Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Aunque
comparto a plenitud la doctrina social de la iglesia católica, algunos de los
partidos que hacen de ella su filosofía, no pocas veces desconocen el sustrato
de la misma y, muchos de sus miembros, simplemente están allí porque es el
vehículo más fácil para aspirar a un cargo público o para figurar socialmente,
a tal punto que pueden cambiar de organización como de corbata, siendo
liberales o conservadores aduciendo las mismas razones.
Pero
lo cierto es que los partidos políticos son la célula fundamental de la
democracia, porque ella se constituye conforme a la teoría clásica de
Montesquieu, mediante el sincronizado balance de los distintos Poderes Públicos
del Estado y su control recíproco lo que supone, a su vez, que éstos se
integren de manera equilibrada por los diferentes grupos que conforman la
sociedad.
El
objetivo de un partido político es promover la participación ciudadana,
proponiendo para la dirección a quienes comparten semejantes principios y
valores, los cuales normalmente son homogéneos entre los integrantes de
gremios, sindicatos u otras organizaciones no gubernamentales. La ventaja
ponderada para el partido político, es que se forma con ciudadanos que
comparten la misma o semejante visión, pero desde ángulos diferentes.
Estas
organizaciones han existido siempre. Al principio el Senado Romano estaba
formado uniformemente sólo por castas de la alta sociedad, los llamados patricios, ya en el Siglo XII se podían
clasificar en güelfos y gibelinos, según
respaldaran al Pontífice o al Emperador. La Revolución Francesa dividió la
clase dirigencial en clero, nobles y burgueses, posteriormente gracias a los
escritos del abate Emmanuel Sieyés, hubo de darse entrada a las determinantes
nuevas ideas del tercer estado.
Se
tiene universalmente aceptado que los partidos políticos, conforme a la
concepción moderna por su estructura y organización, se inicia con los Conservadores (tories) y Liberales (whigs) en
el Parlamento Inglés. Los primeros caracterizados por ser tradicionalistas en
el afán de mantener las prerrogativas derivadas de la aristocracia y la
monarquía, mientras los segundos tratan de invadir la esfera de poder, mediante
el surgimiento de nuevas clases sociales y económicas, quizás inspirados en la
doctrina de Sieyés.
Los
cambios que para la economía representó la revolución industrial en el siglo XVIII
en Gran Bretaña, más las ideas de Carlos Marx en el siglo XIX, de luchas de
clases entre burguesía y proletariado, agregan nuevas clasificaciones de grupos
políticos que no se adaptan al liberalismo puro, ni a los Conservadores, como
se había entendido hasta entonces.
En
la Venezuela post perejimenista la participación estaba clara y definida: la socialdemocracia,
con Acción Democrática; el social cristianismo, con Copei y un partido de
tendencia liberal, representado por Unión Republicana Democrática.
En
mi opinión, entre todas las organizaciones empiezan a despertarse, en menor o
mayor grado, diferencias naturales nacidas por el mismo hecho de la diversidad
cultural, social y económica de sus militantes, generándose una crisis grave cuando los líderes principales, impiden el
natural ascenso de nuevas generaciones, ocasionándose en la segunda mitad del
siglo pasado la disolución de Unión Republicana Democrática y posteriormente, el
debilitamiento de Acción Democrática y Copei, con la pretensión de la reelección
presidencial, lo que logran finalmente en las postrimerías de la centuria.
El
cuadro anterior es lo que pienso, permite la participación pública del teniente
coronel Hugo Chávez, militar y enemigo jurado de los partidos políticos, a
quienes ataca desde el principio cerrándoles la posibilidad de financiamiento público
y fomentando la discordia entre ellos.
Un
nuevo fenómeno se presentó cayendo, ingenuamente, la dirigencia en el juego
destinado a quebrar la civilidad: la judicialización de la política. Hasta
entonces los problemas internos se tramitaban y decidían a través de Tribunales
de Honor. Revisando estos hechos podemos concluir que ni el liderazgo ni la
militancia salían profundamente fracturados después de un juicio sustanciado y
decidido por las mismas autoridades internas del partido. Incluso en el caso de
Acción Democrática y el Movimiento Electoral del Pueblo, que fue de gran
magnitud, divididos para una contienda electoral universal y secreta en la cual
se decidirían símbolos, tarjetas y colores, pero a la postre el primero
recuperó su fuerza y prestigio, mientras el segundo pasó a engrosar la legión
de mini partidos.
Con
la judicialización de los problemas intestinos
se ha permitido que el Estado, a través de sus diferentes órganos, actuando en
conjunción con el gobierno y el partido gobernante, destruya a las organizaciones
que cándidamente procuran justicia donde no deben, ante quien no es el
competente y tiene marcado interés en resolver a su conveniencia y en tiempo
inoportuno.
Así
lo reconoce la Sala Constitucional cuando en reciente sentencia del 27 de
agosto del 2019 (Exp. 2015-0860), establece que la intervención del Estado
incluso a través de los tribunales, dentro de los procesos internos de los
partidos, debe ser excepcional y únicamente “para
garantizar el libre ejercicio de los derechos políticos” en aplicación del
artículo 67 de la Constitución Nacional.
¿Quién
gana recurriendo a los tribunales para resolver los conflictos internos de los
partidos políticos? Es obvio, el gobierno armado de una Themis, sin venda ni
balanza.
Indudablemente
que requerimos de partidos políticos fuertes y con militancia unida, porque es
el vehículo ideal para “implantar la democracia donde no existe,
fortalecerla donde está débil y consolidarla donde ya está presente” como
pregonaba el Dr. Arístides Calvani, pero son ellos mismos quienes deben
organizar sus estructuras, dirigir la
institución y resolver sus problemas. Dios bendiga a Venezuela!
31/08/2019.
Es importante saber que. Usando esto sucede ,la intervención del gobierno y los tribunales en la resolución de conflictos internos hacia quien beneficia esa intervención al que más simpatiza con el gobierno y además pueda colaborar con el sin demostrarlo efusivamente .Por lo demás estoy de acuerdo con ud en los planteamientos hechos en este artículo.
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