lunes, 22 de mayo de 2023

No sólo necesitamos un candidato, sino un Presidente.

 

Jesús A. Jiménez Peraza.

@jesusajimenezp

 

Ejercer labores de estrategia, dirección y gobierno es una de las actividades más complejas que existe. Se dice que la dificultad responde al hecho que su finalidad teleológica es resolver problemas de convivencia, a la cual  nos condenó Dios mismo al expulsarnos del Jardín del Edén, sin instruirnos en la forma de resolver las desavenencias que la vida en común ocasiona. Una forma más prosaica de explicarlo es que  el hombre es egoísta por naturaleza y, en consecuencia, cada uno quiere que las acciones desplegadas no se dirijan, en primer lugar,  a satisfacer los requerimientos del colectivo, sino los propios o los de su familia o gremio.

La forma de organizar la dirección colectiva sólo puede concebirse mediante dos formas: a la fuerza y a través de métodos políticos pacíficos. La primera es propia de los bárbaros, del hombre nómada que no le importaba que se destruyera todo, ambiente y grupos humanos, porque simplemente ante el desastre seguía su camino sin rumbo ni destino determinado. Se conformaba con determinar los beneficios inmediatos sin importar el mañana.

La segunda surgió cuando el hombre se hizo sedentario y en paralelo sintió la necesidad de convivir en familia y en comunidad; de crear bienes y producir servicios. Para ello aplicó formalidades  que le permitía promover la participación de todos; valerse de las aptitudes y capacidades de sus semejantes; de evaluar ventajas comparativas; buscar el bien común no solo por altruismo sino incluso para poder beneficiarse en lo personal; allí entendió que el poder no puede imponerlo ni ejercerlo en forma íntima, sino a través de consultas y que debe ser distribuido en instituciones con normas previas de funcionamiento.

La transición entre el uso de la fuerza y el método pacífico para determinar el ejercicio del poder fue difícil y requirió largo tiempo. El gobernante surgió de una clase social especial y se suponía era designado por el Ser Supremo, de allí su poder absoluto. Al principio las organizaciones sociales eran sencillas, semejantes a las Ciudades de hoy, de donde éstas reciben su nombre, en las cuales  existía cierta uniformidad social y económica, por tanto fáciles de controlar.

Pero las Ciudades se fueron multiplicando, conformaron Reinos y el hombre se fue diferenciando y clasificando entre sí, lo que dificultaba la forma de gobernarlo. Ese panorama obligó a finales del siglo XVIII la gestación de la Revolución Francesa, con una forma cuasi perfecta de organizar el Estado, que a diferencia del Reino no era controlado por un monarca sino por tres órganos diferentes, cada uno con funciones propias.

Este recuento, a grandes zancadas, lo hago porque vivimos hoy en una Venezuela al borde del colapso institucional, social y económico; con población dispersa por el mundo, con parte del territorio ilegalmente ocupado; nuestra economía y patrón monetario paralizados y sobre todo en desesperanza sobre una potencial recuperación integral.

Debemos reorganizar los Poderes Públicos que se han desbordado, el judicial se ha hecho absolutamente subordinado; el legislativo, dependiente y el ejecutivo, todopoderoso, todo lo cual desdibuja la democracia. Tenemos una Constitución y un sistema enfermos pero perfectibles lo que nos obliga como ciudadanos a actuar, para recuperar la República.

El hito más cercano, posible y en el cual debemos ser protagonistas todos, es designando un Presidente de la República que además de las condiciones determinadas por la CN1999, requiere de otras especiales porque las circunstancias en las cuales se encuentra el país son en extremo difíciles.

No es fácil acordar un candidato, que es el primer tramo para elegir un Presidente. Los seres humanos como dijimos al principio, tenemos la mácula del error congénito. Es de recordar, como ejemplo, que finalizada la II guerra mundial, la candidatura de sir Winston Churchill como Primer Ministro de Inglaterra, fue derrotada no obstante haber sido llamado de emergencia en medio del conflicto; haber tomado a la perfección las decisiones atinadas y creado un ambiente armónico entre los Aliados, pasando por sobre su cultura anti soviética e ideas liberales. Claro que cinco años después el error fue enmendado y Europa y el mundo pudieron disfrutar del profundo liderazgo de míster Churchill.

Confieso que siento renovadas esperanzas después de haber escuchado al Dr. Eduardo Fernández en un prestigioso programa de radio, manifestar estar dispuesto a aceptar una candidatura consensuada para postularse a los próximos comicios. Él tiene precisamente esas condiciones extras que se requieren en la actualidad para dirigir a Venezuela en el siguiente sexenio, a todas luces el más difícil de nuestra historia.

Eduardo Fernández tiene una consolidada formación político-filosófica por todos conocida, porque jamás la ha ocultado o disimulado, lo cual será de mucha utilidad para insertarnos en el escenario mundial; tiene un bien ganado prestigio personal, necesario para interrelacionar los  diferentes sectores nacionales, incluido el militar; tiene comprobada formación intelectual requerida para liderar los diversos equipos de gobierno y para orientar, respetando los límites del poder presidencial, la reorganización de los demás Poderes Públicos.

Eduardo Fernández ha tenido un mensaje constante e incontrastable, en defensa de la democracia y de las instituciones, amén de una  actuación pública que de haber sido escuchada, seguramente nos habríamos evitado un ya largo período de retroceso histórico. Ha sido un ejemplo como jefe de familia lo que es determinante en nuestro futuro inmediato, puesto será fundamental comenzar la reorganización desde la célula fundamental de la sociedad y, por supuesto, vasta experiencia política, lograda en la dirección de organizaciones nacionales e internacionales y académicas como profesor de Derecho Constitucional y de IFEDEC.

Indudable y afortunadamente Eduardo Fernández no es el único venezolano que puede mostrar tan abultado currículo, se pueden abrir conversatorios al respecto, porque se trata de escoger un gran candidato para tener un gran Presidente de la República.

No puedo descartar la primaria como fórmula potencialmente posible para nominar un candidato, pero en mi criterio no ha logrado lo prioritario en estas horas menguadas para Venezuela: unir al electorado opositor y proyectar el pleno convencimiento que nuestro abanderado puede competir en igualdad de condiciones, imponer respeto, ganar, cobrar y gobernar. Dios bendiga a Venezuela!

jesusjimenezperaza@gmail.com

22/mayo/2023

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