Jesús A. Jiménez
Peraza
@jesusajimenezp
La omisión de comparecencia
en los actos legales que la exigen es de mucha gravedad, porque no solamente
constituye un desacato a la autoridad que la solicita sino a la sociedad, quien
requiere a través de ese medio el establecimiento de la verdad sustancial, como
parte del bien común. En el Derecho Procesal y en la cotidianidad conseguimos
varios ejemplos de las consecuencias de tal omisión, quien no asista a
contestar la demanda tempestivamente debe soportar en lo sucesivo la carga de
la prueba, en principio responsabilidad del accionante; a quien no se presente
a absolver posiciones juradas, o sea, responder preguntas pertinentes que sobre
el caso en litigio se formulan recíprocamente las partes, se le estampan de
manera asertiva como si hubiese asistido, presumiéndose que siempre respondió
afirmativamente; si un equipo deportivo de cualquier categoría, amateur o
profesional, no se presenta a la hora
fijada para el juego, lo pierde; el contendiente que en el pasado, cuando era
común este evento, no se presentara a cumplir el reto planteado para un duelo
quedaba muerto en vida, condenado por su conducta ignominiosa.
Los
ministros de la economía no comparecieron al acto de interpelación fijado por
la Asamblea Nacional, órgano competente para hacerla por expreso mandato
constitucional, como mecanismo de control administrativo sobre el gobierno y la
administración pública, circunstancia que hará entrar al tablero político a otra
de las pirámides fundamentales del Estado, al Poder Ciudadano, quien debe
determinar la responsabilidad de los ministros y altos funcionarios reacios.
Es hecho
notorio, público y comunicacional las excusas que disfrazan la no
comparecencia. Según el jefe de la bancada oficialista “no podían prestarse al show” y, según el vicepresidente de la
República “no podían correr el riesgo de
revelar secretos del Estado”. Estos pretextos, además de genéricos,
grotescos e irrelevantes, desdicen de la imaginación creativa de los
declarantes y nos autorizan a los ciudadanos comunes, a dar como ciertos eventos de todo tipo que, se comenta, han generado la gravísima
crisis económica que vive Venezuela y el rumor sobre malversación de los
dineros públicos depositados en abultadas cuentas bancarias abiertas en los
paraísos fiscales.
Si el
gobierno tenía conocimiento, mediante sus efectivos medios de inteligencia, que
los diputados proyectaban un espectáculo para ridiculizar a los ministros, pues
simplemente hubiesen solicitado la presencia de los medios de comunicación
social, que entiendo se les había ofrecido y al suceder hechos que los
ciudadanos pudiésemos catalogar como “show”, se podían ir tranquilamente, así
cumplían con su deber y de paso, desenmascaraban a los parlamentarios. Al no
hacerlo de esta manera, presumimos que los señores ministros no están en
capacidad de enfrentar la interpelación o, lo que es peor, no pueden revelar
datos ciertos del desastre tangible que vivimos en medio de colas, escasez,
carestía e inseguridad personal como consecuencia.
En cuanto
al secreto aducido por el vicepresidente Aristóbulo Isturiz, existe una salida
legal. Debía alegarlo el interpelado y revelarlo sólo bajo cláusula de
confidencialidad al presidente de la Comisión. No existe ningún secreto reservado
exclusivamente para un ministro y el Presidente de la República. A la Asamblea
Nacional corresponde la aprobación de los contratos y tratados de interés público
conforme al artículo 187, ordinales 9° y 18° de la Constitución y son
seguramente, esos los temas centrales de la interpelación.
El
gobierno y demás Poderes Públicos deben entenderlo, los ciudadanos hablamos
claro el 6 de diciembre otorgando poder amplio, general y suficiente a una
mayoría calificada de parlamentarios cuya misión es legislar, controlar y
posteriormente convocarnos para determinar el camino a seguir y restituir así la
paz, la tranquilidad y la seguridad de la República.
jesusjimenezperaza@gmail.com
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