Jesús A.
Jiménez Peraza
@jesusajimenezp
Es complicado entender lo
que pasa en Venezuela. El gobierno y su partido
están en abrumadora minoría pero se siguen imponiendo, a la larga, en cualquier
acto electoral o similar. La oposición ha ganado limpiamente algunos cargos de elección
popular como alcaldías y gobernaciones pero de nada ha servido, de alguna
manera ese triunfo es neutralizado y convertido en una derrota. Ganó por aplastante
mayoría la Asamblea Nacional, por una diferencia que ni los más
optimistas opositores podían imaginar, puesto hubieran aceptado con agrado una
mayoría simple, sin embargo, en diciembre del 2015 se obtuvo mucho más, ni
siquiera una mayoría absoluta sino calificada, lo que había sido posible sólo
para el Chavismo con Chávez en pleno apogeo (2005) y porque la oposición lo
dejó pelear solo, lo que en la práctica fue un forfait justificado o no, pero
forfait al fin y al cabo. Hoy muchos de nuestros alcaldes están presos por
delitos no tipificados apropiadamente como el desacato y, las gobernaciones
opositoras se han convertido en cascarones vacíos, porque el poder y la administración
de los dineros públicos previstos para inversiones y mejorar la calidad de vida
de los ciudadanos, corresponde a unos órganos paralelos atípicos llamados
Corporaciones, que jurídicamente pueden existir tanto en el sector privado,
para servir como conjunción empresarial y darles fortaleza económica, como en
el sector público para atribuirle objetivos especiales, descentralizando al
órgano del Estado y así permitir que operativamente tenga mayor flexibilidad en
su acción, no para que compitan con él.
La telaraña tejida
alrededor de la Asamblea Nacional Constituyente, es digna de analizar. El gobierno la logró no
obstante carecer de base popular, esta verdad se puede constatar con lo que los
abogados llamamos pruebas inoficiosas, porque
pueden demostrar un hecho pero no producen efectos jurídicos: la no
concurrencia de la población a las mesas electorales, la apatía de los votantes
potenciales, la tristeza imperante en el balcón
del pueblo, la prohibición a los periodistas de cubrir la fuente directa,
ausencia de veeduría internacional imparcial y calificada, las contradictorias
declaraciones entre las rectoras del CNE. Los Poderes constituidos del Estado,
exceptuando el Legislativo, se
encargaron de darle concreción y efectos
a un planteamiento irreal, que se inicia con los ya analizados y
conocidos vicios en la convocatoria inexistente; en los votos sin votantes y en
lo que serán deliberaciones por constituyentistas anónimos, que presumimos no
conocen la complejidad del trabajo encomendado. Esta presunción que es jure
tantum, es decir, admite prueba en contrario y ciertamente tendrá algunas
excepciones, nace del hecho que los candidatos prefirieron permanecer en las sombras
durante la campaña. De haber sido conocedores del tema habrían realizado
intervenciones a través de los medios para que conociéramos sus planteamientos facilitando
e instando así su elección. El corolario es que ahora tendremos
constituyentistas sin haber tenido una constituyente y sin el respaldo popular.
Es complicado entender lo que pasa en Venezuela!
Está prácticamente
anunciada la disolución de la Asamblea Nacional por la Asamblea Nacional
Constituyente, no obstante que el artículo 239 constitucional la prevé sólo cuando se dieren tres mociones de censura
contra el Vicepresidente Ejecutivo, en un mismo período. Este es un punto
complejo, que requiere el interés uniforme y que debería ser común entre los
factores políticos, para mantener la paz y la estabilidad de la República. Si
bien es cierto que los poderes constituidos no pueden impedir decisiones de la
Asamblea Constituyente, no menos cierto es que ellos deben continuar en ejercicio
hasta que sea promulgada la nueva Constitución, publicada en Gaceta Oficial y
entre en vigencia el nuevo ordenamiento jurídico, porque esos son también
requisitos formales para la aplicación según el régimen establecido en la
Constitución de 1999. En otras palabras, no podemos concebir un período sin
regencia de la Constitución Nacional, de manera que la actual rige plenamente
hasta la publicación de la nueva.
Por otra parte, desconocer
las atribuciones de los actuales diputados
sería derogar principios democráticos básicos sustentados en la
correlación de fuerza y potestades de los distintos Poderes del Estado y
además, un menoscabo a los derechos humanos no sólo de los diputados electos en
el 2015 por cinco años, sino del pueblo venezolano que los eligió ejerciendo un
derecho político progresivo, también sustentado en la Carta Magna y en tratados
internacionales suscritos por la República.
La majestad de la Asamblea
Nacional fue mancillada desde el principio, cuando fueron desconocidos los
diputados del estado Amazonas, con el único objetivo de romper la mayoría
calificada a pesar que después de su proclamación, como en efecto se hizo por
el Consejo Nacional Electoral, les correspondía un fuero especial. Fue
desconocida su función legislativa, cuando la Sala correspondiente declaró la
inconstitucionalidad de todas las leyes sancionadas, sin razones justificadas y
posteriormente, cuando la declaró en desacato, sin que ello sea viable jurídicamente,
porque esa sanción prevista en la Ley de Amparo y en la del Tribunal Supremo de
Justicia sólo es procedente contra personas,
funcionarios o funcionarias que no acataren las órdenes de los Tribunales
en el primer caso (procedimiento de amparo) o, exclusivamente de las Salas del
Tribunal Supremo de Justicia en el segundo (otros procedimientos especiales u
ordinarios), no contra instituciones como el Parlamento, que por lo demás
entiendo nunca fue citado para una audiencia concentrada, de manera que
expusiera alegatos de hecho y Derecho, se evacuaran pruebas y se dictara la decisión.
También le fue injustificadamente limitada su función de control político sobre
la administración y el gobierno, al ignorarse el requerimiento de
autorizaciones, investigaciones e interpelaciones y ante todo, ha sido
indebidamente interpretado el derecho a la inmunidad de sus integrantes dentro
de los límites legales y constitucionales, la cual les corresponde desde su proclamación
hasta su desincorporación, de manera que, si el proyecto llamado tun tun es la aplicación
en retroactivo de sanciones por la acción de nuestros diputados, se habría de
consolidar el ataque más artero imaginable contra el sistema democrático.
La Asamblea Nacional ha
cumplido una gran función en beneficio del país, por lo que doy por recompensado mi voto del 6 de diciembre
del 2015. No fue perfecto su funcionamiento y pueden existir diferencias
notorias entre los integrantes del mismo sector opositor, porque ninguna obra humana lo es, pero debemos
reconocer las acciones emprendidas por
los legisladores ante las trabas contrarias a la ley y a la moral, que supieron
enfrentar con valentía y patriotismo. Les pido a nuestros diputados no
inmolarse más allá de lo aconsejado por la
prudencia, cuya definición debemos abultar en esta etapa complicada que
vivimos actualmente. Que Dios los bendiga!
jesusjimenezperaza@gmail.com
01/08/2017
Me quedé con la ilusiòn de leer opciones...
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