Jesús A. Jiménez
Peraza.
@jesusajimenezp
Venezuela ayer y hoy.
Venezuela
vive una etapa trascendental, de mayor significación que la independencia, la
federación, el caudillismo o las dictaduras. No hablo de importancia, porque
todos los ciclos históricos lo son ya que sólo superado uno puede abrirse otro,
como no podemos ser hombre sin haber sido niño y luego adolescente. Cada edad
tiene sus propias características y valor para la personalidad. La trascendencia actual deviene del hecho
que aquellos procesos generalizados respondían a una realidad histórica y
social, que de alguna manera fueron transición hacia nuestro desarrollo y
formación como pueblo. Ahora estamos atrapados en el tiempo y nos estamos
rezagando integral y peligrosamente en áreas donde fuimos pioneros como
tecnología, medicina, suficiencia alimentaria, comunicaciones y organización
social. La independencia en América fue un movimiento evolutivo, después de
trescientos años de colonialismo se produjo la
lógica separación, impulsada por el espíritu independentista acumulado
en los héroes de entonces. Después de declarada la independencia de las
potencias europeas, requeríamos darle una fisonomía propia a la dirección
política y surgió, también como producto de génesis obligatoria, la guerra que
redondeamos como de los Cinco Años, aunque fue más corta, naciendo el Estado
Federal. Pero una cosa es el Estado y otra el gobierno, ante la incivilidad, la
multiplicidad de provincias autárquicas y las dificultades de las
comunicaciones, el poder se tomaba y mantenía con las armas. Este proceso lo
llenó el caudillismo durante la segunda mitad del Siglo XIX y principios del
XX, caracterizado igualmente por la ausencia del Derecho con sus normas
orgánicas y apropiadamente recopiladas destinadas a resolver conflictos. Vale
destacar que nuestro legado jurídico proveniente del Derecho Romano, a través
del español, se limitaba al área privada, conocíamos y teníamos normados los
derechos reales o sobre los bienes, las obligaciones comerciales o de créditos,
las sucesiones y derechos de familia, pero no las normas del Derecho Público
que regían entre los Estados o de las personas ante ese ente todopoderoso, lo
que retrasó nuestra formación. Quizás ese mismo vacío jurídico en
Derecho Público impuso la etapa de las dictaduras generalizadas en todo el
continente americano, fundamentalmente militares e implantadas como transición necesaria entre el
caudillismo y la democracia.
Nuestro gravísimo problema actual no
viene dado por intentos de dominación imperial a través de una guerra económica
o por el petróleo, de ser así el invasor conseguiría un frente único y
consolidado por pueblo y gobierno. Estamos viviendo un conflicto muy grave, que
se perfila por el desconocimiento de los Derechos Humanos, institución
desarrollada en el mundo durante la segunda mitad del siglo pasado, en el cual
fuimos abanderados signando todos los tratados internacionales al respecto y mejorando
el sistema democrático que habíamos empezado a transitar, imperfecto pero
perfectible.
Es dentro de esta panorámica ampliada
donde está “instalada y funcionando”, para utilizar verbos que reflejan la
realidad sin prejuzgar sobre la
legalidad de fondo, una Asamblea Nacional Constituyente desde mediados del año
2017. En sus manos está la paz de la República y nuestro futuro. No sé si cada
constituyente está consciente del
compromiso, tanto individual como
orgánico que les corresponde. Entiendo,
por conocimiento público y comunicacional que algunos son doctos en Derecho,
especialmente del Constitucional, pero todos deben saber que las consecuencias,
positivas o negativas de esa responsabilidad como integrantes del cuerpo, no se
reduce a quienes ejercen cargos directivos, la concibieron o han estudiado su
naturaleza jurídica, sino a todos por igual, tanto en los honores y glorias que
habrá de reconocerles la República, como en las sanciones penales, civiles y
administrativas, según sea que sus decisiones nos enrumben hacia un futuro
promisor después del evidente caos político, social y económico en el cual nos
encontramos actualmente o, por el contrario, nos lleve hacia una hecatombe de proporciones inimaginables. Comencemos por el principio.
05/02/2018.
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