Jesús A.
Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
La verdad que la respuesta a la interrogante
que utilizo como título de estas reflexiones es muy compleja. Son muchos los
aspectos por analizar, más que valentía se debe demostrar inteligencia y
sagacidad. Me atrevo a asegurar que las opiniones
están divididas y que en cada sector de ellas, se hacen muchas especulaciones y
análisis subjetivos, algunos matizados por la desesperación que aflora en los
venezolanos ante la situación, realmente caótica, que vivimos.
El propio Guaidó ha referido que regresa en
los próximos días a enfrentar sus responsabilidades, mientras que personeros
del oficialismo con evidente ejercicio de poder estatal, han amenazado con “una merecida recepción” lo que a todas
luces significa que será apresado, entre otros hechos por desacatar la orden
del Máximo Tribunal de la República que
ordenó, como medida cautelar, la prohibición de su salida del país.
Acoto expresamente no discutir en esta
oportunidad, si Juan Guaidó es
Presidente Encargado de la República, ante la ausencia de uno Electo, lo que a
su vez implica el desconocimiento del proceso electoral concluido el 20 de mayo
del 2018 y, además, si es válida su designación como presidente de la Asamblea
Nacional con base a una serie de decisiones contrarias, dictadas por la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, condenando en desacato la
Junta Directiva 2016 – 2017, presidida por Henry Ramos Allup y, como
consecuencia, el desconocimiento de todas la directivas posteriores.
No entro a analizar esos temas porque por su
complejidad tanto jurídica como meramente política, nos desviaríamos
absolutamente de la pregunta inicial.
Lo que sí es cierto y un elemento evidente por ponderar para la respuesta, es que Juan
Guaidó debe considerar que ha rebasado sus propios derechos y
responsabilidades, porque se ha convertido en un factor para amalgamar el vasto
sector opositor, huérfano como estuvo durante varios años de un líder con poder
de convocatoria y que generara confianza, para la recuperación de nuestra
menguada democracia.
A este razonamiento debo vincular otro que
leí en algunas declaraciones o libro de don Rómulo Betancourt, fuente que no
recuerdo con precisión, pero quien razonablemente dijo que un dirigente
político de importancia no podía permitirse ser apresado con facilidad, porque
desde una celda no se transmiten ni ejecutan los programas y acciones que requieren de su liderazgo.
Abundaba el reconocido Padre de la Democracia
venezolana, que sólo estuvo tras las rejas en 1928, es decir, cuando apenas
rondaba 20 años de edad, por ende lleno
de ímpetu pero desprovisto de experiencias de vida. A medida que la fue
adquiriendo se mantuvo entre la clandestinidad y el destierro, lo que le permitió
luchar como lo hizo en el campo de la política, con los resultados que todos
conocemos.
Conforme información a través de los medios,
Guaidó y sus asesores confían en el apoyo internacional que se ha revelado en
su reciente gira por América del Sur; declaraciones de algún funcionario
norteamericano, según las cuales la detención o atentado personal contra él traería graves consecuencias y el masivo
respaldo popular que esperan pueda producir su regreso.
El problema es que no existe en el ordenamiento
jurídico internacional, la posibilidad de una acción inmediata ante ese hecho
concreto.
La Carta Democrática de la Organización de
Estados Americanos (Lima, 11/09/2001) es muy genérica en sus supuestos. Si bien
considera elementos esenciales de la democracia representativa, entre otros,
el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; el acceso al
poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho; la celebración de
elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y
secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos
y organizaciones políticas y la separación e independencia de los poderes
públicos.
Pero ante el
desconocimiento o desaplicación de los mismos, en tal grado que pudieran
afectar el desarrollo del proceso institucional democrático o el legítimo
ejercicio del poder, sólo podrían el Secretario General o el Consejo
Permanente, con el consentimiento previo del gobierno afectado, disponer
visitas y otras gestiones con la finalidad de hacer un análisis de la
situación.
En ese mismo orden la Carta de la OEA,
reformada en Buenos Aires el 27 de febrero de 1967, considera que todo Estado tiene derecho a elegir, sin injerencias
externas, su sistema político, económico y social, y a organizarse en la forma
que más le convenga, y tiene el deber de no intervenir en los asuntos de otro
Estado. Tan estéril resulta que Cuba, expulsada hace cincuenta y siete años no ha querido su
reincorporación.
Altos funcionarios de Estados Unidos a pesar de “tener todas las opciones sobre la mesa” han
incurrido en muchas contradicciones respecto a nuestra situación concreta, además que su propuesta fue descartada en la reciente
Reunión del Consejo de Seguridad de la Organización de naciones Unidas por el
veto de dos Miembros Permanentes, al igual que la de Rusia por no sumar los
votos necesarios (9), lo que hace presumir que cualquiera que se presente en el
futuro inmediato sufrirá la misma consecuencia.
Obviamente que si tiene un inmenso respaldo
popular, el cual no perdería en ningún caso, actuando con prudencia e
inteligencia.
Ruego al Espíritu Santo que ilumine a Juan Guaidó y a sus colaboradores inmediatos! Dios bendiga a
Venezuela!
03/03/2019.
Nos toca a los Venezolanos asumir nuestro rol. Que dios lo bendiga, lo proteja y le de sabiduría.
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