Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Hoy
analizo la encíclica Laudato Sí. La releí durante la cuarentena junto a
Centésimus anni (ver “Dos Papas” en jesusjimenezperaza.blogspot.com). Su autor Jorge
Mario Bergoglio nació en Buenos Aires, Argentina, el 17 de diciembre de 1936,
donde ejerció el sacerdocio hasta que por circunstancias muy especiales, el 13
de marzo del 2013, debió sustituir al Papa Benedicto XVI como sucesor de San
Pedro, adoptando el nombre de Francisco siendo el primero en utilizarlo por
lo que no es necesario indicar el número, sino simplemente el nombre que inicia
una dinastía. También es el primer Pontífice nacido en el continente americano
e igualmente el primero perteneciente a la congregación de los Jesuitas.
Aunque
con anterioridad algunos Prelados habían renunciado o de alguna forma
sustituidos, es Benedicto XVI el primer
Papa emérito en época moderna, por aplicación del Canon
332 §2 del Código Canónico, que
establece “si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la
validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea
aceptada por nadie”, circunstancia que se conoce como renuntiatio pontificalis.
Con
motivo del año dedicado a la Fe, publicó el 05 de julio del 2013 su primera
encíclica Lumen fidei (La luz de la
fe), pero realmente es Laudato Si, mi
Signore (Alabado seas, mi Señor) la
que ha tenido mayor divulgación, seguramente por tratarse de un tema que, como
el ecológico, es de importancia universal.
La
Carta está dirigida a todos los habitantes de la Tierra, agobiados por el
problema de la contaminación y cambio
climático, que aún cuando afectan grave y especialmente a los excluidos, es
universal ante nuestra incapacidad de absolver o reutilizar en forma apropiada
los residuos y desechos, de un sistema industrial que incita a la producción
masiva y el consumo.
Claro
que unido al problema técnico, SS Francisco
enfoca el humano, campo donde debemos hacer drásticos cambios en nuestro estilo
de vida. La pobreza y la exclusión son condiciones fértiles para la crisis ambiental,
por ser circunstancias que obligan a vivir en zonas contaminadas y migrar en
condiciones paupérrimas, lo que colateralmente conlleva al consumo de drogas,
la agresividad social y la pérdida de identidad. Todos estos fenómenos los resalta el Papa, como causados por el abandono de nuestra relación con Dios, con el prójimo y con la
Tierra, que constituye un mandato bíblico.
Ha sido doctrina diuturna de
la Iglesia, que Laudato Sí analiza a profundidad, el reconocimiento de la propiedad privada pero nunca como
derecho absoluto, en aplicación del destino
universal de los bienes. “La tierra no puede venderse a perpetuidad,
porque es mía, y vosotros sois
forasteros y huéspedes en mi tierra”
(Levítico 25). Posesivo utilizado por la Biblia para graficar con precisión
como la tierra está reservada por el Creador, de manera que su posesión y
propiedad no debería ser punto de conflicto entre los humanos.
La tierra es pues de
Dios, para nosotros está hipotecada y
no puede destinarse al beneficio de unos pocos sino al bien social. Respalda SS
Francisco con toda claridad, el derecho
del campesino al título sobre la tierra necesaria para su subsistencia, junto al
cual debe tener acceso en lo que nuestro Derecho Agrario postula como dotación integral, ya que unido al
título que le genera seguridad y permanencia en vida, debe ir el crédito, la asistencia técnica y
la exclusividad del disfrute de lo que
produce.
Dice Laudato Si, Dios ha
dado inteligencia y conocimiento suficiente a los seres humanos para hacer
grandes avances en medicina, ingeniería y comunicaciones y eso es muy bueno,
pero el problema es que “nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada
garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como
lo está haciendo”. Es tremendamente riesgoso que todas las fuerzas que
pueden producir la energía nuclear, la biotecnología, la informática, se
concentren en pocas manos, que además tienen en exclusiva el poder económico.
Advierte Francisco sobre la necesidad de ir hacia una
valiente revolución cultural, aminorando
la marcha desenfrenada para ver la realidad de otra manera. Nadie pretende
volver a la “época de las cavernas”, pero
si recoger avances positivos y sostenibles para recuperar “valores y fines supremos” arrastrados por el desenfreno megalómano
que vivimos. Toda intención de mejorar el mundo
supone cambios en los modelos de producción y
consumo, en las estructuras de poder
y en los estilos de vida.
Laudato Sí desde sus
inicios, asoma tejerse alrededor del
concepto de ecología integral, que más tarde sistematiza en el capítulo IV. Ecología es la relación entre todos los
organismos vivientes y el ambiente que lo rodea. Entre los primeros, por
excelencia está el hombre, el segundo fue hecho para su disfrute. Es la forma como
Francisco agradece a Dios, con alabanzas, por el hecho grandioso de la
Creación.
Recuerda el Papa haber
escogido el nombre porque San Francisco fue muy humilde, amado por todos,
cristianos y no cristianos, que amó a los más pobres y necesitados, lo que
establece una relación inseparable entre la naturaleza, la justicia con los más
débiles, el compromiso social y la paz interior.
No podemos observar los
problemas de la Tierra de una manera superficial, porque llegamos al erróneo
convencimiento, que lo que sucede no es tan grave y podemos seguir explotándola
irracionalmente. Dice el Supremo Pontífice que es necesario un punto de convergencia
entre religión y ciencia, porque solamente con la utilización de todas las
ramas de las ciencias y de las artes, podemos reparar lo destruido. Con gran
amplitud, Francisco ofrece la intervención de la Iglesia para iniciar el
diálogo.
Diserta igualmente
Su Santidad en Laudato Si, sobre los conceptos de ecología social, económica,
cultural, de la vida cotidiana, todo para que se produzca una mejora integral
en la vida, lo que conlleva a ciudades más humanas, priorizando el transporte
colectivo, pero siempre anteponiendo la dignidad y el bienestar, el respeto por
el ser humano.
Es que no podemos
entender a la naturaleza como algo separado de nosotros, que no tengamos la
obligación de preservar y al contrario, de destruir. Todo, absolutamente todo, lo
químico, lo físico y lo biológico está relacionado; el tiempo y el espacio no
son independientes sino interconectados. No hay una crisis ambiental y una
social, es una sola y por ende, la solución tiene que ser la misma.
Entender una encíclica no
es tarea fácil, además de las limitaciones de todo intérprete y el hecho que en
su elaboración, bajo la dirección principal del jefe supremo de la Iglesia
católica, que ya de por sí supone una formación integral superior, con el cabal
asesoramiento de teólogos, filólogos, científicos, humanistas y demás
conocedores profundos del saber humano, cuenta con una fuente doctrinaria
consolidada por el transcurso de dos mil años. Todo esto nos hace dudar de haber hecho la
interpretación exacta de la lectura.
No obstante, me atrevo a
pensar que SS Francisco en Laudato Si, ofrece la apertura de la Iglesia, a
explorar con “amplia libertad académica” y “facilitación de interacción”, sobre el impacto ambiental de un emprendimiento
concreto, considerando una cantidad y variedad de elementos. Igualmente nos
permite interpretar in extenso, sus orientaciones, por lo que puedo amparado en
ella, hacer la siguiente interpretación de nuestra realidad nacional:
Están regresando al país miles de conciudadanos,
obligados por los efectos del virus que amenaza al mundo. Vienen cada uno con
sus propias experiencias, con frustraciones, con dolor, sueños truncados y
alforjas vacías. Son recibidos por el gobierno nacional, con la asistencia
médica que corresponde y promesas de adjudicación de pensiones y alimentos. Ojalá
esos ofrecimientos sean cumplidos, pero aun así no van a resolver el problema generado
por la diáspora y su regreso, como fenómeno de
ecología social, que sufrimos desde hace varios años.
Ellos tienen derecho a volver a la patria, pero sus
problemas serán mayores ya que conseguirán que sus trabajos formales o no y sus
viviendas estarán ocupados por otros. Las relaciones personales y familiares
habrán sufrido alteraciones. También el país tiene nuevos problemas agravados
por la ausencia de combustibles, medicinas, alimentos y servicios públicos.
No debemos seguir perdiendo tiempo con cadenas de radio y
televisión, donde gobernadores y alcaldes le muestran al Presidente de la
República un país que no tenemos. Tales funcionarios escogen un sitio recién
pintado de la ciudad, sin que nadie controle previa ni posteriormente los
costos del maquillaje, haciendo creer que todo está así de hermoso y funcional.
Es falso, a su alrededor pulula la pobreza y la
desesperanza. Todo ese cuadro es producto de desinversiones e intervención de
empresas; de confiscaciones de fincas bajo el manto del rescate y la
expropiación sin avalúo ni pago. En Venezuela existe escasez y por ella
hiperinflación, antes incluso a las medidas económicas dictadas por Estados
Unidos.
Es necesario buscar soluciones
definitivas y de fondo. En Laudato Sí (229), podemos leer textual y parcialmente:
“Hace falta volver a sentir que nos
necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por
el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos. Ya hemos tenido mucho tiempo
de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la
honestidad, y llegó la hora de advertir que esa alegre superficialidad nos ha
servido de poco”.
Es hora de devolver las
empresas y fincas a sus propietarios y compensarlos. Para éstos es hora de
producir con honestidad, cumpliendo con las normas económicas y morales del
libre mercado y con las leyes naturales de la ecología.
Es hora de volver al
estado de Derecho; designar un Consejo Nacional Electoral objetivo, que por
premura puede ser del propio seno del Comité de Postulaciones; es hora de
devolver las funciones a la Asamblea Nacional electa en el 2015, con diputados
que gocen plenamente de su inmunidad (art. 200 CN99), para que legislen,
controlen y ejerzan la representatividad que le corresponde en las grandes
decisiones nacionales. Debe disolverse la Constituyente y la caricatura de
parlamento dirigido por un diputado del estado Yaracuy, instalado sin quórum.
Ninguna persona,
partido, ni grupo aislado puede enfrentar y resolver los cada vez más ingentes
problemas del país. Eso nos corresponde a todos los venezolanos y a nuestras
entidades intermedias, de todo tipo. Sabiamente lo escribe SS Francisco en
Laudato Sí: “Sin embargo, no
basta que cada uno sea mejor para resolver una situación tan compleja como la
que afronta el mundo actual. Los individuos aislados pueden perder su capacidad
y su libertad para superar la lógica de la razón instrumental y terminan a merced
de un consumismo sin ética y sin sentido social y ambiental. A problemas
sociales se responde con redes comunitarias, no con la mera suma de bienes
individuales: Las exigencias de esta tarea van
ser tan enormes, que no hay forma de satisfacerlas con las posibilidades
de la iniciativa individual y de la unión de particulares formados en el
individualismo. Se requerirán una
reunión de fuerzas y una unidad de realización”.
Como el problema es de
todos, a todos nos corresponde resolverlos, para tener posibilidad de legar a
nuestros hijos y nietos, un país funcional. Dios bendiga a Venezuela!
No hay comentarios:
Publicar un comentario