domingo, 11 de septiembre de 2022

El zapato de la Cenicienta.


Jesús A. Jiménez Peraza.

@jesusajimenezp

   

Creo que el reciente proceso constituyente de Chile debe servirnos como lección si leemos apropiadamente el origen, contenido y  resultado. La actual Constitución Nacional chilena fue sancionada en 1980, finalizando el mandato de Augusto Pinochet, como  presidente de la Junta de Gobierno, fue reformada por plebiscito en 1989 con la aprobación de diferentes propuestas de grupos políticos organizados, siendo aún Presidente de la República el general Pinochet.

En el 2018, al final de su segundo mandato, la presidente Michelle Bachelett presentó ante el Senado un Proyecto de Reforma, considerando las peticiones de los movimientos sociales, que en forma organizada así lo venían solicitando desde el 2006 y 2011, básicamente. Dicho proyecto se estructuró por recomendaciones de la Academia con la idea que los cambios requeridos para la renovación y consolidación de la democracia fueran sostenidos y pacíficos, pero la propuesta no tuvo mayor repercusión ni avance.

El 25 de octubre del 2020 con un porcentaje muy cercano al 80% el pueblo chileno, por consulta plebiscitaria, generó el inicio de un proceso constituyente y, en consecuencia, la aprobación de una nueva Constitución e igualmente, votó que el proyecto proviniera de  una “Convención Constitucional” y no una “Convención Constitucional Mixta”. La segunda modalidad suponía un cuerpo integrado por igual con miembros elegidos popularmente y parlamentarios en ejercicio. La Convención Constitucional, fue electa con vigencia durante un año, el 04 de julio del 2021, con paridad de género y representación proporcional indígena. Con tales antecedentes era de prever que el proyecto contemplara las aspiraciones de reforma del grueso popular, sin embargo, no fue así. Por incluirse  sin debate previo, suficiente y convincente temas difíciles como el aborto, feminismo, estado plurinacional y multicultural, reforma fiscal y otros, el proyecto fue rechazado contundentemente por algo más del 60% de la votación.

En Venezuela, si bien requerimos una profunda revisión y reforma de la CN1999, no es el tema prioritario porque antes necesitamos concretar en forma pacífica y electoral la salida del actual régimen socialista, lo que no debería ser difícil puesto la oposición al gobierno tiene una mayoría evidente y contundente. Pero imponerla implica convencer al pueblo llano, más concentrado en la propia supervivencia personal y familiar, de la necesidad de volver a los centros electorales en su oportunidad, a expresarse con el voto porque la tendencia durante los últimos procesos electorales ha sido la abstención. Recuperada la fe en el sufragio, debemos adentrarnos en el tema del programa porque no existe la confianza, como la hubo durante la república civil de la segunda mitad del siglo XX para dar un cheque en blanco a quienes pretendían dirigir al Estado. Discutido ampliamente este programa mínimo es cuando podemos buscar al candidato presidencial, quien habrá de comprometerse en formar un equipo multidisciplinario con los distintos factores que conforman la oposición venezolana, para ejecutar el programa de gobierno. Cualquier candidato, que concurra sin un programa claro, difundido y aprobado será rechazado, seguramente en forma tácita manteniéndose la abstención.

Los errores cometidos por el socialismo en Venezuela, dirigido por los presidentes Hugo Chávez y Nicolás Maduro y los problemas sociales y económicos que han generado, son hartos conocidos, realmente lo que exigimos en la actualidad es que se planteen las formas de resolverlos y la estructuración de los equipos técnicos y humanos que puedan lograrlo. Quienes hasta ahora se han venido ofreciendo como candidatos a la Presidencia de la República para el próximo período, lamentablemente no generan la  confianza suficiente para hacer que el pueblo en masa regrese a los centros electorales a expresar su voluntad, no porque algunos de ellos no tengan el derecho y la capacidad para el cargo, sino porque no han transmitido la posibilidad de lograr la unión nacional y coordinar la difusión programática coherente, para resolver los problemas que conocemos.

Coronados estos extremos durante el último trimestre del 2022 y primero del 2023, habrá tiempo suficiente para que, mediante el método acordado y como en el cuento de la Cenicienta, pongamos nombre a quien pueda calzar los zapatos para ser el próximo Presidente (a) de la República, conduciendo el país dentro del tinglado constitucional y legal y coordinar los profundos  cambios requeridos. Dios bendiga a Venezuela!

 

 

jesusjimenezperaza@gmail.com

11/09/2022.

 

   

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El abogado, el juez y los robots.

  Jesús A. Jiménez Peraza @jesusajimenezp   En 1972 la Federación de Colegios de Abogados de Venezuela, obtuvo la aprobación de una pe...