Jesús
A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
No pasó nada novedoso el día 20 de
mayo del 2018 en Venezuela. Ganó, en apariencia y como se esperaba, Nicolás Maduro con poco más
de 6.000.000 de votos conforme al Consejo Nacional Electoral, una vez escrutadas
casi el 99% de las Actas. Es imposible determinar cuántas de esas boletas
fueron voluntarias, en el sentido de expresar la intención y no la supina obediencia,
necesidades o temores del escuálido elector
oficialista.
Quedó
demostrado matemáticamente que no hizo falta la presencia de quienes fuimos
tildados erróneamente como “abstencionistas”,
por no aceptar condiciones ilegales, inconstitucionales como tardíamente lo
admitió el propio candidato Henry Falcón, quien ahora no reconoce los
resultados. La cuenta es fácil de hacer: Se pregonó y admitió unánimemente que
el chavismo suma el 30% cuando más, del padrón electoral, lo que significa que
de cerca de 20.000.000 de inscritos sería 5.950.000 quienes, conforme a las
encuestas votarían por la reelección
presidencial. De manera que obtuvieron alrededor de 200.000 votos sobre lo
esperado, por cierto, casi absolutamente a través de la tarjeta del PSUV y unos
pocos para completar la suma total, por
el grupo comandado por la presidenta de la Asamblea Nacional Constituyente,
hecho de significación política que tiene su lectura propia.
El
Presidente Electo no puede estar conforme. En Venezuela actualmente el mayor
número de votos obtenidos no equivale a logros prácticos. Es otra prueba
fehaciente de un fenómeno que, en la acera opuesta, resultó con la negativa de reformar la
Constitución Nacional conforme consulta referendaria del 2007 y, la estructuración
de la Asamblea Nacional en el 2015.
Como sería ilógico suponer que el 53, 58% de quienes no asistimos a las mesas electorales sufragaríamos de haberlo hecho, por los candidatos no oficialistas, debemos concluir que los resultados son moldeables a la realidad virtual y no responden a la conducta real de los electores venezolanos. En
otras palabras, se acomodan a conveniencia.
Como sería ilógico suponer que el 53, 58% de quienes no asistimos a las mesas electorales sufragaríamos de haberlo hecho, por los candidatos no oficialistas, debemos concluir que los resultados son moldeables a la realidad virtual y no responden a la conducta real de los electores venezolanos.
El candidato Falcón
desconoció el proceso, es su derecho, pero se había sometido al juego y
tendría, en consecuencia, que seguir las pautas procesales de rigor
e impugnar el procedimiento y las providencias administrativas
resultantes. Al pedir nuevas elecciones para octubre violenta expresas
normas constitucionales de naturaleza garantista, porque antes
tienen que ser anuladas administrativa o judicialmente las celebradas.
Recuérdese que
allí intervinieron personas naturales y jurídicas que “ganaron” y a
ellas no se les puede desconocer ese
triunfo sin cumplir los procedimientos contenciosos sancionados.
Quienes
respaldaron a los candidatos opositores sabían que el gobierno juega rudo, con
puntos rojos o tricolores, con carnets de la Patria, con regalos, con
asistencia, con el carrusel electoral etc. Claro, tienen la ventaja que como
sabían de la existencia de esas desigualdades, pero tenían la firme convicción
que sólo participando se podrían demostrar, deben tener seguramente pre
constituidos los elementos probatorios para que los jueces de la Sala Electoral
del Tribunal Supremo de Justicia, dicten una suspensión del acto de totalización,
adjudicación y proclamación del señor Presidente, porque evidentemente las
pruebas tienen mayor fuerza que las impertinentes e inocuas en circunstancias
normales, aplicadas para dictar una medida cautelar con naturaleza de
permanencia, lo que en Derecho es un barbarismo, contra los diputados de
Amazonas.
Ahora bien, seguir el tortuoso camino
del ejercicio recursivo contencioso electoral es además de largo, inútil, de
manera que de la mejor buena voluntad recomiendo a Henry Falcón y sus asesores que
lo olviden y comencemos todos juntos, sin mirar por el retrovisor una vía
constitucional y pacífica para reorientar a Venezuela por la senda democrática.
Creo que no existiendo instituciones independientes internas, excepto la
Asamblea Nacional declarada en desacato por la Sala Constitucional, sin
procedimiento ni previsión legal, no queda otra que las que nacen de la
suscripción de los Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos. En el país
hay muchos expertos en la materia, quienes deben ser consultados.
Es conveniente
que la dirigencia opositora se renueve, el pueblo
llano, como lo llamaba Emmanuel Joseph Sieyés a finales del Siglo XVIII,
equivalente al venezolano de a pie del
extinto periodista larense Julio Pérez Rojas, está atento quizás mucho más que antes,
porque ahora sufre en carne propia las penurias de la escasez, la inflación y
la migración de sus hijos, pero no sigue a ciegas partidos, organizaciones o
líderes que no le convenzan, es necesario mostrarles caminos, orientar rumbos y
enderezar entuertos porque se requiere una sociedad civil o intermedias entre
el Estado y el hombre, fuerte, responsable, que exija rendición de cuentas y no
vuelva nunca más a conferir mandatos, sin inspeccionar el cumplimiento cabal
del mandatario. Dios proteja a Venezuela!
23/05/2018.
Excelente artículo!!! Rescatar el Estado de Derecho es requisito indispensable para protagonizar un evento electoral. Por ahora debemos tener claro que toda "autoridad" que no se somete a la Ley y al derecho no puede esperar que el soberano se subordine a ella, pues ha perdido toda legitimidad, toda confianza, todo proposito.
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