domingo, 20 de mayo de 2018

Venezuela para siempre y por sobre los obstáculos.




Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp

          Analizar hechos cumplidos, se llama historia. Hacerlo sobre hechos por venir, presentimiento. Escribo el domingo 20 de mayo del 2018, son las 5 de la mañana.
 Observo nuestra historia reciente, fresca, dolorosa. Por primera vez en mi vida como titular pleno de derechos civiles, no siento gozo por la celebración de un acto democrático sublime, como es el sufragio, hoy decidí permanecer en mi casa. Lo primero, porque considero que en Venezuela no estamos celebrando una escogencia electoral legítima, para cumplir con el derecho y garantía democrática de la alternancia en el poder. Llego a esta conclusión independientemente del convocante, porque en definitiva lo es el Consejo Nacional Electoral, aunque no haya actuado  por iniciativa propia y cumpliendo mandato constitucional, sino acatando orden de la irrita Asamblea Nacional Constituyente.
Califico la ilegitimidad por el hecho de la participación en la contienda del ciudadano Nicolás Maduro, quien no podría ser candidato menos aún, Presidente de la República en el período 2019 - 2025 por no haberse cumplido oportunamente el referendo revocatorio en el año 2016, valido de la decisión del máximo órgano electoral pero por instrucciones de unos tribunales penales de provincia sin jurisdicción ni competencia, que truncaron la solicitud de un número de ciudadanos que superamos largamente el exigido por el artículo 72 constitucional.
Lo segundo, permanecer en casa, también tiene cierto dejo de tristeza ya que no es acatando instrucciones de la dirigencia opositora, la cual no reconozco hasta que  se legitime ante los ojos del pueblo de Venezuela. Lo hago por  íngrima convicción y eso no es conveniente cuando la lucha por el país, por la restitución de sus instituciones y garantías tiene que ser colectiva, para que sea posible.
El análisis histórico me traslada a los días subsiguientes a la designación de una mayoría calificada para integrar la Asamblea Nacional votada en diciembre del 2015. Realmente no entendí la información suministrada, en el sentido que la primera directiva correspondía al partido con mayor cantidad de votos y, así sucesivamente, durante las primeras tres legislaturas. Creo que no entendieron el mensaje de unidad que les dimos a nuestros políticos de carrera. No podíamos tener un archipiélago de opositores porque serían fácilmente penetrados por el oficialismo, quien si entendió el cuadro y al poco tiempo había inhabilitado a algunos líderes, apresado otros y descabezado a varios partidos  anulado nombres, símbolos y tarjetas incluida la Mesa de la Unidad. De haber sido un sólo grupo, se hubiese producido la sustitución dirigencial  inmediata y habría continuidad en el accionar.
Tampoco entendí el Diálogo de República Dominicana, si bien inicialmente no debía ser rechazado, había que actuar conscientes y perdónenme la costumbre de utilizar figuras jurídicas, que nos habían llevado a la suscripción un contrato de adhesión, ese mismo impreso en las tintorerías donde se dice que pasa si se quema la camisa, usted no tiene oportunidad de cambiar la cláusula, la toma o la deja. Así llegó el oficialismo a la reunión, con todo preparado para obligarnos a legitimar o reconocer un acto electoral, en las circunstancias de tiempo, lugar y modo que planteaba el gobierno nacional, a través de José Luis Rodríguez Zapatero, que se están concretando hoy 20 de mayo del 2018 quizás para no darle completo el mérito a Diosdado Cabello, quien propuso el primer cuatrimestre. El diálogo debió ser entre los dirigentes opositores para coordinar políticas, elaborar un programa de gobierno que todos entendiéramos y lanzar un candidato unitario, que en bloque homogéneo con seguridad respaldaríamos.
          También analizo un presentimiento que me atormenta: ganará Nicolás Maduro. El noventa por ciento de la población estará desconcertada, algunos lo imputarán a la abstención, otros al candidato. Ambos tendrán razón. Ganará Maduro pero perderá el país, el cual no soporta más promesas ni a Maduro. Tendrá que reunificarse la oposición, comenzando por entender que no pueden seguir bajo la concepción de ser un conjunto de elementos con un fin común, sino que constituyen un elemento único conformado por un conjunto de personas jurídicas y naturales, que deben apartar lo subalterno y ponerse al servicio de Venezuela. La institucionalidad, es decir el Estado de Derecho, no está funcionando por falta de autonomía orgánica. Por ende, deberíamos cobijarnos bajo tratados internacionales aplicables, suscritos por Venezuela.
La Carta Interamericana del 11 de septiembre del 2011, suscrita en Lima ratifica por ejemplo el Protocolo de San Salvador, del 17 de noviembre de 1988, Adicional a la Convención Americana Sobre Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Conforme  a este instrumento firmado por Venezuela el 27 de enero de 1989, los trabajadores pueden asociarse libremente para la defensa de sus fuentes de trabajo y de los ideales democráticos, solicitando el apoyo interamericano rebasada como está la tutela administrativa y jurisdiccional interna. También se prevé “un mecanismo de acción colectiva en caso de que se produjera una interrupción abrupta o irregular del proceso político institucional democrático o del legítimo ejercicio del poder por un gobierno democráticamente electo en cualquiera de los Estados Miembros de la Organización, materializando así una antigua aspiración del Continente de responder rápida y colectivamente en defensa de la democracia”. Ese mecanismo no puede solicitarlo el Estado, porque simplemente es el causante de la interrupción, nos corresponde hacerlo a los venezolanos organizados apropiadamente.
          Conforme al Tratado de San Salvador, los Estados están obligados a adoptar medidas en el orden interno y en cooperación entre los Estados, tanto en los aspectos técnicos como económicos  para la plena efectividad de los derechos reconocidos en el Protocolo, relacionados con la alimentación, niñez, familia, trabajo, seguridad social, salud y otros similares, todos en grave peligro por las políticas estatales internas.
          Vislumbro que la mayoría del pueblo venezolano no participó en el llamado al  proceso viciado de hoy y por tanto, tiene plena libertad de buscar otros mecanismos válidos, pacíficos y, sobre todo constitucionales. Recuerdo en este sentido que el artículo 23 de la Carta Magna de 1999 prevé que los tratados y pactos internacionales tienen jerarquía constitucional y prevalencia en el orden interno y que, conforme al artículo 31 ejusdem, los ciudadanos individualmente considerados, podemos dirigir peticiones a los organismos internacionales solicitando amparo a los derechos humanos trasgredidos. Dios proteja a Venezuela!
20/05/2018.

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