lunes, 9 de abril de 2018

Acabar con todo, para vaciar la democracia.

A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp

Acabar con todo, para vaciar la democracia. 

Las garras del castrismo, posteriormente el chavismo y el madurismo, han penetrado profundo en las entrañas de Venezuela. Lograron dividir al sector opositor,  como única forma de imponerse en las elecciones del próximo 20 de mayo, determinando así un proceso extraño, donde el gobierno tiene grandes posibilidades de ganar,  a pesar de tener no más de un diez por ciento (10%) de las preferencias entre los votantes, pero han sabido aplicar las antiguas técnicas recopiladas por Sun Tzu en el “Arte de la Guerra”, como aquellas de dividir al enemigo y el principio según el cual  “triunfan aquellos que saben cuando luchar y cuando no”.
          El escuálido porcentaje oficialista significa que el grueso es opositor pero fraccionados por nimiedades, incluso la semana pasada advertí la existencia de dos grupos que creo son irreconciliables en el corto plazo, siendo entonces preferible dar libertad de acción, que cada quien siga sus instintos, sus conocimientos y se abstengan o voten, pero que entre ambos impere el respeto para que no lleguemos al final del camino, heridos de manera irreconciliable, dando paso a una Venezuela tripolar o convirtiéndola en un campo de guerra fratricida.
Los sub grupos opositores incurren en despiadados ataques entre sí,  olvidando quien es el enemigo a vencer, pregonando además todo cuanto sea necesario para desprestigiar a los partidos, a sus líderes, incluyendo a organizaciones con fines distintos a los netamente partidistas, con hechos pocas veces comprobados o con pruebas dudosas, siendo además, sordos ante un mensaje del común de la gente angustiada, requiriendo protección, comida, medicamentos, lo que seguramente justificará al final conceder la razón a ambos grupos desechándolos por igual. Estamos llegando  así a una etapa superior de la agresión mutua. Ya no pensaremos en no votar “porque no nos gusta el candidato o su programa”, o en hacerlo  “porque necesitamos salir de este gobierno malo y tramposo”. Sino que la mayoría, la inmensa mayoría, integrará un sector caracterizado por la apatía, que no le interesará quien gobierna a Venezuela, simplemente porque Venezuela no es su prioridad.
          Como directivo de una organización no gubernamental ni partidista, he sido receptor de innumerables llamadas y mensajes con planteamientos de amigos, que también toman formas en las redes sociales, sobre críticas en algunos casos por lo menos que me constan, subjetivamente infundadas. No las voy a rebatir porque mi organización no forma parte activa del debate, mis opiniones no la vinculan como lo advierto en el encabezamiento fijo de este blogs  y porque van dirigidas contra personas de mis afectos que por su estatura moral y formación intelectual e ideológica, están capacitadas de sobra para defenderse, si cabe el término por si. Sólo quiero recordar  la tesis de Schattschneider, condensada por Peter Mair, sobre el proceso de vaciado de las democracias occidentales. Los venezolanos, en nuestro caso concreto, estamos perdiendo soberanía, lo que presagia un panorama trágico de democracia sin pueblo. Es un proceso que se inicia con el paso de un ciudadano  acogotado e incrédulo, que salta de la indiferencia a la hostilidad contra el liderazgo y, después traspasa otra barrera, también tenue pero no menos trágica, contra el Estado y sus instituciones que no resuelven problemas cotidianos, situación muy peligrosa e indeseable, porque como escribió José Ortega y Gasset en el hombre y la Gente, el Derecho y el Estado son las primeras defensas de contención contra los hombres.
He creído mi obligación como venezolano, colaborar en la formación de opinión relacionando la política con el Derecho, porque éste debe ser fuente y rector en todas las actividades del hombre. Pero propiamente la política la percibo siempre desde la barrera, no he tenido interés en adentrarme en una actividad distinta a aquella para la cual me formé con amor y convicción, el mundo del Derecho, ejerciendo tiempos en forma privada como litigante tribunalicio y otros  en gestión pública, por donde pasé sin mancharme las alas a pesar del terreno pantanoso que durante las últimas décadas ha servido de escenario a la judicatura, que por su majestad, significado y fines debería estar en un templo de cristal custodiado por monjes mudos, como decía Rudolph Stammler cuando la justicia y otros valores podían ser definidos de manera poética, con el alma, sin recurrir a epítetos y conceptos injuriosos, indecentes, hoy  no pocas veces pertinentes al aplicarlos.
          No veo mucho sentido en destruir todo, líderes, organizaciones, partidos, Estado, porque de sus cenizas no nacerá la perfección sino algún otro ente desconocido con los mismos males y los mismos estigmas multiplicados. Creo que lo que podemos hacer es corregir lo que ya tenemos. Cuando Dios necesitó castigar al hombre por su desobediencia, no lo destruyó para hacerlo de nuevo, simplemente le puso reglas para mejorarlo. Eso, es perdón y humildad. Dios proteja a Venezuela.
09/04/2018.

2 comentarios:

  1. Caramba Dr. Jiménez, me agrado esta lectura, me permite difundirla?

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  2. Excelente tu artículo Chubeto, a tu preocupación le digo, calma, ya se asentará el agua movida y turbia; cuando aclare se percibirá con diafanidad el camino, la verdad y la razón.

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