Jesús
A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Si
empezamos estas reflexiones por el epílogo, el mayor triunfo
gubernamental ha sido lograr una profunda escisión entre quienes le hacen
oposición, mientras la derrota de ésta es no haber limado asperezas para
unirnos, difiriendo o superando las diferencias, al contrario, se abonaron
luchas intestinas y superables que obviamente fortalecen al sector oficialista.
Ambos
términos, victoria y derrota, son relativos. A veces uno de ellos es
simplemente el camino para llegar al otro, también cualquiera de los dos puede resultar
contundente pero efímero. Los
abogados estamos obligados a analizar y delimitar perfectamente ambos vocablos,
para recomendar a nuestros patrocinados determinadas actuaciones, porque se
pueden obtener sentencias contrarias a nuestros planteamientos, sin embargo,
pronunciamientos que mejoran la condición actual del cliente, o al revés.
En la guerra, en la política y en el ejercicio del
Derecho, nunca podemos dar por segura una victoria, tampoco la derrota. Lo que
puede y debe hacerse es planificar estrategias para obtener la primera, a la vez morigerar
la contundencia de la segunda y, en ambos casos, prever un plan alterno.
Desde hace muchos años los números que reflejan hoy las
encuestas confirman lo que se siente en la calle: Los opositores superamos con
creces a los oficialistas. Esa verdad no
genera ni el más pequeño atisbo de duda porque tiene fundamento en las ciencias
sociales, es imposible que un gobierno pueda
mostrar niveles de aceptación positivos cuando
tiene casi dos décadas de poder absoluto; que además de obtener ingentes
ingresos por precios altos de su principal producto de exportación, se endeudó
por encima de sus capacidades de pago; que ha generado por impericia y por dolo
en la gestión pública, la destrucción de nuestras industrias, de fincas
agropecuarias otrora productivas y, con ello, ocasiona escasez de alimentos y
medicinas e hiperinflación; que nos ha sumido en el más atroz estado de inseguridad
personal, destruyó la infraestructura vial, la inmobiliaria urbana y los
servicios públicos.
Esta situación, obviamente, nos aconsejaba prepararnos
para una contienda electoral, para lo cual debíamos estar unidos a través de
los partidos políticos y demás organizaciones de la llamada sociedad civil,
porque no es nueva la desconfianza de la gente en los primeros; requeríamos
tener a mano un grupo de potenciales candidatos y una forma de individualizar
al abanderado. Se requería haber afilado un programa electoral con
planteamientos claros y soluciones viables. Debimos crear esquemas para el
cumplimiento de las obligaciones que prudentemente corresponden a cada quien, los ciudadanos
asumiendo el compromiso de concurrir a
los centros electorales, los testigos cuidando las mesas y los técnicos
vigilando a los operadores de las Smartmatics. Así, no obstante la parcialidad
del árbitro y las desigualdades que producen las ofertas,
amenazas y dádivas del gobierno, obtendríamos una cantidad de votos muy
superior al señor Nicolás Maduro. Se debió trazar diferentes caminos previendo
siempre cualquier jugada del oficialismo, quien controlando las instituciones
podía adelantar, atrasar y condicionar los actos electorales. Sin embargo, hoy
nos conseguimos que nada fue apropiadamente previsto o no se pudo materializar
la estrategia. Recuerdo que ante el slogan de los anfitriones del Diálogo de
República Dominicana, “hasta
que todo esté aprobado, nada está aprobado” adelanté en este blogs (Ver “Más que un diálogo, es una
conversación”) que nada estará aprobado, porque no todo será aprobado.
Hoy se nos pide ir a las elecciones fijadas caprichosa y unilateralmente
por el gobierno - Psuv - CNE para el
próximo 20 de mayo. Por el bien del futuro de la República, antes de ir a ese
escenario es necesario que se determinen y aprueben reglas claras, lo contrario
sería una nueva decepción para el pueblo de Venezuela, como fue la consulta referendaria
del 2007 donde desechamos el socialismo y la posibilidad de la re reelección.
Sin embargo, a los pocos días una Ley Habilitante permitió al presidente Chávez
decretar leyes de orientación socialista y algunos meses después, una reforma
constitucional le abrió las compuertas para la reelección indefinida. También
debemos recordar el “apoteósico triunfo”
del 2015 donde elegimos una Asamblea Nacional con mayoría calificada que no
pudo sancionar ni una sola ley, ni controlar al gobierno, ni interpelar a sus
funcionarios, ni cumplir con ninguna de sus funciones constitucionales.
Ante estos antecedentes debimos amalgamar estrategias. El
candidato de la oposición debió nacer del consenso de todas las fuerzas
activas. Es necesario recordar como la intransigencia impidió la consolidación
de una candidatura opositora y unitaria en 1998, permitiendo de esa manera el
triunfo de Hugo Chávez Frías. Es menester que se conozca, entienda y respalde
una planificación para la recuperación
social, económica del país y su fuente de financiamiento. Es necesario abordar
y explicar las vías para el fortalecimiento de
las instituciones, incluida la Fuerza Armada Nacional y de la
Constitución.
Se nos pide que vayamos todos a votar porque superamos
fácilmente en votos al señor Nicolás Maduro. En ese supuesto, es cierta la
afirmación. Pero no obtendremos una verdadera victoria. El candidato no fue
producto de un consenso, no importa el nombre, el tema es que un sector
opositor muy alto, por ese hecho, no se siente obligado a votar. Como oferta electoral medular, se está
proponiendo violar la Constitución con una transición por tres años, que además
de no tener previsión legal implica que vamos a sufragar para que gane el
candidato y, de una vez, para revocarlo. Ningún programa serio se puede ejecutar
o al menos iniciar con firmeza, en un trienio. El punto central del programa de
la oposición es la dolarización de los salarios, el cual debe ser explicado
ampliamente porque muchos economistas de renombre son contrarios a ella, por
cierto, recomiendo leer el ensayo El
espejismo de la dolarización, del Dr. Ricardo Hausmann, con la virtud de la
profundidad de la ciencia económica, escrito para legos.
Ciertamente, la no concurrencia a las elecciones
convocadas para el 20 de mayo no deslegitima al gobierno actual, pero es que ya
está deslegitimado en su desempeño, por controlar los cuatro Poderes restantes
del Estado, hacer uso impropio de ellos y “convocar”
a una “Asamblea Nacional Constituyente”, lo que es un acto de fuerza al no tener sostén
jurídico y estar también deslegitimada en su ejercicio, por sancionar actos de
ejecución inmediata, sin refrendarlos el pueblo de Venezuela.
En todo caso no es lo más conveniente para el país que
juguemos a deslegitimar, sino a legitimar las instituciones, para eso son las
elecciones y la forma de hacerlo, es precisamente cumpliendo con nuestro corpus
juris, con un candidato que se proponga para seis años, que se fundamente en un
programa viable aprobado tácitamente durante el acto electoral y con la
posibilidad, que en las actuales condiciones no existen, que los mejores
venezolanos integralmente considerados estén prestos para ayudar al Presidente,
en el periodo más complicado de toda nuestra historia republicana. No votar se
constituye en un derecho cuando las condiciones no son las previstas,
seguramente la consecuencia será que gane el gobierno, esa será nuestra
derrota, pero al menos no sufriremos una nueva frustración, esa será nuestra
victoria. Dios bendiga a Venezuela!
Domingo de Resurrección
01/04/2018.
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