Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Votar o no
votar, he ahí el dilema!
En
Filosofía del Derecho, de orientación más filosófica que jurídica, existe la
rancia disyuntiva sobre la prevalencia de las dos verdades, la sustancial o verdadera y la adjetiva o procesal.
La primera se fundamenta en la conexión entre la realidad y los hechos, mientras
que la segunda supone la aceptación con base a los elementos probatorios válidamente
utilizados.
En
el proceso judicial, que es la parte activa del procedimiento pre establecido
en los códigos y leyes, tratamos que ambas verdades sean una sola, pero ellas
no siempre coinciden. Muchas veces tenemos la íntima seguridad que un
funcionario público incurrió en corrupción, porque es muy evidente la
diferencia entre la fortuna que nos enrostra con vehículos de lujo, mansiones y
viajes al final del mandato (verdad sustancial), en relación al raquítico
balance presentado al asumir el cargo cuyo acrecentamiento no tiene
explicación, pero es declarado inocente porque no se demostró culpabilidad en
la comisión del delito (verdad procesal).
Obviamente
que por razones teleológicas o por causa final, la verdad sustancial prevalece
en nuestro intelecto y en nuestro corazón. No importa que al corrupto un tribunal
lo declare inocente, de todas maneras en el círculo social donde convive se sabe la verdad y es rechazado,
condenándole al ostracismo y repudio.
El
ochenta por ciento de la población venezolana, rechaza la gestión del actual
gobierno nacional. Este es, sin embargo,
un hecho aparente que debe ser demostrado para que la verdad verdadera genere un efecto. La prueba debe emerger a través
de un acto material, cual es el electoral. Pero no toda esa inmensa masa de
votantes está dispuesta votar porque no cree que su participación pueda generar
la demostración de la verdad y, que ésta a su vez, pueda producir el ansiado cambio
de gobierno.
Para
asumir esta conducta se esgrimen abundantes y bien fundados razonamientos
concretos: 1) No estamos en un Estado de Derecho, donde se respete el voto, la
Constitución, las leyes y las formalidades; 2) La actual Asamblea Nacional,
electa con abultada mayoría calificada fue castrada, en primer término al
dictar la Sala Electoral una medida
cautelar arbitraria, despojándolos de
sus funciones no obstante la inmunidad incuestionable tipificada en el artículo
200 CN99. 3) Posteriormente cuando Sala Constitucional anuló caprichosamente todas
las leyes sancionadas por el Parlamento y a éste lo declaró en desacato. 4) Número suficiente de votantes clamaban por un
referendo revocatorio en 2016, que fue impulsado apropiada y oportunamente,
pero de manera inexplicable fue torpedeado por unos jueces sin jerarquía,
competencia ni jurisdicción para impedirlo, lo cual lograron. 5) El Presidente
de la República convocó a una Asamblea Constituyente, sin tener facultades para
ello. 6) Dicho órgano se instaló y asumió funciones extras a las conferidas por la Ley Suprema. 7) El
presidente Maduro renovó su mandato en forma intempestiva (mayo del 2018), si
aplicamos el principio de la continuidad constitucional. 8) Para el último período legislativo un
grupo de diputados electos por la unidad opositora, se prestó para dividir la
Directiva de la Asamblea y, de hecho, ejercen sin haber demostrado su
instalación, quórum y deliberación válida.
En
la práctica, estos y otros planteamientos de similar calibre, crean justificado
escepticismo en la población y justifican el alejamiento del sufragio, a pesar
de ser unánimemente reconocido como derecho humano universal e indispensable en
el sistema democrático.
Frente
a ellos, un numeroso sector de dirigentes y votantes, parte del principio de la
necesidad de acudir al acto electoral a convocarse, porque es el único medio
legal y pacífico para renovar el Poder Legislativo. Creen quienes así razonan,
que es imposible que una mayoría tan determinante pueda ser morigerada y que
sin concurrir a las urnas es imposible deslegitimar al gobierno en funciones,
ya tenemos el precedente de diciembre del 2005.
Obviamente
que el mecanismo idóneo para conocer la verdad sobre la voluntad soberana del
pueblo venezolano, es concurriendo a votar en las inminentes elecciones
parlamentarias, que conforme a la CN99 y las leyes que rigen el Poder Electoral,
deben realizarse durante este año 2020 aunque no está fijado un lapso
determinado, pero la contundencia de los
argumentos del sector abstencionista, me lleva a plantear la disyuntiva con las
cuales inicio estas reflexiones: votar o
no votar!.
Es
necesario demostrar la verdad verdadera ante el país nacional y los principales
países de la comunidad internacional que nos respaldan. Si bien tenemos la
obligación de derrotar al socialismo que nos ha sido impuesto, electoralmente
al principio pero mantenido con la fuerza y la sin razón después, porque es
evidente el desastre en el cual está sumido el país nacional, debemos iniciar
el camino con la demostración que esa es la voluntad mayoritaria.
Esa
verdad sólo tenemos una forma de comprobarla y es votando dentro de las
mejores condiciones posibles, porque:
A) Si
votamos y coinciden la verdad que intuimos como verdadera
y la procesal, creamos ambiente para iniciar la salida, cualquiera sea, de
esta pesadilla.
B) Si
nos abstenemos de votar, no podemos demostrar la
verdad sustancial y seguiremos sometidos por la verdad adjetiva.
Dios bendiga a Venezuela!
15/02/2020.
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