Jesús
A. Jiménez Peraza
@jesusajimenezp
Decíamos
en la anterior entrega que el gran problema de nuestro débil sistema
democrático, extensible a América Latina, es la ausencia de educación política en gobernantes y gobernados.
Generalmente
los políticos son productos de circunstancias.
La gran mayoría entienden su accionar como
un oficio, no como instrumento para servir sino un medio para vivir. No se
preparan para regir alguna instancia de
gobierno, sino para acompañar a cualquiera en quien presuman posibilidades de ocupar cargos importantes dentro del Estado, porque
con ese solo hecho se resuelven el futuro.
La
falta de preparación del dirigente para el servicio público no implica exclusivamente
ausencia de estudios formales, puede haberlos cursado incluido el universitario. Primordialmente nos
referimos al aspecto ético, lo que impide
la orientación prudente a sus partidarios,
sustituyendo la actividad con promesas
de cualquier cosa que crea pueda parecerle importante a sus potenciales
adeptos.
Los políticos
medios, los de base y partidarios en
general, tampoco están plenamente conscientes de lo que deben exigir. Se
limitan a oír las promesas que les sean útiles a ellos, con absoluta independencia de
las bondades abstractas que constituyen el
bien común. El todo conforma una ensalada obscena:
planes y ofertas amplias independientes de su factibilidad; fomento del
falso nacionalismo; lineamientos sobre justicia social pretendiendo titularidad de derechos sin obligaciones y la indefectible tesis
de la igualdad. No les importa la elaboración de un modelo estructurado de
gobierno ni hacen un balance entre las
necesidades públicas y las posibilidades
reales y humanas de las que dispone el
Estado.
La
dinámica de la corrupción y del populismo la aplican los dirigentes pero la
imponen los administrados, por eso son prácticas engañosas y egoístas. No son
males exclusivos de la izquierda ni de
la derecha, por cierto, realidad que algunos quieren hacer aparecer como
arcaica o en desuso. Aunque si están separadas
en la actualidad por una línea tenue, sigue siendo necesaria su distinción, para clasificar a los
gobiernos de turno, sus protagonistas y alternativas.
Hoy
tenemos la responsabilidad social de escoger no un buen candidato, sino el mejor para enfrentar al
propuesto por el oficialismo. Debemos buscar un venezolano capaz de dirigir un
equipo de primer orden, de insertarnos en el concierto mundial y reconciliar al
país. A tales fines podemos utilizar algunos métodos idóneos, como recurrir al apoyo informático, a las
hemerotecas, a testimonios o cualquier otro medio que nos permita una objetiva
revisión de conductas pasadas, porque este candidato óptimo no lo conseguiremos en el sombrero
de un mago ni lo podemos improvisar.
Entre
quienes ejercen la política en Venezuela y el hemisferio, captamos fácilmente las
limitaciones de Peter, principio que
grafica el nivel de competencia para el ejercicio de una función privada o
pública. En la primera sirven como filtros los mecanismos
del mercado y el dato objetivo de la ganancia, lo que constituye una muralla de
contención para impedir el ascenso de quien no está capacitado para el
ejercicio de un cargo empresarial. En la función gubernamental, nadie controla ni
fija el límite de incompetencia, porque privan las complicidades sobre los
intereses colectivos.
Muchos
concejales y parlamentarios pasaron por las Cámaras sin hacer aportes de ideas,
leyes y proyectos para mejorar la vida
local o nacional, precisamente porque llegaron al tope de sus posibilidades. Igual
se aplica para alcaldes o gobernadores, gerentes, profesionales y académicos quienes tienen derecho e incluso
la obligación de participar para orientar la nación hacia nuevos horizontes,
siempre que hayan sido efectivos en el ejercicio de sus funciones en las
diferentes áreas.
Otro
instrumento para una adecuada escogencia
entre la confusa gama de candidaturas es
la aplicación del teorema de Baglini, según
el cual los programas son inversamente
proporcionales al chance del propulsor, cuando éste no tiene formación para el
servicio. Ellos se rigen conforme a las
encuestas. En caso de no tener posibilidad de ganar una elección, hacen ofertas
irreales
o planteamientos inconvenientes, porque saben no tendrán la responsabilidad de
cumplir; a medida que suben las
oportunidades, comienzan a cambiar los planes o pensar en las excusas para el futuro.
No
es el caso de un estadista formado para servir a la república, quien con fe y seguridad en sus decisiones estudia
las necesidades y proyecta las soluciones requeridas, independientemente de las tendencias
electorales porque está centrado en los requerimientos del país y los instrumentos materiales y humanos de los
cuales dispondrá.
Muchos venezolanos atosigados por los casos de corrupción en grado superlativo, como se aprecia en los hilos que apenas asoman públicamente en el caso de PDVSA, que nos enrostra y materializa la pobreza extrema, la emigración masiva, la parálisis de sistemas de salud y educativo, la desnutrición etc., pierden su esperanza sobre la posibilidad de enderezar entuertos y reorientar rumbos, negándose a intervenir de manera activa para el cambio del gobierno en forma pacífica y electoral. Creo que, por el contrario, la situación debe motivarnos para opinar, indagar, comparar y participar. Dios bendiga a Venezuela!.
jesusjimenezperaza@gmail.com
14/04/2023.
Un gran problema, cuya solución está en manos del Ciudadano, sólo si esté estuviese dispuesto a salir de ese estado de confort, y empezará a manifestar y exigir lo que realmente necesita, ser más selectivo en la escogencia de.los líderes políticos, con un mejor perfil, hasta en lo moral. Es evidente, que quienes han tenido la oportunidad de detentar cargos de concejales y parlamentarios, pasaron por las Cámaras sin hacer aportes de ideas, y de ello dejaron huellas o no la dejaron, dependiendo desde que punto busquemos la evidencia, ya que en la mayoría de los casos demostraron un desconocimiento desde el tema de sus funciones como de los temas o asuntos en el que debían intervenir, ya que su único interés era detentar el cargo, no hacerlo bien. Saludos.
ResponderEliminarExcelente artículo! Felicitaciones! Gracias por enviármelo! La educación es la clave de todos los problemas. De acuerdo!
ResponderEliminarDon Jesús saludos, desgraciadamente en Venezuela la actividad política se ha empobrecido y la casta que se ocupa de esa actividad no da muestras de grandeza al pensar en el país nacional más alla de su parcela política, requerimos de un Estadista en la dirección del país.
ResponderEliminarEstimado Jesús, estupendo y oportuno contenido sobre nuestra realidad. Coincido plenamente contigo en la necesidad de seleccionar muy bien a ese “Gerente” al cual se le encargaría la responsabilidad de reunificar y reconstruir al país en Paz. Objetivos impostergables que deberá con el mejor equipo. Conformado por profesionales capaces honorables y de conducta sin tacha.
EliminarNo será una tarea fácil ni rápida.
Todos debemos activarnos y motivarnos a participar en el próximo evento electoral, la decisión está en nuestras manos
La competencia (o incompetencia politica) como virtud exigida para gobernar es un tema inacabado y entendido -en cuanto a gobernantes se refiere- como una exigencia para la toma de decisiones en el muy variado y complejo mundo del ejercicio del gobierno (gobernanza): agregando que gobernar no es un tema general en cuanto a la operación de tal actividad. Se gobierna en circunstancias muy determinadas por las realidades sociopolítica, comunicacionales y económicas de los países, los pueblos y el entorno cultural, por lo que gobernar hoy requiere de experiencia, competencia, inteligencia, ética y coraje institucional.
EliminarAhora bien, en el caso nuestro, en Venezuela, gobernar implica todo lo anterior -y lo glosado por Jiménez Oeraza en su articulo en comento- más la claridad de conocimiento que el gobierno que surja luego de la deposición democrática del régimen autoritario filocastrista de Maduro será , o deberá ser, una gran coalición popular democrática en un difícil proceso de transición, dirigido por una vanguardia política de sólidas convicciones sobre su histórico papel de reconstrucción democrática e institucional, sin concesiones a la demagogia y al clientelismo populista ni a la corrupción, más si con un inteligente sentido de negociación para consolidar el triunfo popular ¿Es posible? ¡Claro! Y es precondición para ello una concertación nacional para la gobernabilidad con los sectores más relevantes de la la sociedad democrática a excepción-por su talante totalitario y antidemocratico- de quienes han gobernado estos cinco lustros y sus sectores satélites.
Sin acuerdo de concertación para gobernar, que obligue a coaliciones democráticas potentes disuasivas de oportunismos y pretensiones pretorianas de la élite corrupta gobernante, no es posible darle estabilidad al proceso de reconstrucción democrática, que es en definitiva el propósito de la transición.
No es romántico ni utópico pedir que haya reflexión cívica y venezolanista entre quienes hoy aspiran ser los portaestandartes del proceso de liberación democrática que significan la primarias -con méritos o sin ellos; como cónsules de de manipuladores y reputaciones venidas a pique, o como quinta columnas por desenmascarar- y de dicha reflexión emerja la concertación nacional que resuma la voz de redención de la totalidad del pueblo venezolano.
JVMJ.15.4.2023.