Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
La batalla por la paz es
el libro más reciente del ex presidente de Colombia, Dr. Juan Manuel Santos, el
cual subtitula para graficar su contenido e intención, como “el largo camino para acabar el conflicto con
la guerrilla más antigua del mundo”.
Lo
catalogo como un documento histórico, por lo que deben transcurrir muchos años
para apreciar si realmente se cumplió el objetivo del presidente Santos, quien
dos años y medio después de la firma del convenio con las FARC, determina que
ahora su país es otro, abierto a la esperanza, a la inversión y constituido en
uno de los destinos turísticos más importantes del mundo.
De
entrada me responde la interrogante que siempre me había planteado respecto a
la autoría del artículo publicado con su nombre en la revista Diners (2004),
titulado “Arde Venezuela...y puede quemar
a Colombia”, porque me inclinaba a pensar era una travesura de alguien en
las redes, de donde lo extraje, puesto es difícil imaginar que quien se haya
expresado en unos términos tan fuertes del presidente Hugo Chávez y su
Revolución Bolivariana, pudiera posteriormente ser su nuevo mejor amigo, como lo calificara durante una Cumbre celebrada
en México.
El
ex presidente Santos reconoce en su obra el cambio de actitud. Como profesional
de sólida formación académica es liberal y defiende la tesis de las leyes del
mercado, un Estado que debe intervenir en las cuestiones básicas, pero
permisivo con la libre empresa, todo ello
antítesis del socialismo decadente y arcaico cuyo modelo fracasó en Rusia con
la Perestroika y en Alemania con la caída del Muro de Berlín.
El
autor hace gravísimas imputaciones a Chávez, a su modelo político y acciones
contra la democracia. Lo acusa de violaciones a los derechos humanos y su
intención de desplazar su movimiento revolucionario a los demás países del
continente. Refiere el papel protagónico de Hugo Chávez en protección de los
grupos subversivos y hechos concretos como el apoyo a las guerrillas de las
Farc y ELN, develados en las computadoras y pen drives rescatados después del
episodio donde resultó muerto el jefe y máximo líder guerrillero Raúl Reyes.
También narra la participación estelar del ex presidente venezolano en el caso
de la Operación Jaque, para la liberación de la señora Ingrid Betancourt.
Tampoco
escatima adjetivos para calificar a su sucesor, el presidente Nicolás Maduro,
describiéndolo como discípulo devoto, menos
carisma, escaso sentido del humor y pobre capacidad intelectual.
Sin
embargo, en ambos reconoce y agradece la participación para el proceso de paz
en Colombia, para la protocolización del acuerdo de cese al fuego y específicamente al actual presidente
Maduro, su intervención para el Acuerdo Final de Terminación del conflicto
armado. Paradójicamente califica al régimen venezolano como una dictadura
consolidada mediante un írrito proceso constituyente (2017), con poderes por
encima de los órganos constituidos al estilo de las repúblicas democráticas de la antigua Unión Soviética, para
gobernar a un “pueblo con hambre, cada
vez más desesperado, víctima de censuras y otros atropellos”.
Creo
que este argumento es incoherente, porque al llegar a esa conclusión mal puede
agradecer cualquier gesto amistoso hacia su pueblo. No pueden los gobernantes
hacer carantoñas a un gobierno que consideren maltratan los derechos humanos,
cualquiera fuera los beneficios que produzca para la comunidad internacional en
otros aspectos.
Es
prolijo en la narración de anécdotas sucedidas en el Palacio de Nariño,
diferentes sitios donde se desarrolla la alta política del mundo y se deciden los
destinos de los pueblos. Refiere como su decisión más difícil, ordenar la
ejecución de la operación militar que terminó con la vida de Alfonso Cano,
porque con él se habían iniciado conversaciones, dos de ellas en la Isla de la
Orchila en territorio de Venezuela, que
obviamente se pondrían en riesgo con el ataque a Cano, pero establecido el
análisis racional de costos y beneficios, concluyó en la conveniencia de
continuar la acción, ya que lo contrario
desmoralizaría a sus tropas. Por lo demás Cano era un hombre de duro,
inflexible y dogmático, que posiblemente no hubiese permitido la feliz
conclusión del proceso de paz.
Dejando
a salvo la observación personal que antes hice, el presidente Juan Manuel
Santos se revela como un verdadero estadista, capaz de deponer conductas al
actuar orientado por intereses superiores, que se traducen en el bien de su
país. Detalla la complejidad política y jurídica que supone concluir un proceso
de paz, que supone olvidar delitos, excepto los tipificados por la legislación
internacional, conceder reivindicaciones no admitidas por muchas de las
víctimas del grupo alzado en armas contra la República y explicar a sus cuerpos
armados el cese de hostilidades, para las cuales se habían preparado.
No
escatima esfuerzos el ex presidente Santos en atacar la acción política
desplegada por el también ex presidente Álvaro Uribe, de quien cuenta
singulares episodios personales y como jefe de Estado. Siendo que fue su
Ministro de la Defensa, por ende, hombre de entera confianza, podemos llegar a
la conclusión que debieron suceder hechos quizás no suficientemente reconocidos
en el libro, para que en contrasentido con su relación con Chávez, lo
convirtiera en su nuevo peor enemigo. Ya
se conocerán las circunstancias que realmente ocasionaron esa tormentosa
relación. Cosas de los políticos y de los seres humanos. Dios bendiga a
Venezuela!.
22/01/2020.
Ahora que me encuentro en
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