igual ha sucedido con la Carta Interamericana, el Estatuto de Roma y
demás tratados y leyes que adornan el Derecho Internacional. Utilizo, a
propósito el verbo adornar más que regir, porque están más cerca de la
literatura que del Derecho en su aspecto coercitivo, cuando es necesario
imponer la racionalidad.
Los hechos acontecidos el 5 de julio del 2017 en el Palacio Legislativo,
son de extrema gravedad. Impidió el gobierno la celebración pacífica y solemne
de nuestra más augusta fecha patria valiéndose de una fuerza irregular y
mercenaria, protegida por los órganos
públicos y legales de seguridad, e igualmente con la presencia del
vicepresidente Tarek El Aissami, con un séquito militar, rompiendo la tradición
en la conmemoración reservada históricamente
al Poder Legislativo. En el Salón Elíptico reposa el Acta de Independencia,
aunque la llave del Arca la mantiene en
custodia el Jefe del Estado. Imagino que
el significado no es otro que resaltar que en los actos patrios importantes
deben tener participación, en colaboración, los diferentes Poderes
Públicos. Esas dos especiales circunstancias, más que la
trasgresión a la integridad de los señores diputados y sus invitados especiales
marca para el futuro, la impronta de una flagrante violación a la dignidad y a los derechos humanos de
todos los venezolanos.
He oído algunas intervenciones que tratan de relacionar las semejanzas
entre el asalto al Congreso el 24 de enero de 1848, por las huestes de José
Tadeo Monagas, con este del 5 de julio de 2017. Pero hay una diferencia que
impide cualquier parangón, aquellos fueron bajo la vigencia de la Constitución
de 1830 donde si bien ya habíamos adoptado el concepto de Nación, la soberanía
que residía en el pueblo se agotaba al concurrir a las elecciones de primer
grado. De manera que cada poder político ejercía la soberanía plena que le
había sido delegada en los comicios, al ejercer sus respectivas competencias. En el año 1848 el Ejecutivo y el Legislativo
eran Poderes Supremos, nadie estaba sobre ellos como si lo está hoy el Pueblo
de Venezuela, quien vencerá las omisiones externas y las acciones internas,
porque es su voluntad. Dios nos bendiga siempre!
jesusjimenezperaza@gmail.com
09/07/2017
Felicitaciones. Esa perspectiva desde allá apunta hacia el blanco. La globalización esta creando para la humanidad una sola nación. Y aunque en materia de Derechos Humanos hay importantes avances, en el campo de la justicia aseguradora de tales principios se re quieren urgentes debates y reformas para avanzar desde la retorica a la concreción, Es muy útil que continúes reflexionando y escribiendo acerca de estos temas para preservar ciertamente a la especie humana, Un abrazo.
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