Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Aceptar
o no la invitación de las autoridades noruegas, lo que implica la continuación
del diálogo entre gobierno y
oposición, no es una decisión fácil. Está abierta al debate, con sólidos y
fundados argumentos de ambos lados; es materia compleja, por los traumas
causados por los antecedentes; es riesgosa, al ser Venezuela, nuestros hijos y
nietos los beneficiarios o las víctimas de sus resultas. Además, no conocemos
suficientemente las bases debido al secreto de la rancia diplomacia escandinava.
El
diálogo como mecanismo para buscar avenimientos o solución de problemas
interpersonales o colectivos no puede ni debe cerrarse nunca, puesto
de su agotamiento surge la solución de fuerza que agrava y multiplica el
conflicto original que, por cierto, siempre termina en un nuevo diálogo aunque
sea para capitular, para rendirse después de consecuenciales pérdidas
económicas o humanas.
En ocasiones podemos sentirnos desalentados, porque
las conversaciones se han hecho estériles, inútiles como el caso del llamado diálogo
de besugos, que es un simple coloquio sin coherencia lógica o, el diálogo
de sordos, donde las partes cumplen una formalidad pero no se prestan
la más mínima atención. Ambas acepciones admitidas por la Real Academia
Española, no resuelven nada sino que estancan los conflictos, lo que obviamente
puede ocasionar reacciones imprevistas en terceros que sufren las consecuencias,
aunque sean actores diferentes a los protagonistas del diálogo central.
En nuestro caso, es el pueblo de
Venezuela el principal afectado por las
consecuencias del diálogo entre la dirigencia oficialista y la opositora.
El encuentro en República Dominicana, fue
una experiencia negativa porque el gobierno se sentía fuerte, con la única
necesidad de alargar los tiempos para fortalecer su posición que, en mi
criterio, no era otro que hacerse de todos los Poderes Públicos para
perpetuarse y dar la imagen ante la comunidad internacional, de tener
suficiente apoyo popular por lo que el problema debía circunscribirse a los
venezolanos. Así nos aislaba en su provecho.
La oposición, por su parte, no tenía
un liderazgo definido ni un programa suficientemente diseñado, así no podía
gozar de incuestionable y generalizado apoyo popular. El mediador, el ex
presidente español José Luís Rodríguez Zapatero
no era imparcial, su rol o misión se circunscribía a ayudar a una de las
partes en el conflicto, el oficialismo.
Hoy la situación es absolutamente
distinta a aquél panorama sombrío de finales del 2017 y comienzos del 2018. La
oposición está nucleada alrededor del liderazgo que representa Juan Guaidó y de un norte, las pautas determinadas por el
Estatuto para la Transición, aprobado por la Asamblea Nacional que se resume en
cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.
Este programa es conocido y aprobado por
alrededor de 60 países del mundo, entre los cuales se encuentran los más
importantes económicamente y por densidad poblacional de la región; los vecinos
Colombia, Brasil, Guyana y las Islas del mar Caribe, además de la comunidad
europea, Estados Unidos y Canadá.
Creo, en resumen, que se puede y debe
concurrir al llamado de las autoridades de Noruega, para que comience en Oslo
la ejecución de un acuerdo y por su
conducto, a una conciliación, ambos contentivos de ese programa macro que de hecho
hemos aprobado como mandato conferido a Guaidó.
El gobierno nacional ya aceptó la ayuda humanitaria,
por ende, no puede ocultar la existencia de la crisis económica y, con ella, la
energética, la de salud y la alimentaria; propuso el requerimiento de
convocatoria para restituir uno de los Poderes básicos del Estado, cual es la
Asamblea Nacional, lo que implica que el sistema democrático que ordena nuestra
Constitución, está atrofiado independientemente de la causa y finalmente, se
mostraría muy débil si rehúye unas elecciones libres a pesar de pregonar que
tiene respaldo popular masivo.
Todo esto conduce a que la reunión de Oslo, se circunscriba a
buscar los caminos menos traumáticos para dar inicio, de inmediato, a un nuevo
gobierno quien regentará al país durante un lapso necesario para que se
restablezca nuestro herido Estado de Derecho, mediante la aplicación de los
normas constitucionales apropiadamente interpretadas.
Para esto podemos solicitar ayuda de la comunidad
internacional, lo que no significa en forma alguna intervención militar. La
Carta Democrática Interamericana, firmada en Lima el 11 de septiembre del 2001,
durante el Vigésimo Octavo Período Extraordinario de Sesiones de la OEA, tiene
varios elementos importantes para ayudar en la situación insostenible y de caos
generalizado que vive Venezuela, bien sea por ineficiencia gubernamental como
creo es la causa, bien por la supuesta guerra económica según diagnóstico del
actual gobierno.
El artículo 1 de la Carta reconoce el derecho de todos
los pueblos de América de vivir en democracia y la obligación de sus
respectivos gobiernos de promoverla y defenderla. El artículo 2, confiere a los
ciudadanos la potestad de reforzar y profundizar la democracia representativa,
con su participación permanente, ética y responsable, dentro del marco legal
y constitucional.
El artículo 3 refrenda, de hecho, los pasos aprobados por el Estatuto para la
Transición cuando dibuja los elementos de la democracia representativa, con el
respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales del hombre; la
sujeción al estado de Derecho; necesidad de elecciones periódicas, justas,
universales y secretas; el régimen plural de partidos y organizaciones
políticas y la separación e independencia de los Poderes Públicos.
Siendo entonces que gobierno y oposición están contestes en la existencia de la crisis, un
apropiado acuerdo en Oslo, sería la
aplicación del artículo 20 de la referida Carta Democrática Interamericana,
reconociendo la afectación grave de nuestra vida cotidiana, sin expreso
reconocimiento de la causa por las partes, permitiendo así la intervención del
Consejo Permanente para adoptar las decisiones que estime convenientes, que no
pueden ser otras que las invocadas en la propia Carta: Aplicación del Estado de
Derecho dentro del sistema democrático y a través de elecciones libres. Dios bendiga a Venezuela.
28/05/2019.
Acertado análisis. Siempre la vía electoral con garantías es la mejor forma de resolver el grave conflicto que tenemos. Que Dios permita que las presiones y negociaciones sean suficientes para que esta opción definitivamente se materialice, sin perder de vista la necesaria permanencia en la unidad de propósito.
ResponderEliminarOjalá y sea posible un acuerdo que permita un cambio lo mas pronto posible. Aún estando el gobierno conteste en la existencia de una crisis, al punto que, con posterioridad a este articulo voceros del BCV reconocen una inflación, si bien inferior a la pronosticada por el FMI, igualmente es devastadora. Bien razonado y mejor elaborado el análisis que envías. Saludos
ResponderEliminarOjalá y sea posible un acuerdo que permita un cambio lo mas pronto posible. Aún estando el gobierno conteste en la existencia de una crisis, al punto que, con posterioridad a este articulo voceros del BCV reconocen una inflación, si bien inferior a la pronosticada por el FMI, igualmente es devastadora. Bien razonado y mejor elaborado el análisis que envías. Saludos Jesus Lopez P
ResponderEliminarEs quizás el camino menos sangriento y contando con la experiencia e imparcialidad de Noruega, podríamos contar con una solución sin intervención militar al desastre que representa éste gobierno.
ResponderEliminarUn afectuoso saludo
Es quizás el camino menos sangriento y contando con la experiencia e imparcialidad de Noruega, podríamos contar con una solución sin intervención militar al desastre que representa éste gobierno.
ResponderEliminarUn afectuoso saludo
Es quizás el camino menos sangriento y contando con la experiencia e imparcialidad de Noruega, podríamos contar con una solución sin intervención militar al desastre que representa éste gobierno.
ResponderEliminarUn afectuoso saludo