Jesús
A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
La lógica es una rama muy compleja
como se puede deducir del sólo hecho de formar parte de la filosofía, está
constituida por leyes y formas capaces de obtener una proposición en relación
con la verdad o falsedad, por lo que su estudio y profundización interesó a Aristóteles,
una de las mentes más brillantes de la humanidad todas las épocas incluidas,
quien ideó el método silogístico para obtener una conclusión forzosa de dos
premisas conocidas. La deducción lógica forma parte de la naturaleza humana,
por lo que en mayor o menor grado cualquier ser racional puede determinar si el
procedimiento o la conclusión que le es comunicada, es o no viable.
La segunda mitad del Siglo XX en
Venezuela se caracterizó por ser extremadamente político partidista, después de
las montoneras y el caudillismo imperantes en el XIX y las dictaduras, que
caracterizaron casi toda la primera mitad de la centuria del 1900.
Durante 1958 mi papá, quien era
dirigente municipal de Acción Democrática, me llevó a distintos actos de la campaña electoral cuando triunfó el
presidente Rómulo Betancourt. Presencié algunos discursos del candidato y a
pesar de estar muy niño para entonces, le
prestaba atención debida por lo que recuerdo que usualmente exponía sobre los
requerimientos más perentorios del país, para la satisfacción de sus necesidades
básicas como agua, carreteras, energía eléctrica etc, lejos estaba yo de saber
que planteaba de esa manera la importancia de desarrollar integralmente a
Venezuela, por encima de las grandes obras emprendidas por Marcos Pérez
Jiménez. En mi natal Sanare comenzamos rápidamente a percibir el avance con
esos servicios públicos que nos habían sido negados hasta entonces. En 1963, durante mi adolescencia y aún sin derecho a sufragar, me llamó la atención que los protagonistas por
las ideas aportadas, fueron dos candidatos derrotados, los doctores Arturo
Uslar Pietri y Rafael Caldera quienes incluso mantuvieron debate televisado con
gran sintonía. Se planteaba la construcción masiva de viviendas, porque era la
solución a uno de los problemas más sensibles producidos por la expansión
social y el abandono de los campos, acrecentando las periferias de las zonas urbanas,
especialmente Caracas.
La campaña de Eduardo Fernández en
1988 fue extraordinaria y significativa, enfrentó el continuismo en la candidatura
perenne de uno de los grandes partidos de la democracia, a la vez la posibilidad de reelección en la presidencia
de la República, dos grandes males que nos han causado más daños que
beneficios. El enfrentamiento a éstos y otros verdaderos tsunamis que sería
materia de otro análisis le costó, lamentablemente, la victoria y al mismo
tiempo impidió el inicio de la modernización del Estado, política ahora en
retroceso, que fue su concreta oferta
contenida en el discurso El pueblo está
bravo, el 05 de julio de 1987.
El candidato Hugo Chávez Frías
popularizó la oferta de una Asamblea Constituyente aunque no era tema novedoso,
tenía el atractivo de la posibilidad de un cambio en nuestro sistema de
gobierno y en una distribución más justa de tierras y riquezas, por lo que
de alguna manera era un tema medular para la discusión pública y por tanto caló
en el electorado.
Estamos a pocos días de concluir una
nueva etapa para la designación o ratificación de un nuevo Presidente de la
República, lo que debería ser el centro de discusión en todos los ambientes
vista la situación política, social,
financiera, educativa como temas generales, lo que en concreto está
representada por la emigración masiva de venezolanos hacia el exterior y
regreso de los nacionalizados, la quiebra de las empresas como fuentes de trabajo,
disminución en los niveles académicos en universidades y liceos otrora de
primera línea en el mundo, inflación, escasez, inseguridad personal y
patrimonial, sin embargo, observamos con
consternación que poco le interesa el tema al común de la gente.
Seguramente el presidente Maduro será
ratificado en el cargo por razones que, por falta de pruebas me eximo plantear
públicamente, pero es un hecho que los candidatos y sus comisiones de publicidad
no han ido más allá de mantener viva la
disyuntiva entre votar o no, lo que imputo a la falta de ideas y credibilidad.
Candidatos con ascendencia popular y con temas programáticos de interés,
implicaría la asistencia del votante a la urna electoral para posibilitar la
ejecución del programa propuesto como premio al líder, dando por descontado ese
hecho imprescindible que además gusta al
venezolano: sufragar.
Quiera Dios que ante esa realidad que
vislumbro, no recurran los dirigentes opositores post 20 de mayo al ritornello
de culparse recíprocamente: “perdimos
porque los abstencionistas no fueron a votar”, recibiendo en el
contrapunteo como respuesta, “si
hubiésemos escogido un candidato de consenso todos habríamos votado”. Ambos
tendrían razón, por lo que no es lógico ahondar innecesariamente en las heridas
que sólo el tiempo habrá de curar. Los
verdaderos líderes que necesitamos en este país para reunificar a la oposición
primero y al país nacional luego, tienen que pasar por encima de esa diatriba,
entender las razones que ambos grupos tuvieron para escoger la respetable
opción que fue de su preferencia, generar confianza en la comunidad
internacional donde estamos insertos y construir el ambiente para el inicio de
un nuevo período presidencial posterior al chavismo, no necesariamente
presidido por Nicolás Maduro, entre los pacíficos, naturales y constitucionales
previstos en el artículo 233 de la Carta Magna, que el país nacional aceptaría
gustoso porque tampoco parece lógico que con este desastre que vivimos
actualmente, pudiera el llamado oficialismo constituir mayoría. Dios proteja a
Venezuela!
16/05/2018.
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