Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
El
hombre, por su naturaleza tiene tendencia a ejercer el poder en forma absoluta.
Todos los grandes mandatarios y líderes en la historia, tanto dictadores como
estadistas han querido concentrar su
ejercicio, lo que viene dado porque siendo hecho a imagen y semejanza de Dios, quien tiene poder omnímodo, se cultivó la idea que ese atributo
era endosado en quien ejerza la jefatura de mando en un momento determinado.
En
algunas épocas y lugares el ejercicio del poder se asoció a la fuerza física, al
distinguido por su valentía o triunfador en las batallas. El más fuerte se
imponía sobre sus congéneres, método que resalta en los Vikingos y otros
pueblos bárbaros.
También
se ha relacionado, tradicionalmente, con el don de la palabra fácil,
circunstancia que creo tiene un origen
bíblico. La acción humana de mayor trascendencia ha sido, quizás, el Éxodo, la travesía de los judíos
hacia la tierra prometida que mana leche
y miel. Fue encomendada por Dios mismo a Moisés, quien para dirigir la
misión, le pidió poder para demostrar a su pueblo que era el elegido, lo que le
fue concedido al permitírsele convertir en serpiente un bastón y revertirlo.
Moisés también dijo al Señor que su lengua era torpe, que necesitaba facilidad
de palabras para ser entendido y obedecido. Dios así lo concedió diciendo
simplemente “yo estaré en tu boca”.
Allí
están entonces concentradas las condiciones que los mortales hemos exigido en
el gobernante: Ser enviado de Dios, lo que hasta el Absolutismo fue entendido
en forma literal, matizada posteriormente con la potestad de representar al pueblo; si es un buen orador, mejor
y, finalmente, que nos diga lo que queremos oír, no sus ideas para el desarrollo
integral de la comunidad.
Las
excepciones a estas exigencias son pocas. Sir Winston Churchill, que salvo el
don de la palabra que ciertamente tuvo, no ofreció leche y miel precisamente, sino
sangre, sudor y lágrimas, aceptadas
por los momentos de angustia que vivía el pueblo británico y aunque no físicamente agraciado se convirtió, para mí,
en el más grande conductor político de la historia universal. Pero en general, los
líderes han sido los más fuertes, como Atila y los grandes oradores, como
Adolph Hitler, aunque fueran malvados.
En
la segunda mitad del Siglo XX en Venezuela, sin que ello signifique restar los
méritos personales de los diferentes jefes de Estado, respondieron más que a
sus oratorias y simpatías a un factor diferente, propio de la época en todo el
mundo: la maquinaria partidista. Ellos se impusieron como líderes fundadores o
hacedores en general de su agrupación política, que en retribución les llevaron
al ejercicio del poder. Sin embargo en mayor o menor grado, siempre buscaron
concentrar las fuerzas del Estado a su alrededor, pero todos fueron ciertamente
demócratas, al no rebasar los límites del poder supremo, respetando las
instituciones, salvo episodios secundarios.
Pero
el presidente Hugo Rafael Chávez Frías fue una clara excepción. Se hizo conocer
mediante el uso de la fuerza. Aún cuando fracasó en el intento golpista
directo, con él sembró la semilla para llegar posteriormente a Miraflores
mediante el voto popular, obtenido con la facilidad de palabra ligera, sin
mucho contenido pero verbo marcadamente gracioso y populista.
Chávez
amenazó desde el principio a los Poderes constituidos del Estado, con lo que
después se conocería como la furia
bolivariana, conocedor como era de su arraigo en los estratos mayoritarios
de la sociedad venezolana. La Sala
Político Administrativa de la Corte Suprema de Justicia, competente entonces
para la interpretación de las normas constitucionales, dictó unas decisiones
complacientes a su popularidad, al dirimir unos recursos interpretativos de la CN1961 que
permitieron la convocatoria irregular a una Asamblea Constituyente, a pesar que
teníamos ya un Estado Constituido desde 1811, y lograr con la aprobación en la nueva carta magna, su interés
principal cual era la posibilidad de reelección inmediata y que los hombres de
armas (de nuevo la fuerza) pudieran administrar. Ello fue posible mediante la
conformación de la Constituyente con un método extraño (el quino). Así se dio
inicio a un Estado permisivo de corrupción administrativa gigantesca, que se
tradujo en soporte para su poder que sólo lo concebía en forma personal,
nunca mediante la distribución
horizontal.
Desde
los inicios de su gobierno logró una escisión perfecta, que mantuvo durante su
mandato, de las organizaciones sociales
intermedias siguiendo las pautas del comunismo universal que sólo reconoce dos extremos: el Estado y
el individuo. A pesar de haber sido derrotado el profesor Aristóbulo Isturiz,
como candidato del gobierno en una consulta popular referendaria, logró
desarticular la poderosa organización sindical (CTV) y enfrentó la de
comerciantes e industriales (FEDECÁMARAS).
Especialmente minimizó a los productores
agropecuarios con la aprobación, mediante Decreto Ejecutivo de una Ley de
Tierras que si bien tenía principios necesarios y justos, fue caprichosamente
aplicada, pistola al cinto incluso, para confiscar tierras bajo la figura del
Rescate de supuestas propiedades de la Nación y la declaratoria de ociosidad,
aun cuando estuvieren en producción.
En
el año 2002 el intento de golpe de Estado para unos; abandono del poder para
otros y la manifestación popular más grande
nunca vista en el país, para todos objetivamente, le sirvió para crear
un sistema de control social con la distribución caprichosa de ingentes
recursos, que en nada favorecieron en forma definitiva a la parte de la
población más desposeída y ciertamente, con derecho a participar en la justa
distribución de la riqueza nacional y, además, controlar la producción e importación
de alimentos, insumos y medicinas con lo cual se abrió una nueva fuente de
enriquecimiento ilegítimo a sus allegados, colaboradores y relacionados con
éstos.
Con
el uso incontrolado del dinero producto de nuestras riquezas naturales, Chávez se
procuró un liderazgo internacional muy útil para evitar el control de los
organismos multilaterales, los cuales trató de suplantar por otros hechos a su
medida y a nuestras expensas; transformó sin autorización alguna un Estado federal descentralizado, conforme
al texto constitucional en un Estado
socialista y por ende centralista. Ello le permitió la administración
directa de la más poderosa empresa nacional (PDVSA) con una simple ley, que en el 2005 creó el Fondo de Desarrollo
Nacional (FONDEN), para administrar directamente los ingresos extraordinarios
de los hidrocarburos, sin control alguno, porque la Asamblea Nacional electa
ese mismo año fue conformada en forma absoluta con miembros de su partido o
aliados incondicionales, ya que el pueblo llano oyó las voces de sus dirigentes
que le aconsejaron abstenerse de votar, para deslegitimar al gobierno, que por el contario se legitimó para hacer
cuanto quisiera Hugo Chávez con el Estado, ahora legalmente, con la mayoría
unánime en el Poder Legislativo, lo que abrió la posibilidad de designar todos
los demás órganos públicos.
El
presidente Chávez logró hábilmente, con asesoramientos conocidos, conformar un
bloque de poder con el Estado- PSUV- Milicia, que dirigió a su antojo. Procuró
y logró el control irrestricto de todos los Poderes del Estado. Ya con el
Legislativo como aliado, reformó la Ley del Tribunal Supremo de Justicia con un
articulado ininteligible que subió de 15
a 32 el número de magistrados, por supuesto, con mayoría significativa que lo
apoyaban.
El
Tribunal Supremo de Justicia, especialmente en Sala Constitucional fue de gran
ayuda para su gobierno y estrategia política, porque hizo una serie de
interpretaciones a las diferentes leyes orgánicas y la constitucional, con lo
cual fueron más allá de constituirse en legisladores
positivos, aplicando métodos o criterios alejados de la lógica,
apartándose caprichosamente del sentido
literal de las normas y del histórico de nuestras instituciones, en su afán de servir
al gobierno.
Los
demás organismos de alto nivel fueron fáciles de controlar porque su
designación dependía del Parlamento, bajo tutoría directa del jefe de Estado. Así pudo
contar el Ejecutivo con alianzas en otro de los novedosos Poderes Públicos como
el Ciudadano, en órgano de la Fiscalía General de la República, dirigida por la
Dra. Luisa Ortega Díaz, hoy rabiosa opositora y, la Contraloría General en manos del Dr. Cleodovaldo Russián, quien prácticamente
extendió su poder para no controlar los
gastos ordinarios y extraordinarios cargados al Tesoro Nacional, a través de su
suplente, incluso después de su muerte.
Hugo
Chávez logró cambiar la reelección indefinida no ya sólo inmediata (artículo 230 CN), en el año 2009 mediante enmienda que fue una forma especial de modificar el texto de la ley
suprema que resultaba improcedente, porque después de fracasar en la propuesta de reforma
propiamente dicha en el 2007, era inadmisible plantear y votar una proposición
similar durante el mismo período.
A
pesar del control absoluto sobre las instituciones se hizo dar en dos
oportunidades poderes especiales, que le permitieron dictar leyes ejecutivas
sin que existiera en el país unas circunstancias extraordinarias que lo
ameritaran, con lo cual inyectó por vía legislativa y a espaldas de la
Constitución Nacional, elementos socialistas a nuestro debilitado sistema
jurídico.
Es
necesario recordar siempre, que quede escrito y suficientemente analizado para
nuestras generaciones futuras, como fue el ascenso del chavismo – socialismo al
poder en el país y el ejercicio del gobierno. Dios bendiga a Venezuela!
No hay comentarios:
Publicar un comentario