sábado, 12 de marzo de 2022

Estela de perros y buitres.

 

-       La guerra es una estupidez ideada por hombres estúpidos, quienes solo analizan estupideces.

 

En el Museo Louvre de París está un fragmento en piedra caliza, con unos grabados descubiertos a finales del siglo XIX en la Antigua Ngirsu, Irak, donde estuvo la región de Sumeria, Mesopotamia, considerada cuna de la civilización.

La obra, en su conjunto, representa la victoria  del rey Eannatum de Lagash sobre la ciudad de Umma. Allí se observa como miles de soldados marchan victoriosos, sobre un suelo plagado de cadáveres, que solo sirven para alimentar perros y buitres.

Mesopotamia era una región fértil, bendecida por Dios con mucha agua puesto hacían confluencia los ríos Tigris y Éufrates. En ella estaban enclavadas dos grandes ciudades, Lagash y Umma, que por más de 100 años lucharon, formalmente entre sí,  por agua a pesar que la tenían en abundancia; por rutas de comercio, no obstante que por la inmensidad del valle se podían acondicionar varios accesos diferentes, en sana paz. Una tercera causa del conflicto era el desacuerdo sobre sus fronteras, porque entre ellas estaba el fértil valle de Guedenna, y ninguna de las ciudades quería respetar un antiguo tratado, conforme al cual Umma podía cultivar los campos, pagando un impuesto a Lagash.

Pero el tema de fondo era que tanto en Lagash  como en Umma, ya se manejaba el concepto de ciudad – estado, de manera que a pesar de constituir simples ciudades requerían imponer su autoridad, concepto que hoy denominamos soberanía. Es el mismo principio a pesar de haber transcurrido 45 siglos, es decir, 4.500 años desde la conclusión de esa guerra que se dice fue la primera en la historia. Durante el transcurso de todo el centenario enfrentamiento cada una de las ciudades se iba fortaleciendo militarmente, sometiendo otras pequeñas localidades para convertirlas en sus aliados y, sobre todo, se fue creando la cultura de la guerra entre los niños, convirtiéndolos en los guerreros que mantuvieron una lucha injustificada.

Fue Mesilim el legendario rey de Kish, quien actuando como mediador o árbitro en el conflicto, hizo construir la Estela de los Buitres que recordaría al mundo eternamente, la victoria del rey Eannatum, la derrota de Umma, la propiedad sobre el valle de Guedenna, la extensión de los dominios de Lagash sobre  toda Sumeria y su poderío hasta lejanas tierras, donde corrían el Tigris y el Eufrates.  

Pero las causas de la terminación de una guerra, son las mismas que originan el nacimiento de la siguiente. A Umma se le privó del agua a la cual tenía derecho; se le quitó acceso a todas partes y fueron, sus habitantes, humillados con escandalosos impuestos y haciéndoles jurar fidelidad al victorioso. Lagash conformó un poder absoluto al sur de Mesopotamia pero lentamente Umma logró aliarse con los reinos de Ur y Uruk, logrando la primera alianza de ciudades – estados de las que conoce la historia. A la larga se fortaleció  Uruk, que se hizo de todo el poder en la zona génesis de la humanidad.

Entre 1914 y 1918 Europa se vio sumida en la llamada Gran Guerra o I Guerra Mundial, había germinado la idea del nacionalismo, erigido sobre la base falsa de que la preponderancia en la cultura, la economía y la lengua da derecho de dominio sobre otras tierras. El desarrollo industrial de algunas potencias generó la necesidad de nuevos mercados y nuevos lugares para abastecerse de materias primas.

El enfrentamiento Lagash – Umma cambió de nombres, serían el franco – alemán; el anglo – alemán y el austrohúngaro – ruso. Se fueron creando Alianzas Estado – Estado, que requerían probar las modernísimas armas representadas por lanzallamas, tanques, morteros, bombas, aviones. Fue asesinado el archiduque Francisco Fernando de Austria, hecho considerado  detonante para iniciar la beligerancia que costó 10.000.000 de vidas humanas. Concluyó esta guerra con el Tratado de Versalles y el juramento de que nunca más el hombre iría a una conflagración mundial, en garantía de lo cual creamos la Sociedad de Naciones en 1920.

El desequilibrio del acuerdo de Versalles según la opinión de Adolph Hitler, el tercer Reich y sucesor de los anteriores Imperios germanos, quien no aceptó la democracia constitucional de la Alemania derrotada, constituida en la nueva    República de Weimar, dio lugar a la II Guerra Mundial con sus 60.000.000 de muertos. Esta vez el conflicto se extendió por tres continentes y se planteó entre dos grupos poderosos, los Aliados contra las Potencias del Este. De alguna manera fue el escenario para el estallido de la primera bomba con energía nuclear; exterminación masiva de seres humanos por motivos raciales; conocimos la miseria de la emigraciones, donde el hombre deja atrás sus propiedades, sus sueños, la paz, se desintegran familias y comenzamos a entender la frase de Tomás Hobbes, que “el hombre es el lobo del hombre”.

En 1945 renació la esperanza, formalmente terminó la II guerra, se signaron los Tratados de París y apareció la Organización de Naciones Unidas (ONU), quien prometió preservar a las generaciones futuras del flagelo de la guerra que dos veces  ha infligido a la humanidad sufrimientos indecibles; ratificó la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de los derechos humanos. Dijeron que todas las naciones serían iguales, las grandes y las pequeñas, las poderosas y las débiles, cuando realmente sólo algunas conformaban el Consejo de Seguridad y más restringido aun, se reconocería derecho de veto, solo a 5 de ellas.  Juraron que tendríamos un  mundo de justicia y que el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del Derecho Internacional para promover el progreso social y  elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad. Prometieron   tolerancia y se obligaron a convivir en armonía como buenos vecinos. La fuerza solo sería utilizada para mantener la paz, la seguridad internacional y el bien común. Trabajaríamos unidos para  promover el progreso económico y social de todos los pueblos y aunar nuestros esfuerzos para realizar estos designios. Eso lo dice la Carta fundacional de la ONU.

Atrás habían quedado el rey Eannatum, Adolph Hitler, la Estela de Buitres y el Tratado de Versalles. Ahora regían los Tratados de París y los acuerdos en la Asamblea General de la ONU. Falso, continuó el egoísmo, la maldad, los intereses políticos y económicos, el  nacionalismo mal entendido. Siguen las causas que generan las guerras de siempre: la cultura bélica, el control por los recursos naturales, la desigualdad, los conflictos  étnicos, la imposición comercial y tecnológica, el auge de los extremismos o los efectos adversos del cambio climático. El problema ya no es que Eannatum invadió a Umma, ni Hitler a las provincias checas de Bohemia y Moravia; ahora es Wladimir Putín quien lo hace con Ucrania, desconociendo la independencia de los 15 Estados que conformaron la estructura federal de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que dio pie para suscribir el Tratado de Belavezha y culminar el movimiento conocido como Pereztroika,   producto de largas conversaciones entre el 11 de marzo de 1990 y el 25 de diciembre de 1991.

El problema ahora es que Putín, tiene las mismas ideas de Eannatum y de Hitler, pero a diferencia de aquellos  tiene acceso a un arsenal nuclear capaz de iniciar la última guerra dejando un planeta sin seres vivos, en las condiciones de dignidad y confort a los cuales tenemos derecho. Dios bendiga al planeta Tierra!

jesusjimenezperaza@gmail.com

12/03/2022.

 

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