Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Son
incalculables los daños que tanto en lo económico como en lo humano han causado,
al país nacional, los gobiernos de los
presidentes Hugo Chávez y Nicolás Maduro, quienes han copado toda la
escena durante el transcurso del siglo
XXI. En algunos de estos males podemos apreciar ya sus efectos porque son
inmediatos. Otros van acumulando sus capas negativas hasta que alguna vez,
tarde o temprano, haga su aparición ya consolidado en personas determinadas o
como mal colectivo.
La
educación durante la mal llamada Cuarta República, más
propiamente la República Civil del siglo XX presidida por Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Rafael Caldera
I y II, Carlos Andrés Pérez I y II, Luis Herrera Campins y Jaime Lusinchi, a la que me voy a referir porque puedo dar
testimonio por haberla vivido sin necesitar, por ende, recurrir a libros o
testigos inmemoriales, era perfectible
pero en relación a la de hoy, extraordinaria. Estudié en escuela (Manuel
Antonio Carreño, Sanare, Lara), liceo
(Mario Briceño Iragorry, Barquisimeto) y universidad (Central de Venezuela,
Caracas) públicos, por lo que estoy en capacidad de dar fe de la calidad de los
profesores y preparación en general, de los estudiantes que de esos centros
egresaban.
Hoy
cualquier conversación trivial, básicamente con abogados o médicos graduados en
las universidades de nuevo cuño, nos enrostra las deficiencias académicas en
formación general o en la especialidad. Desgraciadamente esa carencia ha
permeado a los antiguos centros de formación, porque la estampida de profesores
es evidente y negativa su consecuencia.
La
falta de preparación letrada se refleja, por supuesto, en los servicios de
salud. Hoy al visitar cualquier centro público o privado en procura de
atención médica, el primer consejo es averiguar la historia curricular del
galeno si queremos curar nuestros males y no agravarlos. En el léxico más
elemental o en la atención personal misma al paciente, vemos la diferencia
abismal entre los verdaderos médicos y quienes pueden ejercer la medicina por
permitirlo la ley de la materia, porque la forma de tratar y consolar al
paciente es una técnica que también se estudiaba y aprendía antaño.
La
diáspora es una consecuencia del mal gobierno. Todos
tenemos amigos y parientes que han tenido la necesidad de emigrar de Venezuela.
Los más jóvenes obligados por las circunstancias, porque no consiguen trabajo
bien remunerado y, los de mayor edad
porque entienden como en efecto es, que tienen derecho a una vida mejor
y con calidad en los servicios públicos,
en el ocaso de sus vidas. La emigración trae consigo la consecuencia
inmediata de la separación familiar o desarraigo y, mediata con la pérdida de
la nacionalidad sobre todo de la generación que nace o se desarrolla en el
exterior. Es triste, por utilizar el más suave de los adjetivos, cuando vemos
que nuestros nietos no conocen la hermosa historia de Venezuela, la vida de los héroes libertarios, no gustan
de las comidas vernáculas, ni les atraen nuestras playas o montañas o les
parecen exóticas las sabanas de Apure.
Los gobiernos de la Quinta República se ocupan poco del ambiente, los ríos y
lagos cada vez están más contaminados y la explotación minera ha sido con el
sólo propósito de proveer divisas, aún a costa de su degradación. Las plazas en
pueblos y ciudades están absolutamente deterioradas porque su embellecimiento y
conservación, se tiene como gasto superfluo.
Hemos
perdido la infraestructura vial y urbana, los edificios públicos lucen
en las peores condiciones, sin servicios ni seguridad. Las calles y carreteras
sin iluminación, señalamientos y multiplicados los huecos, baches y los
peligrosos obstáculos con los llamados policías
acostados, que se prestan para accidentes y asaltos.
Los
trabajadores perdieron sus prestaciones porque las disolvió la
inflación. Los salarios son insuficientes y las pensiones, que el gobierno actual
hace aparentar como el gran logro oficialista, no es tal porque si bien en monto
es significativamente superior a las conferidas en el siglo XX, aquellas
servían para que algunos remediaran momentáneamente alguna necesidad perentoria
y, las de hoy no alcanzan para el pan de un día, por ende no resuelven el
problema de nadie.
También
se ufana el gobierno de haber masificado la construcción de viviendas
populares, pero a la par de no adjudicarlas en propiedad privada como debe ser
la obligación concurrente de diversos órganos del Estado, conforme al artículo
82 constitucional, no se conoce el número porque las estadísticas oficiales no
son comprobables ni merecen fe pública.
La
alternabilidad en el gobierno es una de las
características de nuestra democracia conforme a los artículos 3 de la CN61 y el 6 de la CN99. Si
bien la condición fue morigerada por la enmienda del año 2009, ante el fracaso
de la reforma propuesta en el 2007, debemos destacar que en la República Civil
rigieron nuestros destinos seis
Presidentes de la República (ver infra), porque repitieron con diez años de intervalo
cada uno, Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez, pero gobernaron ocho equipos de gobierno, que es
lo importante. En nada se parece el gabinete de Rafael Caldera I, cuyos
ministros experimentaron por primera vez en Venezuela el cambio pacífico y electoral,
de un partido político en el ejercicio del poder, al Caldera II que fue un
gobierno multi cromático. Igualmente es marcadamente incomparable el Carlos
Andrés I, acompañado de funcionarios de alto nivel administrativo, básicamente
miembros de Acción Democrática, como era natural vista la filiación política
del Presidente, a los independientes y de profunda formación académica de
Carlos Andrés II. No analizo en esta oportunidad sus actuaciones, sólo recuerdo
el hecho objetivo de la conformación ministerial en ambos casos.
Los
altos funcionarios de los presidentes Hugo Chávez y Nicolás Maduro, son básicamente
los mismos, sólo cambian de cartera por enroque, como en ajedrez. Algunos que
acompañaron la Revolución en su primera etapa, han sido execrados, acusados de
corrupción e ineficiencia. Otra característica en ambos casos es el abordaje de
militares en cargos eminentemente civiles.
Pero
realmente la gran diferencia entre la Cuarta
y la Quinta República, viene dada por
lo que creo podemos bautizar como el respeto
a la ley, a lo cual por cuestiones de espacio me referiré posteriormente.
Dios bendiga a Venezuela!
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