sábado, 31 de agosto de 2019

Tribunales: banquillo y hoguera de los partidos políticos.

Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
 Empiezo a escribir sin tener el pleno convencimiento que debo hacerlo sobre el tema anunciado en el título, porque la política siempre me ha sido extraña. Mi línea de pensamiento y acción no encaja dentro de ninguna organización formal.
Aunque comparto a plenitud la doctrina social de la iglesia católica, algunos de los partidos que hacen de ella su filosofía, no pocas veces desconocen el sustrato de la misma y, muchos de sus miembros, simplemente están allí porque es el vehículo más fácil para aspirar a un cargo público o para figurar socialmente, a tal punto que pueden cambiar de organización como de corbata, siendo liberales o conservadores aduciendo las mismas razones.
Pero lo cierto es que los partidos políticos son la célula fundamental de la democracia, porque ella se constituye conforme a la teoría clásica de Montesquieu, mediante el sincronizado balance de los distintos Poderes Públicos del Estado y su control recíproco lo que supone, a su vez, que éstos se integren de manera equilibrada por los diferentes grupos que conforman la sociedad.
El objetivo de un partido político es promover la participación ciudadana, proponiendo para la dirección a quienes comparten semejantes principios y valores, los cuales normalmente son homogéneos entre los integrantes de gremios, sindicatos u otras organizaciones no gubernamentales. La ventaja ponderada para el partido político, es que se forma con ciudadanos que comparten la misma o semejante visión, pero desde ángulos diferentes.
Estas organizaciones han existido siempre. Al principio el Senado Romano estaba formado uniformemente sólo por castas de la alta sociedad, los llamados patricios, ya en el Siglo XII se podían clasificar en güelfos y gibelinos, según respaldaran al Pontífice o al Emperador. La Revolución Francesa dividió la clase dirigencial en clero, nobles y burgueses, posteriormente gracias a los escritos del abate Emmanuel Sieyés, hubo de darse entrada a las determinantes nuevas ideas del tercer estado.
Se tiene universalmente aceptado que los partidos políticos, conforme a la concepción moderna por su estructura y organización, se inicia con los  Conservadores (tories) y Liberales (whigs) en el Parlamento Inglés. Los primeros caracterizados por ser tradicionalistas en el afán de mantener las prerrogativas derivadas de la aristocracia y la monarquía, mientras los segundos tratan de invadir la esfera de poder, mediante el surgimiento de nuevas clases sociales y económicas, quizás inspirados en la doctrina de Sieyés.   
Los cambios que para la economía representó la revolución industrial en el siglo XVIII en Gran Bretaña, más las ideas de Carlos Marx en el siglo XIX, de luchas de clases entre burguesía y proletariado, agregan nuevas clasificaciones de grupos políticos que no se adaptan al liberalismo puro, ni a los Conservadores, como se había entendido hasta entonces.
En la Venezuela post perejimenista la participación  estaba clara y definida: la socialdemocracia, con Acción Democrática; el social cristianismo, con Copei y un partido de tendencia liberal, representado por Unión Republicana Democrática.
En mi opinión, entre todas las organizaciones empiezan a despertarse, en menor o mayor grado, diferencias naturales nacidas por el mismo hecho de la diversidad cultural, social y económica de sus militantes, generándose una crisis grave  cuando los líderes principales, impiden el natural ascenso de nuevas generaciones, ocasionándose en la segunda mitad del siglo pasado la disolución de Unión Republicana Democrática y posteriormente, el debilitamiento de Acción Democrática y Copei, con la pretensión de la reelección presidencial, lo que logran finalmente en las postrimerías de la centuria.
El cuadro anterior es lo que pienso, permite la participación pública del teniente coronel Hugo Chávez, militar y enemigo jurado de los partidos políticos, a quienes ataca desde el principio cerrándoles la posibilidad de financiamiento público y fomentando la discordia entre ellos.
Un nuevo fenómeno se presentó cayendo, ingenuamente, la dirigencia en el juego destinado a quebrar la civilidad: la judicialización de la política. Hasta entonces los problemas internos se tramitaban y decidían a través de Tribunales de Honor. Revisando estos hechos podemos concluir que ni el liderazgo ni la militancia salían profundamente fracturados después de un juicio sustanciado y decidido por las mismas autoridades internas del partido. Incluso en el caso de Acción Democrática y el Movimiento Electoral del Pueblo, que fue de gran magnitud, divididos para una contienda electoral universal y secreta en la cual se decidirían símbolos, tarjetas y colores, pero a la postre el primero recuperó su fuerza y prestigio, mientras el segundo pasó a engrosar la legión de mini partidos.
Con la judicialización  de los problemas intestinos se ha permitido que el Estado, a través de sus diferentes órganos, actuando en conjunción con el gobierno y el partido gobernante, destruya a las organizaciones que cándidamente procuran justicia donde no deben, ante quien no es el competente y tiene marcado interés en resolver a su conveniencia y en tiempo inoportuno.
Así lo reconoce la Sala Constitucional cuando en reciente sentencia del 27 de agosto del 2019 (Exp. 2015-0860), establece que la intervención del Estado incluso a través de los tribunales, dentro de los procesos internos de los partidos, debe ser excepcional y únicamente “para garantizar el libre ejercicio de los derechos políticos” en aplicación del artículo 67 de la Constitución Nacional.
¿Quién gana recurriendo a los tribunales para resolver los conflictos internos de los partidos políticos? Es obvio, el gobierno armado de una Themis, sin venda ni balanza.
Indudablemente que requerimos de partidos políticos fuertes y con militancia unida, porque es el vehículo ideal para “implantar la democracia donde no existe, fortalecerla donde está débil y consolidarla donde ya está presente” como pregonaba el Dr. Arístides Calvani, pero son ellos mismos quienes deben organizar  sus estructuras, dirigir la institución y resolver sus problemas. Dios bendiga a Venezuela!
31/08/2019.

1 comentario:

  1. Es importante saber que. Usando esto sucede ,la intervención del gobierno y los tribunales en la resolución de conflictos internos hacia quien beneficia esa intervención al que más simpatiza con el gobierno y además pueda colaborar con el sin demostrarlo efusivamente .Por lo demás estoy de acuerdo con ud en los planteamientos hechos en este artículo.

    ResponderEliminar

El abogado, el juez y los robots.

  Jesús A. Jiménez Peraza @jesusajimenezp   En 1972 la Federación de Colegios de Abogados de Venezuela, obtuvo la aprobación de una pe...