martes, 12 de diciembre de 2017

“Batea mucho más”.

-No basta un mejor gobierno que el actual, necesario es un buen gobierno para Venezuela.

-Urgente: un candidato que gane, un ganador que cobre y un presidente que gobierne.
Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
No recuerdo el título ni los protagonistas sino el diálogo, que fue lo impactante en una escena de  película donde se transmite un  juego de beisbol en el estadio de los Bravos de Atlanta, durante una de las campañas presidenciales de Estados Unidos. Estaba  un aficionado con franela alegórica a Jimmy Carter, cuando vino Hank Aarón a consumir su primer turno al bate, alguien sacó un cartelito donde se leía “Hank for president”. El primero lo miró en forma despectiva y le preguntó qué ventaja tenía Aarón sobre Carter y la respuesta fue lacónica pero contundente: “Batea mucho más”. Este episodio permite distinguir un concepto de extrema importancia en Derecho, cual es la diferencia entre la verdad formal, contentiva de una idea que no se puede negar racionalmente, enfrentada a la verdad material, como principio jurídico procesal que nos obliga a ir más allá de esa racionalidad aparente, hasta encontrar la respuesta satisfactoria que produzca la solución ideal a un problema.
Si cambiamos el escenario y vamos a un mercado, farmacia o parada de autobús en Venezuela, nos hacen incluso sin preguntarlo un planteamiento imbuido de verdad formal: “Cualquier otro es mejor que este gobierno”, pero el caso es que este gobierno no salió de la nada, sino que es producto de nuestra errática e irresponsable conducta como electores en la historia reciente.  En 1958 el candidato Wolgfang Larrazábal estuvo muy cerca de la votación obtenida por don Rómulo Betancourt y duplicó al Dr. Rafael Caldera, hecho que políticamente no tenía ninguna explicación, puesto ni siquiera había sido factor determinante en el derrocamiento de la dictadura perejimenista. En 1999 elegimos al comandante Hugo Chávez como Presidente de la República, porque enfrentábamos una serie de problemas en Venezuela y colectivamente vimos como solución, confiar en quién había intentado un golpe militar fracasado, independientemente que no tuviera formación como hombre de Estado, ni un equipo consolidado que pudiera generar la confianza necesaria.
Ambas fueron votaciones irracionales. Afortunadamente en el primer caso se impuso la candidatura del presidente Betancourt, quien pudo enrumbar al país por el sendero democrático fortalecido por un grupo de buenos ministros y el Pacto de Punto Fijo, a pesar de la convulsión creada por continuos conatos de golpes militares. El segundo caso nos ha salido bien caro por no haber tenido la precaución de ir un poco más allá y buscar la verdad material o sustancial para resolver los problemas en curso, durante las dos últimas décadas del Siglo XX.
En el año 2018, Dios y las circunstancias nos darán una nueva oportunidad para decidir nuestro destino. Creo firmemente vamos a poder hacerlo  por la vía electoral, no significa que enteramente pacífica en el sentido que se nos permita sufragar cómodamente después de transcurrida una campaña, conforme al mandato legal y constitucional. Obviamente la oposición debe contar con un candidato respaldado monolíticamente, por lo que su escogencia requiere de mucha aceptación, reconocimiento general de sus fortalezas y muy bajo rechazo. Estas condiciones anulan la participación de muchos aspirantes que perfectamente saben que no las tienen. Ellos mismos por amor a Venezuela, por respeto a su gente, deben apartarse y ayudar donde puedan sin estorbar durante las tres etapas del segmento histórico por venir, el primero  construyendo un escenario que convenza al pueblo llano que ganar es posible, que sienta la unidad entre los partidos y la sociedad civil, lo que conducirá al fomento de la participación activa, a la reproducción voluntaria y desinteresada del mensaje. Habrá ventajismo, amenazas, imposiciones de normas y abrogaciones de otras y el uso de la fuerza. El gobierno pondrá todos los tropiezos posibles porque no quieren entregar el poder y sabe que está en minoría, pero ahora no tiene otra alternativa que contarse. Después vendrán unos momentos igualmente complicados. Cumplida la campaña, el día electoral, las autoridades usarán técnicas disuasivas, los puntos rojos harán de las suyas, cerrarán mesas a tempranas horas o alargaran su funcionamiento según convenga. Ya escrutados los votos el gobierno  apelará a  múltiples argumentos para anularlos en forma masiva, tienen de su lado el Poder Electoral y los Tribunales. En este lapso las amenazas ya no se generalizarán contra todo el pueblo, que a esas horas habrá cumplido con su deber de votar, sino que se enfocarán contra el candidato ganador. Se requerirá entonces del temple del líder, de su solidez espiritual, de su valentía, de su experiencia política, para cumplir con un segundo segmento de la lucha que es materializar su victoria, cobrar. Cumplida esa etapa vendrá una más dura pero para entonces ya habrá amanecido, lo que permitirá gobernar con los mejores. Se dice fácil, pero conformar equipos multidisciplinarios y poli cromáticos para el cabal desarrollo de políticas públicas es muy complicado, tratar con políticos, entenderlos y saberlos seleccionar requiere conocerlos a fondo, haber trajinado duro en las Cámaras legislativas, haber vivido activamente el accionar de los partidos, donde coexisten diversos intereses. Este ha sido uno de los grandes problemas del presidente Donald Trump, acostumbrado a sus millonarios negocios inmobiliarios en New York pero no puede consolidar un equipo para gobernar Estados Unidos. Ha designado como ministros y colaboradores en general, a hombres de su mayor confianza como empresario, algunos de ellos sólo tuvieron una corta experiencia política durante la campaña  lo que no es suficiente y ha tenido que cambiarlos varias veces, porque no es lo mismo una empresa donde el fin  único es el lucro, que un Estado con  múltiples aristas e intereses de todo tipo que deben ser ponderados y conjugados. Claro su ventaja es la férrea institucionalidad de la nación.
Cada venezolano que aspire gobernar a Venezuela durante el período más complejo de su historia republicana, como será el pos chavismo, debe ser capaz de analizarse y decidir ante sí mismo su capacidad para cumplir esos  tres verbos fundamentales que se requieren para ser, no sólo candidato sino Presidente de la República en circunstancias nada envidiables, tiene que estar capacitado y dispuesto a ganar, cobrar y gobernar. Feliz Navidad a todos! Que Dios nos ilumine para escoger apropiadamente!
12/12/2017.

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