sábado, 9 de septiembre de 2017

"El arte de gobernar"


Jesús A. Jiménez Peraza

@jesusajimenezp
Al Dr. Eduardo Fernández, dedico.

 

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El título no está directamente vinculado al libro de Guido Stein, “El arte de gobernar”, escrito en homenaje a Peter Drucker, uno de los grandes maestros en el tema de la dirección empresarial, reconocido management  como gustan algunos denominar a los gerentes modernos, como si en el hermoso idioma de Cervantes no tuviésemos suficientes vocablos para definir a la perfección, cualquier acto, situación o actividad que requiramos. Pero tampoco está desvinculado absolutamente de lo que quiero expresar, por lo que tomo prestados los conceptos e ideas de Stein y adosarlos al ansiado líder que necesitamos en Venezuela para adentrarnos en la conducción de un nuevo país; dirigir nuestro destino hacia el desarrollo y la modernidad; vincularnos dentro del concierto mundial de países y en vez de pelear con éstos, protagonizar y coadyuvar en erradicar tanto los problemas ocasionados por las potencias del Primer Mundo y sus constantes conatos de guerras de génesis múltiple, como el hambre, enfermedades y pobreza extrema que impera en el llamado Tercer Mundo.
Gobernar una familia, una empresa o un Estado, tiene grandes diferencias aunque las tres son organizaciones sociales fundamentales, simplemente porque la finalidad de cada una es distinta. El fin primordial de la familia es educar para insertar a sus componentes dentro del tejido social, respetando siempre la orientación individual. En la segunda el fin es económico, la organización empresarial debe producir bienes y servicios que se traducen en dividendos patrimoniales, aunque tangencialmente tenga la obligación de originar beneficios sociales. El Estado es, por supuesto, una organización de mayor complejidad ya que está integrado por factores e intereses diversos, normalmente contrapuestos, que requieren del conferimiento de oportunidades y respeto común por el líder de la Nación, de allí que un jefe de Estado no es ficha exclusiva de ningún sector social determinado, porque pertenece a todos; no puede ser líder obrero ya que debe conciliar con los empresarios los derechos, unos adquiridos y otros en progreso, de los trabajadores. Igualmente debe estar liberado de los cánones de los partidos políticos porque no puede gobernar en beneficio de uno solo de ellos o de la coalición que lo llevó al poder. En la llamada Cuarta República, atinadamente, los Presidentes se desligaban de sus obligaciones políticas sectorizadas aunque, lógicamente, mantenía relación y mecanismos de consultas con su partido matriz. Son, en la actualidad,  de tal magnitud los problemas nacionales que debemos buscar un líder que conozca coetáneamente los tres entes referidos, porque de cada uno debe tomar valores determinados.
El líder de un Estado debe ser disciplinado; visionario; amplio para escuchar y restringido para hablar; egoísta para admitir responsabilidades, ya que no puede culpar a sus asesores por decisiones que en última instancia le correspondió tomar. Es el amalgamiento de las grandes virtudes lo que hace de él un estadista, término que por cierto en castellano es de género múltiple puesto se aplica por igual al hombre y a la mujer.
Platón concebía al estadista como titular de un valor humano con el cual nació y fue capaz de desarrollar. Este valor decía, no lo aprendió, es innato y por ende, no puede enseñarlo. Esto explica, pienso, la escasez  de verdaderos estadistas en el mundo y en la historia. Incluso en uno de sus célebres Diálogos (Menón), Platón desarrolla la idea que en el lejano futuro ese valor pueda ser desarrollado de tal manera que algunos seres privilegiados, sean capaces de transmitirlos a sus congéneres, porque así es como han podido desarrollarse el conocimiento científico y el artístico.
Quizás por constituir las circunstancias, el centro de la filosofía de José Ortega y Gasset pretendemos hoy en Venezuela, desdibujada por especiales acontecimientos, unos provocados y otros sobrevenidos,  un estadista como el definido por el celebérrimo filósofo español: un hombre de virtud magnánima, capaz de tomar decisiones impopulares a corto plazo, con resultados  mediatos pero previsiblemente positivos.
El líder que urge en Venezuela es como  el padre forjador de una familia, porque debe tener a la educación, como el instrumento para nuestro desarrollo; capacitado en manejar las herramientas del conocimiento y  de la información, básicas en el gerente empresarial moderno porque no somos ya, ninguna lo es,  una nación autárquica o absolutamente independiente desde el momento en que se borraron las fronteras por el empuje de la economía, la protección ambiental, la necesidad  de producción masiva de alimentos y la tecnología, haciéndonos cada vez más dependientes a los países entre sí y  debe ser un verdadero hombre de Estado, con grandes virtudes como las señaladas, porque si de él pretendemos grandes logros, no podemos exigirle virtudes cotidianas, como bien señalaba Ortega y Gasset. Dios, ilumínanos e indícanos el camino para conseguirlo!Haut du formulaire

09/09/2017

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