Jesús
A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Ejercer labores de estrategia, dirección y
gobierno es una de las actividades más complejas que existe. Se dice que la
dificultad responde al hecho que su finalidad teleológica es resolver problemas
de convivencia, a la cual nos condenó
Dios mismo al expulsarnos del Jardín del Edén, sin instruirnos en la forma de
resolver las desavenencias que la vida en común ocasiona. Una forma más
prosaica de explicarlo es que el hombre
es egoísta por naturaleza y, en consecuencia, cada uno quiere que las acciones
desplegadas no se dirijan, en primer lugar, a satisfacer los requerimientos del colectivo,
sino los propios o los de su familia o gremio.
La forma de organizar la dirección colectiva
sólo puede concebirse mediante dos formas: a la fuerza y a través de métodos
políticos pacíficos. La primera es propia de los bárbaros, del hombre nómada
que no le importaba que se destruyera todo, ambiente y grupos humanos, porque
simplemente ante el desastre seguía su camino sin rumbo ni destino determinado.
Se conformaba con determinar los beneficios inmediatos sin importar el mañana.
La segunda surgió cuando el hombre se hizo
sedentario y en paralelo sintió la necesidad de convivir en familia y en comunidad; de crear
bienes y producir servicios. Para ello aplicó formalidades que le permitía promover la participación de
todos; valerse de las aptitudes y capacidades de sus semejantes; de evaluar
ventajas comparativas; buscar el bien común no solo por altruismo sino incluso para
poder beneficiarse en lo personal; allí entendió que el poder no puede
imponerlo ni ejercerlo en forma íntima, sino a través de consultas y que debe
ser distribuido en instituciones con normas previas de funcionamiento.
La transición entre el uso de la
fuerza y el método pacífico para determinar el ejercicio del poder fue difícil y requirió largo tiempo. El gobernante surgió de una clase social
especial y se suponía era designado por el Ser Supremo, de allí su poder
absoluto. Al principio las organizaciones sociales eran sencillas, semejantes a las Ciudades
de hoy, de donde éstas reciben su nombre, en las cuales existía cierta uniformidad social y económica,
por tanto fáciles de controlar.
Pero las Ciudades se fueron multiplicando,
conformaron Reinos y el hombre se fue diferenciando y clasificando entre sí, lo
que dificultaba la forma de gobernarlo. Ese panorama obligó a finales del siglo
XVIII la gestación de la Revolución Francesa, con una forma cuasi perfecta de
organizar el Estado, que a diferencia del Reino no era controlado por un
monarca sino por tres órganos diferentes, cada uno con funciones propias.
Este recuento, a grandes zancadas, lo hago
porque vivimos hoy en una Venezuela al borde del colapso institucional, social y
económico; con población dispersa por el mundo, con parte del territorio
ilegalmente ocupado; nuestra economía y patrón monetario paralizados y sobre
todo en desesperanza sobre una potencial recuperación integral.
Debemos reorganizar los Poderes Públicos que
se han desbordado, el judicial se ha hecho absolutamente subordinado; el
legislativo, dependiente y el ejecutivo, todopoderoso, todo lo cual desdibuja
la democracia. Tenemos una Constitución y un sistema enfermos pero perfectibles
lo que nos obliga como ciudadanos a actuar, para recuperar la República.
El hito más cercano, posible y en el cual
debemos ser protagonistas todos, es designando un Presidente de la República
que además de las condiciones determinadas por la CN1999, requiere de otras
especiales porque las circunstancias en las cuales se encuentra el país son en
extremo difíciles.
No es fácil acordar un candidato, que es el primer
tramo para elegir un Presidente. Los seres humanos como dijimos al principio, tenemos
la mácula del error congénito. Es de recordar, como ejemplo, que finalizada la
II guerra mundial, la candidatura de sir Winston Churchill como Primer Ministro
de Inglaterra, fue derrotada no obstante haber sido llamado de emergencia en
medio del conflicto; haber tomado a la perfección las decisiones atinadas y
creado un ambiente armónico entre los Aliados, pasando por sobre su cultura
anti soviética e ideas liberales. Claro que cinco años después el error fue
enmendado y Europa y el mundo pudieron disfrutar del profundo liderazgo de
míster Churchill.
Confieso que siento renovadas esperanzas
después de haber escuchado al Dr. Eduardo Fernández en un prestigioso programa
de radio, manifestar estar dispuesto a aceptar una candidatura consensuada para
postularse a los próximos comicios. Él tiene precisamente esas condiciones
extras que se requieren en la actualidad para dirigir a Venezuela en el
siguiente sexenio, a todas luces el más difícil de nuestra historia.
Eduardo Fernández tiene una consolidada
formación político-filosófica por todos conocida, porque jamás la ha ocultado o
disimulado, lo cual será de mucha utilidad para insertarnos en el escenario
mundial; tiene un bien ganado prestigio personal, necesario para
interrelacionar los diferentes sectores
nacionales, incluido el militar; tiene comprobada formación intelectual
requerida para liderar los diversos equipos de gobierno y para orientar,
respetando los límites del poder presidencial, la reorganización de los demás
Poderes Públicos.
Eduardo Fernández ha tenido un mensaje constante
e incontrastable, en defensa de la democracia y de las instituciones, amén de
una actuación pública que de haber sido
escuchada, seguramente nos habríamos evitado un ya largo período de retroceso
histórico. Ha sido un ejemplo como jefe de familia lo que es determinante en
nuestro futuro inmediato, puesto será fundamental comenzar la reorganización
desde la célula fundamental de la sociedad y, por supuesto, vasta experiencia política,
lograda en la dirección de organizaciones nacionales e internacionales y
académicas como profesor de Derecho Constitucional y de IFEDEC.
Indudable y afortunadamente Eduardo Fernández
no es el único venezolano que puede mostrar tan abultado currículo, se pueden abrir conversatorios al respecto, porque se trata de escoger un gran candidato
para tener un gran Presidente de la República.
No puedo descartar la primaria como fórmula
potencialmente posible para nominar un candidato, pero en mi criterio no ha
logrado lo prioritario en estas horas menguadas para Venezuela: unir al
electorado opositor y proyectar el pleno convencimiento que nuestro abanderado
puede competir en igualdad de condiciones, imponer respeto, ganar, cobrar y
gobernar. Dios bendiga a Venezuela!
22/mayo/2023
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