Jesús A. Jiménez Peraza
@jesusajimenezp
El título no está
directamente vinculado al libro de Guido Stein, “El arte de gobernar”, escrito
en homenaje a Peter Drucker, uno de los grandes maestros en el tema de la
dirección empresarial, reconocido management como gustan algunos denominar a los gerentes modernos, como si en el hermoso
idioma de Cervantes no tuviésemos suficientes vocablos para definir a la
perfección, cualquier acto, situación o actividad que requiramos. Pero tampoco
está desvinculado absolutamente de lo que quiero expresar, por lo que tomo
prestados los conceptos e ideas de Stein y adosarlos al ansiado líder que necesitamos en Venezuela para
adentrarnos en la conducción de un nuevo país; dirigir nuestro destino hacia el
desarrollo y la modernidad; vincularnos dentro del concierto mundial de países
y en vez de pelear con éstos, protagonizar y coadyuvar en erradicar tanto los
problemas ocasionados por las potencias del Primer Mundo y sus constantes
conatos de guerras de génesis múltiple, como el hambre, enfermedades y pobreza
extrema que impera en el llamado Tercer Mundo.
Gobernar una familia, una empresa o un
Estado, tiene grandes diferencias aunque las tres son organizaciones sociales
fundamentales, simplemente porque la finalidad de cada una es distinta. El fin
primordial de la familia es educar para insertar a sus componentes dentro del
tejido social, respetando siempre la orientación individual. En la segunda el
fin es económico, la organización empresarial debe producir bienes y servicios
que se traducen en dividendos patrimoniales, aunque tangencialmente tenga la
obligación de originar beneficios sociales. El Estado es, por supuesto, una
organización de mayor complejidad ya que está integrado por factores e
intereses diversos, normalmente contrapuestos, que requieren del conferimiento
de oportunidades y respeto común por el líder de la Nación, de allí que un jefe
de Estado no es ficha exclusiva de ningún sector social determinado, porque
pertenece a todos; no puede ser líder obrero ya que debe conciliar con los
empresarios los derechos, unos adquiridos y otros en progreso, de los
trabajadores. Igualmente debe estar liberado de los cánones de los partidos
políticos porque no puede gobernar en beneficio de uno solo de ellos o de la
coalición que lo llevó al poder. En la llamada Cuarta República, atinadamente,
los Presidentes se desligaban de sus obligaciones políticas sectorizadas
aunque, lógicamente, mantenía relación y mecanismos de consultas con su partido
matriz. Son, en la actualidad, de tal magnitud los problemas nacionales que
debemos buscar un líder que conozca coetáneamente los tres entes
referidos, porque de cada uno debe tomar valores determinados.
El líder de un Estado debe ser disciplinado;
visionario; amplio para escuchar y restringido para hablar; egoísta para
admitir responsabilidades, ya que no puede culpar a sus asesores por decisiones
que en última instancia le correspondió tomar. Es el amalgamiento de las
grandes virtudes lo que hace de él un estadista,
término que por cierto en castellano es de género múltiple puesto se aplica
por igual al hombre y a la mujer.
Platón concebía al estadista como titular de
un valor humano con el cual nació y fue capaz de desarrollar. Este valor decía,
no lo aprendió, es innato y por ende, no puede enseñarlo. Esto explica, pienso,
la escasez de verdaderos estadistas en
el mundo y en la historia. Incluso en uno de sus célebres Diálogos (Menón),
Platón desarrolla la idea que en el lejano futuro ese valor pueda ser
desarrollado de tal manera que algunos seres privilegiados, sean capaces de
transmitirlos a sus congéneres, porque así es como han podido desarrollarse el
conocimiento científico y el artístico.
Quizás por constituir las circunstancias, el centro de la filosofía de José Ortega y
Gasset pretendemos hoy en Venezuela, desdibujada por especiales
acontecimientos, unos provocados y otros sobrevenidos, un estadista como el
definido por el celebérrimo filósofo español: un hombre de virtud magnánima,
capaz de tomar decisiones impopulares a corto plazo, con resultados mediatos pero previsiblemente positivos.
El líder que urge en Venezuela es como el padre forjador de una familia, porque debe
tener a la educación, como el instrumento para nuestro desarrollo; capacitado en manejar
las herramientas del conocimiento y de
la información, básicas en el gerente empresarial moderno porque no somos
ya, ninguna lo es, una nación autárquica
o absolutamente independiente desde el momento en que se borraron las fronteras
por el empuje de la economía, la protección ambiental, la necesidad de producción masiva de alimentos y la
tecnología, haciéndonos cada vez más dependientes a los países entre sí y debe ser un verdadero hombre de Estado, con grandes virtudes como las señaladas, porque si de él pretendemos grandes
logros, no podemos exigirle virtudes cotidianas, como bien señalaba Ortega y
Gasset. Dios, ilumínanos e indícanos el camino para conseguirlo!
09/09/2017
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