lunes, 26 de septiembre de 2016

“Es un tema político, no jurídico”.


Jesús A. Jiménez Peraza
@jesusajimenezp
          Las cotidianas tertulias entre parientes y amigos relacionadas con el referendo revocatorio, tanto en su sencilla previsión básica contenida en el artículo 72 de la Constitución Nacional, como en su desarrollo procesal enmarañado, formalista, confuso y complaciente diseñado en las ya famosas Normas de diciembre del 2007, dictadas por el Consejo Nacional Electoral con el doble propósito de agilizar el proceso o dificultarlo, según  el funcionario contra quien se instaure, no pocas veces termina con la construcción gramatical que utilizo para nominar estas reflexiones, como si pudiera permitirse que decisiones eminentemente políticas se despojen de los lineamientos que fijan la ética y el Derecho, entre otras ramas del conocimiento humano.
          La política fue clasificada como ciencia práctica por una de las mentes más desarrolladas y lúcidas de la historia, Aristóteles, cuando la definió como la actividad orientada en forma ideológica, para la toma de decisiones dirigidas a alcanzar los objetivos fundamentales del hombre, que redujo al  bien común y la felicidad. En una de sus obras, que precisamente llamó “Política”, Aristóteles se encargó de señalar las formas de organización del Estado y sistematizar la toma de decisiones, dentro de los cánones de la ética, de la justicia, la economía. De manera que no pueden existir decisiones políticas huérfanas de otras ramas científicas, incluida la lógica no clasificada por el ilustre genio, porque entendía que ella es una constante dentro del “recto discurrir de todas las ciencias”,  dando preponderancia al lenguaje, como forma de conservar la memoria colectiva y al conjunto de leyes para diferenciar lo prohibido de lo permitido.
          Tampoco es posible que ese conjunto de normas que rigen el referendo revocatorio, sea analizado y aplicado por las rectoras del Consejo Nacional Electoral y aguas abajo por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, como punto de mero derecho, fuera del contexto de la realidad social que vive el país. Nuestro sistema en teoría es democrático, no obstante la degradación sufrida dentro de la pureza del mismo porque evidentemente no se respeta, en la actualidad,  el equilibrio natural de los Poderes, por lo que tiende  a degenerar, según la teoría de Aristóteles en demagogia, abriendo cauce a  promesas insostenibles  que a la larga impiden el bien común y la felicidad. Nuestro sistema  es además, aunque  no esté expresamente admitido, presidencialista, con natural tendencia en caso de degradación  hacia la anarquía. Allí está, precisamente, el peligro en la decisión que se tome porque el referendo revocatorio y la oportunidad apropiada de ejecutarlo, es un tema que amalgama la política, el derecho y la ética.
          Pero, a beneficio de inventario, admitamos que el referendo revocatorio es un asunto político eminentemente; vamos a desembarazarnos de lo jurídico y lo ético; cerremos los ojos ante el mensaje popular del 05 de diciembre del 2015; a la insostenibilidad de decisiones de las Salas Constitucional y Electoral; admitamos las alcabalas impuestas por el Consejo Nacional Electoral para retrasarlo; obviemos declaraciones, al menos imprudentes, del propio Presidente de la República, de otros altos funcionarios de su gobierno o del PSUV. Pensemos que estirando la arruga y multiplicando excusas rebasemos el 10 de enero del 2017 para dar cauce a la consulta popular. En este punto es necesario concluir que revocado el mandato del señor Presidente, todas las razones negativas consideradas para tan transcendental decisión, las asume automáticamente el vicepresidente ejecutivo, quien por efecto del artículo 233 de la Constitución se convierte en Presidente de la República hasta completar el mandato en el 2019, pero con el agravante que si bien no puede hablarse en tal caso de ilegitimidad de origen, porque la causa está previamente establecida en la carta magna, no tendría la aprobación referendaria del pueblo de Venezuela, que es de fondo el titular de la Soberanía. Esta es una razón política indiscutible de porqué el referendo debe ser antes del 10 de enero del 2017. Si gana el NO, el presidente Maduro resultaría re legitimado y con la obligación de tomar las delicadas decisiones de orden económico, social y político que requiere el país; por el contrario, si triunfa el SI, el Presidente es revocado y en 30 días después de un breve proceso electoral el pueblo designará, en elecciones generales un nuevo mandatario, del propio partido gobernante o de la oposición, a quien le corresponderá esa misión.
Pero no podemos pensar ni aceptar en un revocatorio posterior al  10 de enero del 2017, en ese caso es preferible jurídica y políticamente que la historia continúe su curso, ya identificará el pueblo de Venezuela a los responsables de cualquiera sean las consecuencias de la inapropiada interpretación de la política, de la indebida lectura de las leyes y de la transgresión de las normas éticas. Dios proteja a Venezuela!

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