sábado, 31 de marzo de 2018

Victorias y derrotas.

Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp

Si empezamos estas reflexiones por el epílogo,  el mayor triunfo gubernamental ha sido lograr una profunda escisión entre quienes le hacen oposición, mientras la derrota de ésta es no haber limado asperezas para unirnos, difiriendo o superando las diferencias, al contrario, se abonaron luchas intestinas y superables que obviamente fortalecen al sector oficialista. 
Ambos términos, victoria y derrota, son relativos. A veces uno de ellos es simplemente el camino para llegar al otro, también  cualquiera de los dos puede resultar contundente pero efímero. Los abogados estamos obligados a analizar y delimitar perfectamente ambos vocablos, para recomendar a nuestros patrocinados determinadas actuaciones, porque se pueden obtener sentencias contrarias a nuestros planteamientos, sin embargo, pronunciamientos que mejoran la condición actual del cliente, o al revés.
En la guerra, en la política y en el ejercicio del Derecho, nunca podemos dar por segura una victoria, tampoco la derrota. Lo que puede y debe hacerse es planificar estrategias para obtener la primera, a la vez morigerar la contundencia de la segunda y, en ambos casos, prever un plan alterno.
Desde hace muchos años los números que reflejan hoy las encuestas confirman lo que se siente en la calle: Los opositores superamos con creces  a los oficialistas. Esa verdad no genera ni el más pequeño atisbo de duda porque tiene fundamento en las ciencias sociales,  es imposible que un gobierno pueda mostrar niveles de aceptación positivos  cuando tiene casi dos décadas de poder absoluto; que además de obtener ingentes ingresos por precios altos de su principal producto de exportación, se endeudó por encima de sus capacidades de pago; que ha generado por impericia y por dolo en la gestión pública, la destrucción de nuestras industrias, de fincas agropecuarias otrora productivas y, con ello, ocasiona escasez de alimentos y medicinas e hiperinflación; que nos ha sumido en el más atroz estado de inseguridad personal, destruyó la infraestructura vial, la inmobiliaria urbana y los servicios públicos.
Esta situación, obviamente, nos aconsejaba prepararnos para una contienda electoral, para lo cual debíamos estar unidos a través de los partidos políticos y demás organizaciones de la llamada sociedad civil, porque no es nueva la desconfianza de la gente en los primeros; requeríamos tener a mano un grupo de potenciales candidatos y una forma de individualizar al abanderado. Se requería haber afilado un programa electoral con planteamientos claros y soluciones viables. Debimos crear esquemas para el cumplimiento de las obligaciones que prudentemente  corresponden a cada quien, los ciudadanos asumiendo el compromiso de concurrir  a los centros electorales, los testigos cuidando las mesas y los técnicos vigilando a los operadores de las Smartmatics. Así, no obstante la parcialidad del  árbitro  y las desigualdades que producen las ofertas, amenazas y dádivas del gobierno, obtendríamos una cantidad de votos muy superior al señor Nicolás Maduro. Se debió trazar diferentes caminos previendo siempre cualquier jugada del oficialismo, quien controlando las instituciones podía adelantar, atrasar y condicionar los actos electorales. Sin embargo, hoy nos conseguimos que nada fue apropiadamente previsto o no se pudo materializar la estrategia. Recuerdo que ante el slogan de los anfitriones del Diálogo de República Dominicana, “hasta que todo esté aprobado, nada está aprobado” adelanté  en este blogs (Ver “Más que un diálogo, es una conversación”) que  nada estará aprobado, porque no todo será aprobado.
Hoy se nos pide ir a las elecciones fijadas caprichosa y unilateralmente por el gobierno  - Psuv - CNE para el próximo 20 de mayo. Por el bien del futuro de la República, antes de ir a ese escenario es necesario que se determinen y aprueben reglas claras, lo contrario sería una nueva decepción para el pueblo de Venezuela, como fue la consulta referendaria del 2007 donde desechamos el socialismo y la posibilidad de la re reelección. Sin embargo, a los pocos días una Ley Habilitante permitió al presidente Chávez decretar leyes de orientación socialista y algunos meses después, una reforma constitucional le abrió las compuertas para la reelección indefinida. También debemos recordar el “apoteósico triunfo” del 2015 donde elegimos una Asamblea Nacional con mayoría calificada que no pudo sancionar ni una sola ley, ni controlar al gobierno, ni interpelar a sus funcionarios, ni cumplir con ninguna de sus funciones constitucionales.
Ante estos antecedentes debimos amalgamar estrategias. El candidato de la oposición debió nacer del consenso de todas las fuerzas activas. Es necesario recordar como la intransigencia impidió la consolidación de una candidatura opositora y unitaria en 1998, permitiendo de esa manera el triunfo de Hugo Chávez Frías. Es menester que se conozca, entienda y respalde una planificación para la  recuperación social, económica del país y su fuente de financiamiento. Es necesario abordar y explicar las vías para el fortalecimiento de  las instituciones, incluida la Fuerza Armada Nacional y de la Constitución.
Se nos pide que vayamos todos a votar porque superamos fácilmente en votos al señor Nicolás Maduro. En ese supuesto, es cierta la afirmación. Pero no obtendremos una verdadera victoria. El candidato no fue producto de un consenso, no importa el nombre, el tema es que un sector opositor muy alto, por ese hecho, no se siente obligado a votar. Como oferta electoral medular, se está proponiendo violar la Constitución con una transición por tres años, que además de no tener previsión legal implica que vamos a sufragar para que gane el candidato y, de una vez, para revocarlo. Ningún programa serio se puede ejecutar o al menos iniciar con firmeza, en un trienio. El punto central del programa de la oposición es la dolarización de los salarios, el cual debe ser explicado ampliamente porque muchos economistas de renombre son contrarios a ella, por cierto, recomiendo leer el ensayo El espejismo de la dolarización, del Dr. Ricardo Hausmann, con la virtud de la profundidad de la ciencia económica, escrito para legos.
Ciertamente, la no concurrencia a las elecciones convocadas para el 20 de mayo no deslegitima al gobierno actual, pero es que ya está deslegitimado en su desempeño, por controlar los cuatro Poderes restantes del Estado, hacer uso impropio de ellos y “convocar” a una “Asamblea Nacional Constituyente”,  lo que es un acto de fuerza al no tener sostén jurídico y estar también deslegitimada en su ejercicio, por sancionar actos de ejecución inmediata, sin refrendarlos el pueblo de Venezuela.
En todo caso no es lo más conveniente para el país que juguemos a deslegitimar, sino a legitimar las instituciones, para eso son las elecciones y la forma de hacerlo, es precisamente cumpliendo con nuestro corpus juris, con un candidato que se proponga para seis años, que se fundamente en un programa viable aprobado tácitamente durante el acto electoral y con la posibilidad, que en las actuales condiciones no existen, que los mejores venezolanos integralmente considerados estén prestos para ayudar al Presidente, en el periodo más complicado de toda nuestra historia republicana. No votar se constituye en un derecho cuando las condiciones no son las previstas, seguramente la consecuencia será que gane el gobierno, esa será nuestra derrota, pero al menos no sufriremos una nueva frustración, esa será nuestra victoria. Dios bendiga a Venezuela!
Domingo de Resurrección 01/04/2018.

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