- La guerra es una estupidez ideada por hombres
estúpidos, quienes solo analizan estupideces.
En el Museo Louvre de París
está un fragmento en piedra caliza, con unos grabados descubiertos a finales
del siglo XIX en la Antigua Ngirsu, Irak, donde estuvo la región de Sumeria,
Mesopotamia, considerada cuna de la civilización.
La obra, en su conjunto,
representa la victoria del rey Eannatum de
Lagash sobre la ciudad de Umma. Allí se observa como miles de soldados marchan
victoriosos, sobre un suelo plagado de cadáveres, que solo sirven para alimentar
perros y buitres.
Mesopotamia era una región
fértil, bendecida por Dios con mucha agua puesto hacían confluencia los ríos
Tigris y Éufrates. En ella estaban enclavadas dos grandes ciudades, Lagash y
Umma, que por más de 100 años lucharon, formalmente entre sí, por agua a pesar que la tenían en abundancia;
por rutas de comercio, no obstante que por la inmensidad del valle se podían
acondicionar varios accesos diferentes, en sana paz. Una tercera causa del
conflicto era el desacuerdo sobre sus fronteras, porque entre ellas estaba el fértil
valle de Guedenna, y ninguna de las ciudades quería respetar un antiguo
tratado, conforme al cual Umma podía cultivar los campos, pagando un impuesto a
Lagash.
Pero el tema de fondo era
que tanto en Lagash como en Umma, ya se
manejaba el concepto de ciudad – estado, de manera que a pesar de constituir
simples ciudades requerían imponer su autoridad, concepto que hoy denominamos
soberanía. Es el mismo principio a pesar de haber transcurrido 45 siglos, es
decir, 4.500 años desde la conclusión de esa guerra que se dice fue la primera
en la historia. Durante el transcurso de todo el centenario enfrentamiento cada
una de las ciudades se iba fortaleciendo militarmente, sometiendo otras
pequeñas localidades para convertirlas en sus aliados y, sobre todo, se fue
creando la cultura de la guerra entre los niños, convirtiéndolos en los
guerreros que mantuvieron una lucha injustificada.
Fue Mesilim el legendario
rey de Kish, quien actuando como mediador o árbitro en el conflicto, hizo
construir la Estela de los Buitres
que recordaría al mundo eternamente, la victoria del rey Eannatum, la derrota
de Umma, la propiedad sobre el valle de Guedenna, la extensión de los dominios
de Lagash sobre toda Sumeria y su
poderío hasta lejanas tierras, donde corrían el Tigris y el Eufrates.
Pero las causas de la
terminación de una guerra, son las mismas que originan el nacimiento de la
siguiente. A Umma se le privó del agua a la cual tenía derecho; se le quitó
acceso a todas partes y fueron, sus habitantes, humillados con escandalosos
impuestos y haciéndoles jurar fidelidad al victorioso. Lagash conformó un poder
absoluto al sur de Mesopotamia pero lentamente Umma logró aliarse con los
reinos de Ur y Uruk, logrando la primera alianza de ciudades – estados de las
que conoce la historia. A la larga se fortaleció Uruk, que se hizo de todo el poder en la zona
génesis de la humanidad.
Entre 1914 y 1918 Europa se
vio sumida en la llamada Gran Guerra o I Guerra Mundial, había germinado la
idea del nacionalismo, erigido sobre
la base falsa de que la
preponderancia en la cultura, la economía y la lengua da derecho de dominio
sobre otras tierras. El desarrollo industrial de algunas potencias generó la
necesidad de nuevos mercados y nuevos lugares para abastecerse de materias
primas.
El enfrentamiento Lagash –
Umma cambió de nombres, serían el franco – alemán; el anglo – alemán y el
austrohúngaro – ruso. Se fueron creando Alianzas Estado – Estado, que requerían
probar las modernísimas armas representadas por lanzallamas, tanques, morteros,
bombas, aviones. Fue asesinado el archiduque Francisco Fernando de Austria, hecho
considerado detonante para iniciar la beligerancia
que costó 10.000.000 de vidas humanas. Concluyó esta guerra con el Tratado de
Versalles y el juramento de que nunca más el hombre iría a una conflagración
mundial, en garantía de lo cual creamos la Sociedad de Naciones en 1920.
El desequilibrio del acuerdo
de Versalles según la opinión de Adolph Hitler, el tercer Reich y sucesor de
los anteriores Imperios germanos, quien no aceptó la democracia constitucional
de la Alemania derrotada, constituida en la nueva República de Weimar, dio lugar a la II Guerra
Mundial con sus 60.000.000 de muertos. Esta vez el conflicto se extendió por
tres continentes y se planteó entre dos grupos poderosos, los Aliados contra
las Potencias del Este. De alguna manera fue el escenario para el estallido de
la primera bomba con energía nuclear; exterminación masiva de seres humanos por
motivos raciales; conocimos la miseria de la emigraciones, donde el hombre deja
atrás sus propiedades, sus sueños, la paz, se desintegran familias y comenzamos
a entender la frase de Tomás Hobbes, que “el
hombre es el lobo del hombre”.
En 1945 renació la esperanza,
formalmente
terminó la II guerra, se signaron los Tratados de París y apareció la Organización
de Naciones Unidas (ONU), quien prometió preservar a las generaciones futuras
del flagelo de la guerra que dos veces
ha infligido a la humanidad sufrimientos indecibles; ratificó la fe en
los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona
humana, en la igualdad de los derechos humanos. Dijeron que todas las naciones
serían iguales, las grandes y las pequeñas, las poderosas y las débiles, cuando
realmente sólo algunas conformaban el Consejo de Seguridad y más restringido
aun, se reconocería derecho de veto, solo a 5 de ellas. Juraron que tendríamos un mundo de justicia y que el respeto a las obligaciones
emanadas de los tratados y de otras fuentes del Derecho Internacional para
promover el progreso social y elevar el
nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad. Prometieron tolerancia y se obligaron a convivir en
armonía como buenos vecinos. La fuerza solo sería utilizada para mantener la
paz, la seguridad internacional y el bien común. Trabajaríamos unidos para promover el progreso económico y social de todos
los pueblos y aunar nuestros esfuerzos para realizar estos designios. Eso lo
dice la Carta fundacional de la ONU.
Atrás habían quedado el rey
Eannatum, Adolph Hitler, la Estela de Buitres y el Tratado de Versalles. Ahora
regían los Tratados de París y los acuerdos en la Asamblea General de la ONU. Falso,
continuó el egoísmo, la maldad, los intereses políticos y económicos, el nacionalismo mal entendido. Siguen las causas
que generan las guerras de siempre: la cultura bélica, el control por los
recursos naturales, la desigualdad, los conflictos étnicos, la imposición comercial y tecnológica,
el auge de los extremismos o los efectos adversos del cambio climático. El
problema ya no es que Eannatum invadió a Umma, ni Hitler a las provincias
checas de Bohemia y Moravia; ahora es Wladimir Putín quien lo hace con Ucrania,
desconociendo la independencia de los 15 Estados que conformaron la estructura
federal de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que dio pie
para suscribir el Tratado de Belavezha y culminar el movimiento conocido como
Pereztroika, producto de largas conversaciones entre el 11
de marzo de 1990 y el 25 de diciembre de 1991.
El problema ahora es que
Putín, tiene las mismas ideas de Eannatum y de Hitler, pero a diferencia de
aquellos tiene acceso a un arsenal
nuclear capaz de iniciar la última guerra dejando un planeta sin seres vivos,
en las condiciones de dignidad y confort a los cuales tenemos derecho. Dios
bendiga al planeta Tierra!
jesusjimenezperaza@gmail.com
12/03/2022.
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