Jesús
A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
- "Mi libertad es el derecho de hacer lo que las leyes me permiten".Barón de Montesquieu.

Los
venezolanos creemos tener muchos derechos y garantías y que nuestras
obligaciones son pocas. Esto deviene quizás, porque si leemos la Constitución Nacional
de 1999 y en proporciones distintas, igual era la de 1961, se listan los
derechos humanos y garantías individuales a través de ciento diez artículos
(desde el 19 al 129), mientras que los deberes son formalmente seis (artículos
130 al 135). Esta circunstancia no es porque tenemos una Constitución garantista, la respuesta no es así de
sencilla, sino que se corresponde con el hecho que asumimos una posición muy
cómoda para no aceptar que los derechos individuales de cada quien, suponen una
obligación para los demás, cada privilegio idealmente concebido para un
ciudadano, implica la carga obligacional para todos de hacer que se respete
aquél derecho. Cuando la carta
magna confiere la posibilidad de manifestar pacíficamente y sin armas, por
ejemplo, surge la obligación para las autoridades y los demás ciudadanos de
permitir toda protesta pública con esas características. Otra razón es que
tenemos una serie de obligaciones colectivas por las cuales muchos no se
sienten afectados, ello los lleva a pregonar “no voto porque no confío en el sistema!”, “no soy político, en consecuencia no me
interesan las elecciones!”, “no me llama la atención ningún candidato!”, “me da
lo mismo cualquier candidato opositor, voto por cualquiera”. Con todos estos razonamientos se abstienen
de cumplir una obligación en extremo
compleja e importante, constituida por la solidaridad y participación social
contemplada en el artículo 132 CN, que textualmente dice: “Artículo 132. Toda persona tiene el
deber de cumplir sus responsabilidades sociales y participar solidariamente en
la vida política, civil y comunitaria del país, promoviendo y defendiendo los
derechos humanos como fundamento de la convivencia democrática y de la paz
social”. Del dispositivo nace no sólo un deber individual para
cada venezolano como ser humano, sino además como integrante de un núcleo
social, precisamente porque la actuación de éste se corresponde con la suma de
decisiones individuales. Lo primero es el hombre, quien debe actuar conforme a
su discernimiento en procura de su felicidad, lo segundo el mismo hombre pero
dentro del ente social que cumple el mandato de la mayoría.
Venezuela
vive, desde hace varios años, una profunda
crisis social, económica y política. Claro que todos tenemos derecho a
solicitar del actual gobierno, quien es el principal responsable como
administrador de la Hacienda Pública Nacional, de la planificación y de la
política de endeudamiento, que resuelva esos problemas. Pero sabemos que no
puede hacerlo, sencillamente es incompetente. En el Programa “José Vicente Hoy” del domingo 26 de
noviembre 2017 su conductor analizó una
encuesta de Hinterlaces, es hecho conocido que ambos tienen vínculos de
solidaridad con el gobierno nacional, allí se concluye que más del cincuenta
por ciento (50%) de la población venezolana culpa de la crisis económica a las
políticas gubernamentales. Está entonces generalizada la percepción que no es
la guerra económica ni las potencias extranjeras nuestros verdugos. Por lo que
oigo y veo en las calles no tengo dudas sobre la conclusión de esa apreciación
pero si en el porcentaje, que es evidentemente
mayor. La incapacidad gubernamental demostrada con el dicho de sus propios
amigos, me lleva a concluir que la solución a los problemas no puede venir sólo
por la exigencia de nuestros derechos (que los tenemos) en una mesa de diálogo
o por la ayuda de órganos internacionales o mediación de personajes con
connotación universal, sino por nuestra activa participación a través del
cumplimiento de deberes individuales y colectivos, dentro del marco
constitucional y legal, como el voto. El
presidente Chávez y sus principales colaboradores, sintieron que la Presidencia
de la República era un derecho de la Revolución y se postuló para un tercer
período, a sabiendas que no podría cumplirlo pero cabalgando en la falsa premisa
que sólo él garantizaba la continuidad. Esta trágica circunstancia, fundamental
en nuestra historia contemporánea, debe dejarnos una lección inolvidable: la
Presidencia de la República no es un derecho para nadie, menos en estas
horas tan menguadas que vivimos. Es un deber de todos buscar un candidato
que tenga las cualidades personales y objetivas y es una obligación para el
postulado aceptar la nominación y ejercerla
si íntimamente cree que tiene las condiciones, así como declinarla si
intuye que existe otra persona con
mejores posibilidades, cualquiera sea la razón, para presidir un gobierno con
mayor amplitud y capacidad para lograr apoyos
externos e internos. Así que el deber de los postulantes y del postulado se
erige sobre el marco de la responsabilidad social y no dentro del cuadro de los
derechos y deberes individuales.
Los
requisitos constitucionales de elegibilidad del Presidente son muy sencillos
(art. 227 CN), no requiere ni tan siquiera saber leer y escribir y esto, entiendo,
profundiza nuestro deber de escogencia. El candidato con posibilidades ciertas
de ganar, posesionarse y gobernar, debe estar por encima de credenciales y
currículo, es más importante la posibilidad que pueda tener de convocar al país
nacional, incluido el chavismo no comprometido, de manera que es fundamental
observar en cualquier encuesta o sondeo de opinión más el rechazo mínimo que su respaldo, porque
hoy en Venezuela todas las organizaciones y personalidades integran minorías,
pero todos entendemos el deber de apoyar al candidato escogido, creando así la posibilidad
de conjugar en una misma persona al más aceptado con el menos rechazado; es
necesario apreciar su capacidad de escuchar y hacerse escuchar; de conformar y
dirigir equipos bien formados en políticas públicas, escogidos entre los
diversos sectores de la vida nacional. Es fundamental su historia política,
aquí todos nos conocemos. La obligación de cada venezolano de participar solidariamente en la vida política, civil y comunitaria
del país como establece el artículo 132 CN nos obliga a imponer al
candidato, quien a su vez está constreñido a empinarse sobre cualquier
dificultad o impedimento. No vamos a conseguir un candidato perfecto, estamos
obligados a escoger a quien idealmente sea el mejor, capaz de cumplir una
presidencia óptima con respaldo masivo y solidario, porque así será cuando devuelva la esperanza y
la alegría al pueblo de Venezuela. Señor, ilumínanos en la escogencia!
28/11/2017.
PS.- Terminando de escribir, leo en
Noticiero Digital un artículo del Dr. Oswaldo Álvarez Paz titulado “Capítulo venezolano de las Farc”, donde
señala que no debemos entretenernos en los asuntos de las candidaturas a la Presidencia
de la República o la campaña a las alcaldías, porque con ello se desvían temas
puntuales como terrorismo, narcotráfico y corrupción. Es una opinión muy respetable
por supuesto, cada opinador de cualquier jerarquía es libre de expresar su
tesis en el área que crea apropiada. Pero utiliza un argumento donde pienso
debería prestar mayor atención, porque él es un dirigente de mucho prestigio
y pudiera afectar sectores sociales
desorientados en la actualidad. Dice que
“Con sólo
pensar que este presidente durará por lo menos año y medio más, tolerado por la
oposición oficialista, todo se hace más cuesta arriba”. El asunto es que puede el CNE adelantar las elecciones presidenciales
para los primeros meses del 2018, dependiendo del evento del 10 de diciembre y
la lectura que pueda darle el PSUV o la Asamblea Constituyente y, en ese caso agarrarían a la oposición, en términos
beisbolísticos, fuera de base. Las elecciones de gobernadores mostraron algunos
síntomas de cuanto se puede hacer en Venezuela en materia electoral, con
independencia del tratamiento meramente legal. Creo es más importante prepararnos
oportunamente con un programa y con un líder, que serán requeridos para
reorientar el país y sin los cuales no podrán enmendarse los grandes males como
los señalados por el Dr. Álvarez Paz y otros más terrenales,
como producción de alimentos primarios e industrializados, economía, educación
etc. JAJP
Recurrir al 132 de la Constitución es recordarnos nuestra pertenencia a un cuerpo social. Muy bueno !
ResponderEliminar