lunes, 26 de septiembre de 2016

Legitimidad y autoridad.


Jesús A. Jiménez Peraza
@jesusajimenezp
A petición de un amigo amplío  los conceptos de legitimidad y autoridad, referidos en nuestras últimas reflexiones y vinculados como elementos fundamentales para determinar la operatividad o no de un gobierno democrático, específicamente en el nuestro.
La legitimidad no es otra cosa que la legalidad, es decir, el apego de la gestión gubernamental a las normas escritas, básicamente del Derecho Público como el Constitucional, el Administrativo y las sub ramas que se han ido desprendiendo con la evolución del hombre y de las instituciones, las cuales tienen como característica especial que dejan poco margen de maniobras, porque sus dispositivos deben ser cumplidos irrestrictamente, al contrario de las normas del Derecho Privado, que nos permiten a los particulares hacer cuanto la ley no prohíba. La legalidad implica igualmente asumir el cumplimiento de otras fuentes del Derecho como la doctrina, la jurisprudencia vinculante y en general, de un concepto que la dogmática jurídica ha dejado un poco de lado, la ley ferenda, como inspiradora de instituciones que la inteligencia humana y la experiencia, nos hacen ver como necesarias para la efectividad de la justicia social y el bien común, pero que no están escritas por lo que no conforman normas  de  obligatorio cumplimiento o de Derecho Positivo, pero por sus bondades difícilmente serían cuestionadas por el común de los ciudadanos.
La legitimidad es un elemento que se exige tanto en el origen como en el transcurso o desempeño del gobierno. El primero ha sido duramente cuestionado con el tema de la potencial doble nacionalidad del presidente Nicolás Maduro. En efecto, la Constitución de la República de Colombia confiere nacionalidad originaria por jus sánguinis a los hijos de colombianos por nacimiento, nacidos fuera de su territorio siempre que el niño sea presentado en un consulado del hermano país o se radique dentro de los límites de su territorio, por tiempo determinado. Existen una serie de elementos fácticos para alegar la aplicación de esa norma en el caso específico del presidente Maduro y, por supuesto, no basta con que se alegue sino además que se demuestre el hecho para la procedencia de la ilegitimidad de origen. La declaratoria requiere de procedimientos administrativos y ante la Sala Constitucional. No basta, en mi concepto,  un simple pronunciamiento de órgano administrativo o de la Asamblea Nacional sin la correspondiente revisión jurisdiccional, además que es un tema muy complicado por los efectos de las actuaciones del Presidente, tanto en el  orden interno como internacional. Es justo sí, reconocer, que la prueba  de su nacionalidad única corresponde al propio Presidente, porque es quien puede tener acceso a los elementos probatorios pertinentes, sobre su lugar de nacimiento y/o la permanencia en territorio venezolano con constancias de estudios y de trabajo en su mayoría de edad o de sus padres, mientras era menor. En ninguna forma considero intranscendente el tema, sólo que no tengo elementos suficientes para opinar.
Es más fácil adentrarse en  la ilegitimidad de desempeño, no sólo del Presidente sino de su gobierno, porque es obvia la invasión a la esfera de competencia, el amedrentamiento o control de otros órganos del Estado; el cuestionado enfrentamiento a la Asamblea Nacional, morigerando con procedimientos no ortodoxos sus funciones constitucionales de legislar y controlar; la opacidad en los gastos e inversiones gubernamentales y en el manejo de la industria petrolera y la básica de Guayana, que por ser nuestras fuentes principales de ingresos debe ser muy claro y controlado; la política de expropiaciones, cercana a la confiscación. Al gobierno, por ser sus funciones propias, le cabe la responsabilidad en la inseguridad personal que padecemos los venezolanos y el desabastecimiento de los productos básicos; en las erradas políticas agrarias, laboral y ambiental entre otras. De todo esto deben responder a los ciudadanos además que traducen ilegalidad de desempeño, por incumplimiento de funciones básicas.
En cuanto al tema de la auctoritas o autoridad, creo debemos enfocarlo dentro del contexto que la sociedad está conformada por grupos que, en general, tienen intereses que se contrarían o repelen: patronos y trabajadores; propietarios y ocupantes con títulos o sin ellos; productores y consumidores, además de grupos, con derechos propios que deben ser protegidos aunque no tengan opositor determinados, como el caso de transgéneros, religiosos, artísticos etc. Todas las garantías y derechos legales y constitucionales que correspondan a dichos grupos o los individuales de sus integrantes deben ser tutelados por el Estado, sin desconocer otros de igual entidad y manteniendo un balance apropiado. Cuando no se cumple esta misión, el gobierno pierde autoridad que como hemos dicho,  es uno de los factores que lo constituyen y mantienen.  La Asamblea Nacional vigente hasta el 05 de enero del 2016, en representación del Estado y dentro de sus funciones, alteró el mercado inmobiliario y arrendaticio en el país, con leyes sin fundamentos fácticos y jurídicos que desequilibraron los intereses en juego y, a la larga, perjudicaron a todos. El Ejecutivo ha venido desarrollando una política desacertada en materia agraria, reconocida recientemente por el presidente del Instituto Nacional de Tierras, en específico con los rescates de tierras, declaratorias de ociosidad y derechos de permanencia,  que han traído como consecuencia el desabastecimiento de alimentos primarios, incluso donde éramos auto suficientes o requeríamos mínimos niveles de importación. El Poder Judicial ha dictado una serie de sentencias, en sus diferentes cotas jerárquicas, sin respetar el valor justicia y la normativa legal,  algunas de las cuales he analizado suficientemente en anteriores entregas. Esta conducta impropia  de los Poderes del Estado,  materializada con ejemplos,  se traduce en falta o indebido ejercicio de su autoridad y es factor protagónico de la crisis que estamos viviendo.
Corresponde a todos, como titulares de la soberanía y a través de mecanismos constitucionales, como el referendo revocatorio y celebración de elecciones universales, revisar la distorsionada conducta gubernamental y decidir. Dios proteja a Venezuela!

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