Jesús
A. Jiménez Peraza
@jesusajimenezp
En alguna plaza de ciudad México leí en una oportunidad una frase que me gustó mucho por su redacción y significado, dice más o menos de manera textual: “El 15 de agosto de 1521 no fue un triunfo ni una derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy”. Se refiere a la rendición de Tenochtitlán y caída del Imperio Azteca ante Hernán Cortez, no obstante la valerosa defensa de Cuauhtémoc.
Hoy,
a un año exacto del 06 de diciembre del 2015, pienso que esa fecha no fue el
triunfo que habíamos supuesto durante los meses subsiguientes, pero tampoco
marca una derrota, sino un día más en la dolorosa historia contemporánea de
Venezuela.
Estoy
consciente que el Dr. Henry Ramos Allup no estableció un lapso de seis meses
para salir del gobierno del presidente Maduro, como han tergiversado los
oficialistas y ratifica un buen número de opositores. Confío en mi memoria, sin
buscar pruebas audiovisuales o de hemeroteca aunque hoy son de fácil acceso,
para afirmar que sólo pidió ese plazo para fijar una ruta electoral,
constitucional y pacífica con ese fin. Al término del mismo se tomó la del
referendo revocatorio, perfectamente ajustada a la oferta del presidente de la
Asamblea Nacional durante su toma de posesión el 05 de enero del corriente año
y tipificada en nuestros textos legales. El gobierno con el apoyo de Tribunales
y del Poder Electoral cerró arbitrariamente ese camino, ocasionando que algo así como un millón de Cuauhtémoc salieran
a las calles de Caracas el 01 de septiembre del 2016, para ratificar su
voluntad de celebrar la consulta popular, la cual no ha sido posible cumplir
pero cuyos resultados todos presumen. Este panorama trajo vientos de
confrontación entre el gobierno y la MUD, quienes como solución pacífica convinieron en constituir una Mesa de Diálogo,
con el acompañamiento de el Vaticano, el
secretario general de UNASUR Ernesto Samper y los ex presidentes José
Luis Rodríguez Zapatero, Leonel Fernández y Martín Torrijos. Sus resultas han
sido duramente cuestionadas aunque el
problema no es el diálogo en sí mismo. Todos, oficialistas y opositores
necesitan del diálogo porque la antípoda es la guerra que nadie quiere, excepto
algunos desadaptados que a Dios gracias son una minoría, tan precaria que
resulta difícil expresarla porcentualmente.
El error nació con su instalación
misma por el método y por los interlocutores, es decir, en el modo de seguir un
orden para la obtención de un propósito determinado y las personas quienes la
protagonizaron. Exceptuando a monseñor Claudio María Celli los acompañantes
tienen un manifiesto interés en apoyar a una de las partes; los representantes
del gobierno constituyen la línea dura del oficialismo quienes a todas luces no
admiten transacción alguna, mientras que los de la oposición no parecen tener
mayor liderazgo ni tan siquiera dentro de las parcialidades políticas que
representan.
Por los temas tratados no hay forma de
obligar al gobierno a la ejecución de lo convenido, salvo en el aspecto
netamente moral. La liberación de los presos políticos y el reconocimiento de
la Asamblea como Poder Público con funciones propias aunque tiene fuente
constitucional, fueron establecidos como agenda de la Mesa sin caer en cuenta
que el gobierno se desembarazaba fácilmente del compromiso, manifestando que ellos
dependen del Poder Judicial, quien no tiene ni puede tener representación en el
conversatorio. La trilogía partido –
gobierno - estado dentro de un régimen socialista sólo aplica como estrategia
pero se niega a conveniencia.
Hablar de canal humanitario es
exonerar al gobierno de su obligación de proveer de los alimentos y medicinas
que requiere el país. Cada venezolano que muera por falta de estos engrosará el
expediente negro del cual hablaba José Vicente Rangel, antes de ser gobierno.
Creo que es complicado, por usar un
término esperanzador, que la Mesa pueda continuar con la búsqueda de una salida
pacífica, electoral y constitucional del presidente Maduro. Manifesté mi
opinión desde hace tiempo, en el sentido que celebrar el referendo revocatorio
después del 10 de enero del 2017 es muy negativo para el país, porque
tendríamos en todo caso a un Presidente por el resto del período, no electo por
el pueblo y con la herencia negativa que implica la revocatoria del actual
mandatario.
Muchas personas en la calle y analistas
son críticos sobre la actuación de la Mesa, no justifican ni tan siquiera el
intento. Pero no veo que asomen alternativas salvo el slogan “calle…calle…calle”, como si fuera en sí
mismo la solución y como si ese método no se hubiese aplicado infructuosamente
durante todo este Siglo XXI, con exclusiva dominación chavista.
Venezuela necesita líderes nacionales,
regionales y municipales, con planes bien estructurados que sean llevados al
conocimiento y comprensión de los venezolanos. Vamos a prestar atención a ellos,
sin desesperarnos. La escasez, la inflación y la inseguridad no pueden
conducirnos a la desesperanza, sino fortalecernos. Cualquier fecha por dolorosa
que resulte, debemos entenderla como el inicio para el cumplimiento de un acto que impulse final y definitivamente a
Venezuela y por ello no podemos considerarla como una derrota. Feliz Navidad!
06/12/2016.
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