viernes, 14 de abril de 2023

El principio de Peter y el teorema Batigli.


Jesús A. Jiménez Peraza

@jesusajimenezp

Decíamos en la anterior entrega que el gran problema de nuestro débil sistema democrático, extensible a América Latina, es la ausencia de educación política en gobernantes y gobernados.

Generalmente los políticos son  productos de circunstancias. La gran mayoría entienden su accionar  como un oficio, no como instrumento para servir sino un medio para vivir. No se preparan para  regir alguna instancia de gobierno, sino para acompañar a cualquiera en quien presuman  posibilidades de ocupar  cargos importantes dentro del Estado, porque con ese solo hecho se resuelven el futuro.

La falta de preparación del dirigente para el servicio público no implica exclusivamente ausencia de estudios formales,   puede haberlos cursado  incluido el universitario. Primordialmente nos referimos al aspecto ético, lo que  impide la orientación prudente a sus  partidarios, sustituyendo la actividad  con promesas de cualquier cosa que crea pueda parecerle importante a sus potenciales adeptos.

Los políticos  medios, los de base y partidarios en general, tampoco están plenamente conscientes de lo que deben exigir. Se limitan a oír las promesas que les sean  útiles a ellos, con absoluta independencia de las bondades abstractas que constituyen  el bien común. El todo conforma una ensalada  obscena: planes y ofertas amplias independientes de su factibilidad; fomento del falso nacionalismo; lineamientos sobre  justicia social pretendiendo titularidad de  derechos sin obligaciones y la indefectible tesis de la igualdad. No les importa la elaboración de un modelo estructurado de gobierno ni  hacen un balance entre las necesidades públicas y  las posibilidades reales y humanas de las que dispone  el Estado.

La dinámica de la corrupción y del populismo la aplican los dirigentes pero la imponen los administrados, por eso son prácticas engañosas y egoístas. No son males  exclusivos de la izquierda ni de la derecha, por cierto, realidad que algunos quieren hacer aparecer como arcaica o en desuso. Aunque si están separadas  en la actualidad por una línea tenue, sigue siendo  necesaria su distinción, para clasificar a los gobiernos de turno, sus protagonistas  y  alternativas.

Hoy tenemos la responsabilidad social de escoger no un buen  candidato, sino el mejor  para enfrentar al propuesto por el oficialismo. Debemos buscar un venezolano capaz de dirigir un equipo de primer orden, de insertarnos en el concierto mundial y reconciliar al país. A tales fines podemos utilizar algunos métodos idóneos, como  recurrir al apoyo informático, a las hemerotecas, a testimonios o cualquier otro medio que nos permita una objetiva revisión de conductas pasadas, porque este candidato óptimo no lo conseguiremos en el sombrero de un mago ni lo podemos  improvisar.

Entre quienes ejercen la política en Venezuela y el hemisferio, captamos fácilmente las limitaciones de Peter, principio que grafica el nivel de competencia para el ejercicio de una función privada o pública. En la primera sirven como filtros   los mecanismos del mercado y el dato objetivo de la  ganancia, lo que constituye una muralla de contención para impedir el ascenso de quien no está capacitado para el ejercicio de un cargo empresarial. En la función gubernamental, nadie controla ni fija el límite de incompetencia, porque privan las complicidades sobre los intereses colectivos.

Muchos concejales y parlamentarios pasaron por las Cámaras sin hacer aportes de ideas, leyes  y proyectos para mejorar la vida local o nacional, precisamente porque llegaron al tope de sus posibilidades. Igual se aplica para alcaldes o gobernadores, gerentes, profesionales y  académicos quienes tienen derecho e incluso la obligación de participar para orientar la nación hacia nuevos horizontes, siempre que hayan sido efectivos en el ejercicio de sus funciones en las diferentes áreas. 

Otro instrumento  para una adecuada escogencia entre la confusa gama de  candidaturas es la aplicación del teorema de Baglini, según el cual los programas  son inversamente proporcionales al chance del propulsor, cuando éste no tiene formación para el servicio. Ellos se rigen  conforme a las encuestas. En caso de no tener   posibilidad de ganar una elección, hacen ofertas irreales o planteamientos inconvenientes, porque saben no tendrán la responsabilidad de cumplir; a  medida que suben las oportunidades, comienzan a cambiar los planes o pensar en las excusas para  el futuro.

No es el caso de un estadista formado para servir a la república, quien con fe y seguridad en sus decisiones estudia las necesidades y proyecta las soluciones requeridas, independientemente de las tendencias electorales porque está centrado en los requerimientos del país y los instrumentos materiales y humanos de los cuales dispondrá.

Muchos venezolanos atosigados por los casos de corrupción en grado superlativo, como se aprecia en los hilos que apenas asoman públicamente en el caso de PDVSA, que nos enrostra y materializa la pobreza extrema, la emigración masiva, la parálisis de sistemas de salud y educativo, la desnutrición etc., pierden su esperanza sobre la posibilidad de enderezar entuertos y reorientar rumbos, negándose a intervenir de manera activa para el cambio del gobierno en forma pacífica y electoral. Creo que, por el contrario, la situación debe motivarnos para opinar, indagar, comparar y participar. Dios bendiga a Venezuela!.  

jesusjimenezperaza@gmail.com

14/04/2023.

5 comentarios:

  1. Un gran problema, cuya solución está en manos del Ciudadano, sólo si esté estuviese dispuesto a salir de ese estado de confort, y empezará a manifestar y exigir lo que realmente necesita, ser más selectivo en la escogencia de.los líderes políticos, con un mejor perfil, hasta en lo moral. Es evidente, que quienes han tenido la oportunidad de detentar cargos de concejales y parlamentarios, pasaron por las Cámaras sin hacer aportes de ideas, y de ello dejaron huellas o no la dejaron, dependiendo desde que punto busquemos la evidencia, ya que en la mayoría de los casos demostraron un desconocimiento desde el tema de sus funciones como de los temas o asuntos en el que debían intervenir, ya que su único interés era detentar el cargo, no hacerlo bien. Saludos.

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  2. Excelente artículo! Felicitaciones! Gracias por enviármelo! La educación es la clave de todos los problemas. De acuerdo!

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  3. Don Jesús saludos, desgraciadamente en Venezuela la actividad política se ha empobrecido y la casta que se ocupa de esa actividad no da muestras de grandeza al pensar en el país nacional más alla de su parcela política, requerimos de un Estadista en la dirección del país.

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    1. Estimado Jesús, estupendo y oportuno contenido sobre nuestra realidad. Coincido plenamente contigo en la necesidad de seleccionar muy bien a ese “Gerente” al cual se le encargaría la responsabilidad de reunificar y reconstruir al país en Paz. Objetivos impostergables que deberá con el mejor equipo. Conformado por profesionales capaces honorables y de conducta sin tacha.
      No será una tarea fácil ni rápida.
      Todos debemos activarnos y motivarnos a participar en el próximo evento electoral, la decisión está en nuestras manos

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    2. La competencia (o incompetencia politica) como virtud exigida para gobernar es un tema inacabado y entendido -en cuanto a gobernantes se refiere- como una exigencia para la toma de decisiones en el muy variado y complejo mundo del ejercicio del gobierno (gobernanza): agregando que gobernar no es un tema general en cuanto a la operación de tal actividad. Se gobierna en circunstancias muy determinadas por las realidades sociopolítica, comunicacionales y económicas de los países, los pueblos y el entorno cultural, por lo que gobernar hoy requiere de experiencia, competencia, inteligencia, ética y coraje institucional.
      Ahora bien, en el caso nuestro, en Venezuela, gobernar implica todo lo anterior -y lo glosado por Jiménez Oeraza en su articulo en comento- más la claridad de conocimiento que el gobierno que surja luego de la deposición democrática del régimen autoritario filocastrista de Maduro será , o deberá ser, una gran coalición popular democrática en un difícil proceso de transición, dirigido por una vanguardia política de sólidas convicciones sobre su histórico papel de reconstrucción democrática e institucional, sin concesiones a la demagogia y al clientelismo populista ni a la corrupción, más si con un inteligente sentido de negociación para consolidar el triunfo popular ¿Es posible? ¡Claro! Y es precondición para ello una concertación nacional para la gobernabilidad con los sectores más relevantes de la la sociedad democrática a excepción-por su talante totalitario y antidemocratico- de quienes han gobernado estos cinco lustros y sus sectores satélites.
      Sin acuerdo de concertación para gobernar, que obligue a coaliciones democráticas potentes disuasivas de oportunismos y pretensiones pretorianas de la élite corrupta gobernante, no es posible darle estabilidad al proceso de reconstrucción democrática, que es en definitiva el propósito de la transición.
      No es romántico ni utópico pedir que haya reflexión cívica y venezolanista entre quienes hoy aspiran ser los portaestandartes del proceso de liberación democrática que significan la primarias -con méritos o sin ellos; como cónsules de de manipuladores y reputaciones venidas a pique, o como quinta columnas por desenmascarar- y de dicha reflexión emerja la concertación nacional que resuma la voz de redención de la totalidad del pueblo venezolano.
      JVMJ.15.4.2023.

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