viernes, 22 de septiembre de 2017

La guerra de Corea! o Las guerras de Corea?


Jesús A. Jiménez Peraza

@jesusajimenezp


Mapa de CoreaLa guerra de Corea (1950 – 1953), uno de los grandes acontecimientos bélicos posteriores a la conclusión de la II Guerra Mundial (1939 – 1945) fue consecuencia directa de la adjudicación de los derechos asumidos por los Aliados y la derrota de los japoneses, teniendo como epílogo la división de un grupo humano y territorio homogéneo, hasta entonces ocupado por Japón, tomando como línea divisoria el Paralelo 38, naciendo así la República de Corea o Corea del Sur, apoyada por Estados Unidos y la Organización de Naciones Unidas y, la República Popular Democrática de Corea o Corea del Norte, bajo la égida de Rusia y China, por lo que a todas luces deben ser consideradas como peligroso polvorín y mecha corta para la paz del planeta Tierra, tomada como campo de entrenamiento por las grandes potencias a pesar de pertenecer, por mandato Divino, a todos los seres humanos que en él habitamos y que en tal concepto merecemos respeto.
Ya antes Alemania había sido dividida como compensación por los ingentes gastos de guerra, en República Federal Alemana (RFA) u Occidental donde regía el mercado social y la República Democrática Alemana (RDA). Esta última fue adjudicada a los comunistas y quedó rezagada económica e integralmente, a tal punto que para la reunificación en 1990 la Alemania Occidental, de mayor desarrollo industrial e incluso, deportiva y anatómicamente, debió asumir compromisos financieros superiores a sus congéneres orientales. Obviamente, si tomamos el claro ejemplo  de Alemania, el comunismo como sistema social, político y económico con su modelo destinado a enervar la propiedad privada y colectivizar los factores de producción, debería ser archivado y quedar como ingrato recuerdo en los libros de historia. La verdadera situación interna de Corea del Norte se desconoce, puesto los sucesivos regímenes de tres tiranos despiadados e inhumanos, con idénticos genes por ser abuelo, padre e hijo, Kim il-sung (Presidente Eterno), Kim Jong-il (Líder Supremo) y Kim Jong-un (Jefe o Líder de Estado) respectivamente, han tenido como política el desarrollo armamentista, en contravención al desarrollo integral de los surcoreanos.
El patológico Kim Jong-un ha puesto en la palestra mundial nuevamente a Nor Corea, probando cohetes cada vez más potentes que pasan sobre el territorio sur de la península, incluso sobre el compartido mar de Japón y estallando bombas o cabezas nucleares subterráneas que, sabrá Dios, si tiene relación directa con los movimientos sísmicos registrados recientemente en México y Japón.
El presidente de la nación más poderosa de la Tierra, Donald Trump, que como tal debería asumir la responsabilidad de recurrir en primer término a la diplomacia y a la conciliación en estos tiempos duros y de conflagración mundial, porque su posición le permite arbitrar ante las demás naciones de significación militar y económica, bien sea en forma bilateral o multilateral y además, de tener la ventaja de poder reservarse la potestad de guardar para última instancia la utilización de la fuerza, soltó como oración lapidaria que "si Estados Unidos se ve obligado a defenderse a sí mismo o a sus aliados no tendremos otra opción que destruir totalmente a Corea del Norte", a lo que responde Kim Jong-un (era de esperarse) con la amenaza de explotar una bomba H en el Pacífico. No escapa al entendimiento de todos, incluso de quienes manejamos poco o nada el lenguaje bélico, que esas recíprocas advertencias   están indefectiblemente unidas a la utilización masiva de armas nucleares, situación advertida en la misma Asamblea  por el secretario general de la Organización de Naciones Unidas António Guterres, lo que obviamente justifica se prendan las alarmas del planeta, porque entendemos que todos somos víctimas potenciales en una situación que no podemos controlar ni remediar, dependiendo de caprichos -por respeto me inhibo de utilizar el término locura- de unos líderes mundiales capaces de iniciar una guerra de consecuencias impredecibles e incontrolables, sin que tengan más potestad legal que la de dirigir sus propios países, incluso utilizando los 140 caracteres que permite un twitt porque, a veces tenemos la sensación, que así de limitadas son sus capacidades de liderazgo.
He oído y leído muchos comentarios dentro de nuestro país, en el sentido de respaldar esas amenazas del presidente Trump, por la simple razón que también hizo  referencia a la gravísima situación venezolana, advirtiendo sobre la angustia y devastación que sufrimos como consecuencia no de la amenaza del comunismo sobre nosotros, sino del comunismo ya arraigado en la nación. Creo, honestamente, que esta situación merece un análisis más profundo, desprovisto de nacionalismo y lleno de humanismo,  porque no veo la gracia en salvar a Venezuela y destruir al mundo.
La división de la Península Coreana significó la imposición de la llamada Doctrina Truman, en honor al presidente Harry Truman, mediante la cual Estados Unidos podía dar libre apoyo a los “pueblos del mundo en resistencia ante los intentos de subyugación por minorías armadas”, para lo cual debió superar incluso la oposición de un héroe de guerra como el general Douglas MacArthur. Quiera Dios no suframos hoy con la Doctrina Trump y debamos los pueblos del mundo soportar las consecuencias de un exceso de defensa que, como obligación, se auto imponen los norteamericanos. Dios proteja a la Tierra!

22/09/2017

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