martes, 14 de abril de 2020

Dos Papas.

Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp

Post scriptum: El PS debe ir al final del escrito, es un apéndice. Sin embargo, en este caso debo hacerlo al principio para advertir sobre lo que no quisiera cambiar, que  es la idea de condensar en un solo artículo dos documentos inmortales de la Iglesia Católica, como refiero en seguida. Pero me resultó imposible y resolví separarlos, conservando la idea original. JAJP.
                                                          
El título no se relaciona con la reciente película que relata, seguramente entre historia y fantasía, la transición entre el hoy Papa Emérito Benedicto XVI y SS Francisco, que ocupan los puestos 265 y 266  en el largo historial de sucesores del augusto Trono de  San Pedro.
Simplemente, con ocasión de este reposo obligado por el virus chino  y el tiempo de reflexión y recogimiento espiritual, al cual invita la Semana Santa cuando los cristianos rememoramos los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección  de Nuestro Señor Jesucristo, releí dos documentos pastorales que constituyen verdaderos monumentos por su contenido y mensaje.
Me refiero a las Cartas encíclicas Centésimus Anni (Centésimo año. 01.05.1991) y Laudato Sí (Alabado mi Señor. 24.05.2015), que se me antoja tienen en común, una alabanza y reconocimiento al Supremo Creador, por haber construido su obra tomando como base fundamental al Hombre y de todo cuanto puso en la Tierra, para nuestro disfrute.
En efecto, Centésimus anni cumple con una obligación que se han impuesto todos los Pontífices, desde la tercera década del Siglo XX, de revisar y actualizar la encíclica Rerum novarum (05.05.1891), de León XIII, tejida alrededor de los derechos laborales de los trabajadores.
Juan Pablo II, sin duda alguna el más grande líder de la segunda mitad del siglo XX en el mundo, se fundamenta en la necesidad de revisar hacia el pasado los derechos sociales del hombre, porque de ellos depende su dignidad y a la vez adelantarse en lo que serán los nuevos retos del tercer milenio que estaba por iniciarse, cargado de incógnitas y promesas.
Juan Pablo II, recuerda cómo León XIII y sus sucesores se habían ofrecido a revisar algunas "cosas viejas" recibidas y transmitidas desde siempre, que constituyen la tradición de la Iglesia y con ellas descubrir "cosas nuevas". De manera que esas cosas viejas siempre han estado allí, pero en permanente revisión.
Reconoce la Encíclica Centésimo anni los aportes de la Rerum novarum a principios fundamentales del moderno Derecho Laboral: el producto del trabajo humano debe enfocarse dentro del contexto de su verdadera dimensión social, por lo que proyecta hacia la familia, la sociedad y el Estado, horario de trabajo, salario justo, respeto al credo del trabajador, entre otros. Ya Juan Pablo II, había abordado este tema central en la encíclica Laborem exercens.
Por cierto la obra de León XIII, tuvo gran impacto en Venezuela cuando nació el Derecho Laboral en 1928, rebelándose desde 1936 contra la doctrina de calificar la relación de trabajo, como relación subordinada de arrendamiento. Es de justicia reconocer los esfuerzos desplegados en el país, en este sentido, por el Dr. Rafael Caldera.
Es realmente aleccionador, el análisis que  hacen ambas pastorales sobre los conceptos de socialismo y liberalismo. Ningún extremo es aceptado por Juan Pablo II, como no lo fue por León XIII. El socialismo se analiza bajo la óptica del derecho de propiedad privada y la circunstancia  de alentar el odio contra la clase más pudiente, porque altera la función del Estado y perturba todo el orden social. El individuo, la familia y la sociedad son anteriores al Estado, por lo que el papel de éste debe ser protegerlos y no sofocarlos. Defienden ambas Cartas pastorales a las sociedades intermedias, ya que son organizaciones protectoras de los derechos individuales  de sus  integrantes.
Del liberalismo se hace un análisis más sistemático, rechazando cualquier protección exclusiva  al sector económicamente privilegiado, porque son los pobres quienes requieren de mayor protección, debiéndose entender y aceptar que al Estado corresponde determinar el marco jurídico de actuación para todos, por lo que su función es igualmente prioritaria.
Entre las cosas nuevas analiza Juan Pablo II, los cambios en el mundo después de 1945, donde se logra más que  paz consolidada una situación de no guerra, producto de la terminación formal de la confrontación bélica, pero sin reconciliación entre las partes. La mitad de  Europa estaba para entonces bajo el dominio de la dictadura comunista y la otra mitad tratando de enfrentarla y protegerse contra ella. Al terminar la guerra mundial no se obtuvo libertad ni se devolvió el derecho de la gente.
Un grupo de países trató de construir una sociedad más justa partiendo de las leyes del mercado y la estabilidad monetaria, enfrentado al comunismo de muchedumbres explotadas y oprimidas, pero que deben suavizarse con libertad de sindicatos, asociaciones y control público que haga valer el valor universal de los bienes, no concentrados en pocas manos.  No puede entenderse a un mercado que hostigue al comunismo, pero valido sólo de argumentos netamente materialistas.
La Iglesia, en esta encíclica y bajo la pluma de Juan Pablo II, reconoce que no tiene modelos económicos y políticos por proponer, acepta el mercado, la libre empresa y al Estado. Sólo les ofrece las orientaciones de su propia doctrina, exigiendo el necesario reconocimiento por la búsqueda del Bien Común. No puede ser de otra manera (según mi interpretación personal) porque debe respetar ideologías, costumbres y sistemas asumidos por cada pueblo, conforme a su historia y formación. Sólo pide la Iglesia, respeto por principios universalmente aceptados por las mayorías, como la prevalencia del ser humano y la consideración que el trabajo a la par de obligación, es un derecho y que la propiedad de los bienes, no puede beneficiar a su titular exclusivamente, sino al colectivo.
Centésimus anni tiene un capítulo especial titulado “Año 1989”. No podemos pasar por alto que ese año es ícono por la caída del Muro de Berlín y, las conversaciones de la Mesa Redonda en Polonia que dieron cabida, a su vez, a la participación de la oposición (Solidaridad) en las elecciones, que ganó para sorpresa de muchos. Aunque, como dice la Carta, ese año marca una época y ámbito geográfico mayor, incluyendo América, África y Asia.
Siendo imposible cambiar el texto original de la reflexión de Juan Pablo II, en ese filo de navaja entre guerra y paz, prefiero reproducirla textualmente:
“Parecía como si el orden europeo, surgido de la segunda guerra mundial y consagrado por los Acuerdos de Yalta, ya no pudiese ser alterado más que por otra guerra. Y sin embargo, ha sido superado por el compromiso no violento de hombres que, resistiéndose siempre a ceder al poder de la fuerza, han sabido encontrar, una y otra vez, formas eficaces para dar testimonio de la verdad. Esta actitud ha desarmado al adversario, ya que la violencia tiene siempre necesidad de justificarse con la mentira y de asumir, aunque sea falsamente, el aspecto de la defensa de un derecho o de respuesta a una amenaza ajena. Doy también gracias a Dios por haber mantenido firme el corazón de los hombres durante aquella difícil prueba, pidiéndole que este ejemplo pueda servir en otros lugares y en otras circunstancias. ¡Ojalá los hombres aprendan a luchar por la justicia sin violencia, renunciando a la lucha de clases en las controversias internas, así como a la guerra en las internacionales!”
Creo que todos los venezolanos, en los actuales momentos que vive el país deben leer Centésimus anni, sobretodo este capítulo: “Año 1989”, porque en él adelanta SS Juan Pablo II, lo que sería la Venezuela del siglo XXI, cuando escribe:
 “Porque las antiguas formas de totalitarismo y de autoritarismo todavía no han sido superadas completamente y existe aún el riesgo de que recobren vigor: esto exige un renovado esfuerzo de colaboración y de solidaridad entre todos los Países”.
La propiedad privada y el destino universal de los bienes, fundamentalmente del bien tierra, es otro especial capítulo de la encíclica. Obviamente no puede dársele carácter absoluto a ese derecho porque su naturaleza misma, conlleva una limitación. En general, todos los bienes exteriores deben tenerse como de aprovechamiento común. A lo largo de la historia universal se han  resaltado dos elementos: tierra y trabajo, sólo cambia la relación. Hoy el trabajo se considera  productor de bienes y servicios de aprovechamiento general.
También enfoca el Papa la necesidad de considerar otro objeto de la propiedad: el conocimiento, técnica y saber y es que el principal recurso del hombre es el hombre mismo, su inteligencia, que descubre las potencialidades y modalidades productivas.
El problema ante este reto es que no todos los hombres pueden entrar con independencia técnica o jurídica al libre sistema de empresas, lo que de cierta manera constituye una semi esclavitud. Atinadamente enfoca Juan Pablo II, que ese régimen ad hoc de capitalismo no tiene al frente al socialismo, porque este  es también  capitalismo sólo que en manos del Estado, ni se opone al mercado liberal, porque acepta a su vez, control por esa organización fuerte en los aspectos económicos y político, que conocemos como Estado.
La importancia está en que jamás se enfoque la empresa desde el único ángulo del lucro, ya que los balances y relación de ganancias y pérdidas  pueden ser óptimos, pero si no se prioriza como elemento fundamental, al hombre y el decoro del mismo, no hemos hecho nada. Inicialmente el trabajo estaba dirigido básicamente a satisfacer las necesidades primarias, pero hoy debe además exigirse que la solución sea con bienes de calidad, lo que nos lleva de mano al consumismo excesivo, que debemos enfrentar con base a la educación y mejoras culturales. No es malo de por sí el consumo de bienes, mientras no se contraríe la salud y la dignidad, como en el caso de drogas y pornografía.
También es preocupante  el consumo sin control vinculado al problema ecológico, puesto el hombre abusa de manera excesiva y desordenada de los recursos de la Tierra. La ecología es un punto especialmente tratado en esta encíclica, pero la dejo para el análisis de Laudato Sí, donde es tema central y específico.
Enfoca Centésimo año la conformación del Estado, admitiendo la división de sus Poderes en Legislativo, Ejecutivo y Judicial, como fundamento del estado de Derecho. Esta  concepción era realmente novedosa para el año 1891, cuando se publica la Rerum novarum.
Lo que rechaza Juan Pablo II, sin ambages es la tiranía que implica la negación del balance de tales poderes y la subyugación por el Estado o el Partido dominante,  a individuos, familias u otras organizaciones intermedias y la Nación. Dice que el marxismo leninismo, por el especial ordenamiento de las clases, busca adueñarse del poder absoluto, lo que constituye una  negación de la Iglesia.
La Iglesia respeta la autonomía de la democracia, pero no expresa realmente preferencia alguna, sólo reconoce bien utilizado, su aporte a la dignidad de la persona que se manifiesta en el misterio del verbo encarnado. Así analiza los conceptos del Estado Bienestar o Estado Asistencial, pero sin que intervenga en la vida interna de los grupos sociales privándolos de sus competencias propias. El apoyo al hombre necesitado no puede excederse a tal punto de humillarlo, de manera que todo tipo de ayuda siempre debe respetar al ser humano, porque tiene que ir más allá de lo material.
El último capítulo de la encíclica no puede ser más sugestivo y perfecto, porque condensa los dos mil años del cristianismo: “El hombre es el camino de la Iglesia”. Asienta SS Juan Pablo II, hoy Santo de la Iglesia católica:El hombre es la única criatura que Dios ha querido por sí misma. El Evangelio no es teoría, sino fundamento y estímulo para la acción”.
Debo decir que me siento profundamente impactado con la relectura de esta colosal encíclica. Profesionalmente siempre he buscado respuesta a una pregunta muy complicada, lo que había resuelto con diferentes textos, sin percatarme que estaba ahí en un documento que leí por primera vez años ha, pero que las circunstancias especiales que vivimos en Venezuela y el mundo me hizo topar de nuevo: Que es la justicia? Juan Pablo II, responde:
“El amor por el hombre y, en primer lugar, por el pobre, en el que la Iglesia ve a Cristo, se concreta en la promoción de la justicia. Esta nunca podrá realizarse plenamente si los hombres no reconocen en el necesitado, que pide ayuda para su vida, no a alguien inoportuno o como si fuera una carga, sino la ocasión de un bien en sí, la posibilidad de una riqueza mayor.....para que se ejercite la justicia y tengan éxito los esfuerzos de los hombres para establecerla, es necesario el don de la gracia, que viene de Dios”.
Concluyo de manera diferente al habitual con: ¡Gracias Juan Pablo, Papa Amigo, gracias!
14/04/2020.
 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El abogado, el juez y los robots.

  Jesús A. Jiménez Peraza @jesusajimenezp   En 1972 la Federación de Colegios de Abogados de Venezuela, obtuvo la aprobación de una pe...