Jesús A.
Jiménez Peraza
@jesusajimenezp
Desde 1836 repuntaron en Europa varios movimientos
conformados principalmente por los alemanes
exiliados. Ellos integraron entre otras la Liga de los Proscritos, los Socialistas
Utópicos y la Liga de los Justos, quienes pregonaban diversas reivindicaciones sociales.
Uno de los principales voceros de estos
grupos era Wilhelm Weitling (1808 – 1871), permanente agitador de la masa
obrera, creador de organizaciones tanto en el viejo mundo como en Estados
Unidos, eterno soñador sobre las
necesarias mejoras en la sociedad del futuro, con el precedente del colectivismo
agrario y no muy alejado del mensaje de
Jesucristo contenido en los Evangelios, hecho que precisamente impidió fuera escogido
para la redacción del programa político de la Organización Obrera Internacional,
en el Congreso celebrado en Londres en noviembre de 1847.
Ese programa teórico – práctico fue encargado
a Carlos Marx y Federico Engels, quienes trazaron las líneas gruesas del Manifiesto Comunista, publicado años más
tarde. En el propio instrumento original sus autores advierten que su
aplicación debe variar dependiendo de las circunstancias de tiempo y lugar, por
lo que las medidas revolucionarias,
listadas al final del capítulo II, deben entenderse como principios
programáticos y etéreos.
Incluso cuando Marx y Engels redactan a dos
manos el prólogo de la edición alemana el 24 de junio de 1872, es decir 25 años
después, advierten significativos variantes debido al desarrollo industrial y
el progreso en la organización obrera, experimentados desde el Congreso Obrero
de 1847 en Londres, y especialmente porque los comunistas fracasaron en la
implantación de sus ideas, durante la llamada Revolución de febrero en 1848,
cuando dirigieron la Comuna francesa.
En este prólogo de 1872 ya sus autores
reconocen la imposibilidad de modificar su Manifiesto original, circunstancia
que utiliza Federico Engels en el exordio de la edición alemana en junio de
1883, valido además de la excusa que dos meses antes había fallecido Carlos
Marx, cuya idea cardinal se circunscribe a que disuelto el régimen de comunidad
del suelo, el proletariado como clase oprimida, no puede emanciparse de la
burguesía o clase explotadora, sin liberar para siempre la sociedad de la
opresión, lo que obviamente es un mensaje sobre las dificultades de imponer el
comunismo que unido a las variaciones de las circunstancias por tiempo y lugar,
impide la aplicación uniforme de la doctrina comunista en el mundo.
En la edición alemana de 1890 Engels reconoce
que para entonces, tanto Rusia como Estados Unidos, son los pilares del orden
social europeo, porque provén las materias primas necesarias y a la vez
abastecen los mercados, lo que conlleva que la pequeña y mediana propiedad
sucumba ante las grandes explotaciones, lo que a su vez incentiva la creación
del proletariado y una fabulosa concentración de capitales.
En 1848 cuando por primera vez se presenta el
Manifiesto, aunque no se publica, no se contemplaron los casos de Rusia y
Estados Unidos, la primera constituía la última gran reserva de la reacción
europea y el segundo, a través de la emigración absorbe las energías sobrantes
del proletariado del continente europeo. Con la exposición de estos dos
importantes factores, entiendo que reconoce Engels, un error fatal al plantear la doctrina central.
Es el mismo Federico Engels entones,
quien a través de las múltiples
traducciones del Manifiesto Comunista original y en la redacción de los diferentes
prólogos, que tradicionalmente ha sido la forma de su divulgación, quien pone
en dudas las virtudes del comunismo como
doctrina férrea y avizora su fracaso, porque las proporciones de explotación y energía de Estados Unidos, en poco
tiempo echará por tierra el monopolio industrial de la que hoy disfruta Europa
Occidental (Prólogo alemán 1890).
Otra distinción importante de Engels es que
el socialismo designa un movimiento
burgués, mientras que el comunismo es
un movimiento obrero. Los socialistas en
1847, escribe Engels ([i]) estaban conformados por dos sectores
sociales, los utópicos, representados
por los owenistas en Inglaterra y en Francia por los fourieristas, por una
parte, ambos agonizantes y los “charlatanes
de toda laya” por la otra, que aspiraban remediar las injusticias de la
sociedad con remiendos, sin tocar el capital ni la ganancia.
El Manifiesto parte del hecho que toda la
historia de la humanidad se basa en una lucha de clases ininterrumpida, a veces
vedada y otras franca y abierta. Así fue en Roma con patricios, équites,
plebeyos y esclavos; en la Edad Media, los feudales, clero y vasallos. Marx y
Engels la clasificaron en 1847 en burgueses y proletarios, producto entre otros
eventos del descubrimiento y colonización de América, la circunnavegación de
África y el mercado de China e Indias Orientales, por lo que obvia y
expresamente reconocen que la burguesía
ha desempeñado un papel verdaderamente revolucionario, poniendo sello
cosmopolita a la producción.
Marx y Engels no hacen distinción entre los
comunistas y demás partidos proletarios, más que en la reivindicación de
intereses comunes independientemente de la nacionalidad, lo que los constituye
en un movimiento universal. Es importante destacar que en el Manifiesto
Comunista no se impone la abolición de la propiedad en general, sino del
régimen de propiedad de la burguesía, aunque habla de la apropiación de lo
producido por el antagonismo de las dos clases, de donde alguna parcialidad
sustenta la “abolición de la propiedad
privada por el comunismo”. Sin embargo, mucho del contenido exacto del
documento se ha perdido en las imprecisiones de la traducción y, en la negativa
de ampliación por Engels, fundamentalmente.
Acepta el Manifiesto la posición del
capitalista como sujeto social en el proceso de producción, es decir, no lo excluye, sólo aspira que el carácter
colectivo de la propiedad no se reduzca a la clase social. Señala igualmente
que el precio medio del trabajo asalariado sea el suficiente para la suma de
víveres requeridos. En la burguesía dice, el trabajo vivo del hombre es para incrementar el trabajo acumulado, por lo que el pasado impera sobre el presente, mientras
que en el comunismo ese trabajo acumulado
sirve para fomentar y enriquecer la vida del obrero, por lo que es el presente
lo que impera sobre el pasado.
El comunismo no priva de la apropiación de
los productos sociales, pero sí de poder apropiarse del trabajo ajeno. De
manera que en algunas partes el Manifiesto Comunista es transgredido por los
intérpretes del actual sistema en diferentes partes del mundo, incluidas Cuba y
Venezuela!. Donde sí creo que lo acatan a la perfección es cuando señala: “Los trabajadores no tienen patria, mal se
les puede quitar lo que no tienen”. En cuanto a la visión religioso –
filosófico lo imputan simplemente como consecuencia del cambio de vida y no por
los principios religiosos en sí.
Algunos principios sobre los cuales se
asienta el comunismo, siempre bajo la premisa de poder cambiarlas dependiendo
de lugares y épocas, son: 1) expropiación de bienes inmuebles y aplicación de
la renta a los gastos públicos. 2) impuestos progresivos y abolición del
derecho a la herencia. 3) confiscación de la fortuna de emigrados y rebeldes.
4) deber general de trabajar, sobre todo en el campo; multiplicación de
fábricas, que deberán articularse con el trabajo rural para enervar las
diferencias; nacionalización de transportes; centralización de créditos del
Estado mediante la banca y, 5) educación infantil gratuita.
En el tercer capítulo el manifiesto distingue
una serie de características relacionadas con el socialismo, que clasifica en:
1. Reaccionario, conformado por el feudal, el pequeño burgués y el alemán o
verdadero socialismo, por haber absorbido la lucha contra el absolutismo
feudal. 2. El burgués o conservador. 3. El socialismo y comunismo crítico –
utópico.
Cada uno tiene sus características propias, por lo que en Venezuela específicamente, los líderes oficialistas deberían definir un camino y presentar cuentas del desastre ocasionado a nuestra economía y nuestro sistema social. Un Estado inmensamente rico por sus tesoros naturales, minas e hidrocarburos, productos agrícolas y pecuarios e industrias en mejoramiento, ha sido casi integralmente diluido en dos décadas. El salario y las prestaciones de los trabajadores evaporadas y el pequeño capital, permitido por la doctrina expuesta por Marx y Engels, entre el Estado y el proletariado, absolutamente menguado. Este tema también debe ser discutido por el gobierno y la oposición, durante el debate en ciernes en el ciclo electoral de gobernadores, alcaldes, diputados regionales y concejales. Es hora de definir y escoger a los mejores, a través del camino pacífico que nos depara la CN1999! Dios bendiga a Venezuela!
05/05/2021.
[i] Edición Alemana del
Manifiesto Comunista en 1890.
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