Jesús A. Jiménez
Peraza.
@jesusajimenezp
En video ampliamente difundido a través de las redes
sociales, el abogado y periodista Leopoldo Castillo, argumenta que la unidad
entre los principales líderes opositores no es fundamental, de manera que Juan
Guaidó y Henríque Capriles, pueden transitar separadamente por los rudos
senderos que implica la actividad política en la Venezuela de hoy, sin
que ello menoscabe la posibilidad de conseguir alternativas pacíficas y
coherentes, para salir definitivamente del desgobierno instalado en el país.
Me refiero en concreto a ellos, porque así fue expresamente
señalado por el Dr. Castillo y por otra parte, el primero es el Presidente de
la Asamblea Nacional que al menos en mi opinión personal, es el legítimo a
pesar de la sentencia emitida por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia, el 26 de mayo del 2020 (Expediente 2020-0001). El caso es que no
fue demostrada la concurrencia de votos
suficientes para instalar la directiva conformada por Luis Eduardo Parra Rivero,
como Presidente; Franklin Duarte como Primer Vicepresidente y, José Gregorio
Noriega como Segundo Vicepresidente. Tampoco se demostró el cumplimiento de las
formalidades previas requeridas para la instalación de la sesión especial, del
05 de enero del corriente año.
Si bien la referida sentencia concluyó con la declaración
de legitimidad de ese cuerpo directivo,
la causa del procedimiento instaurado fue un recurso de amparo instado por
persona ajena a la Cámara, el señor Enrique Ochoa Antich, quien aduce
simplemente recurrir en tutela de su derecho a la participación política, es
decir, sin interés procesal directo, lo que conforme jurisprudencia pacífica de
la Sala es causa de inadmisibilidad del recurso. Tampoco solicitó como
petitorio de su demanda el dispositivo obtenido, lo que vicia la sentencia por
incongruencia y, por ende, la anula conforme al artículo 244 del Código de
Procedimiento Civil.
Igualmente hago mención expresa de Henríque Capriles,
porque ha sido el último candidato presidencial de la unidad, en elecciones
celebradas en oportunidad constitucional tempestiva y además, haber obtenido
casi el 50% de los votos válidos emitidos.
Aun cuando respeto la opinión del Dr. Leopoldo Castillo, en
quien presumo buena fe, además de reconocer sus fortalezas como forjador de opinión en
Venezuela, no puedo compartir su acotación.
La unión es fundamental, siempre lo ha sido. “La fuerza es la unión”, dice una de las
estrofas de nuestro glorioso Himno Nacional. El Libertador Simón Bolívar ofrendó su vida,
ante la necesidad de obtener la unión política entre los venezolanos, para
entonces integrantes de la Gran Colombia. En su Proclama postrera, al borde del
sepulcro, dijo: "Colombianos! mis últimos votos son por la felicidad de la
patria. Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos, y se consolide la
unión yo bajaré tranquilo al sepulcro".
El Dr. Castillo merma la importancia que en nuestra
historia republicana ha tenido el Pacto de Punto Fijo, atribuyéndole una simple
componenda de intereses políticos, cuando en realidad fue vital para la
consolidación de una democracia naciente, que no sólo estaba superando los 10
años de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, sino los ensayos democráticos que no llegaron a cuajar como los
de Gallegos y Betancourt, y los gobiernos
de los generales Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita, que si bien fueron de
tinte democrático estaban signados por el militarismo propio de la época.
Este bloque de gobiernos distintos entre sí, sirvieron de
enlace entre el oscurantismo de la
dictadura de Juan Vicente Gómez, que marcó las primeras tres décadas del siglo
XX y los inicios de una democracia definitiva, moldeada por quienes serían Presidentes de la República, Rómulo Betancourt
y Rafael Caldera, validos de esa alianza para poder consolidar el
sistema proyectado. Es mezquino entonces, tildar al Pacto de Punto Fijo como un
simple medio para fortalecer el liderazgo personal y de los partidos, que
representaban cada uno de los firmantes, incluidos el Dr. Jóvito Villalba.
Claro que no podía aceptarse al Partido Comunista, ellos
para el año 1958, ya estaban separados de cualquier signo democrático, sobre
todo por la necesidad de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, de
demarcar la política de los dos polos de poder en el mundo, separándose del
occidente.
Afortunadamente tuvieron los futuros Presidentes
Betancourt y Caldera una visión clara al respecto, porque de inmediato los
comunistas tomaron el camino de la violencia en Venezuela, con la
implementación de las guerrillas urbanas y rurales; provocaron la división en
América, representada con la expulsión de Cuba de la OEA y pusieron al mundo al
borde de un cataclismo con el conflicto
de los Misiles en 1961.
Tampoco creo, como sostiene el Dr. Castillo, que el
enfrentamiento político entre los diferentes partidos que marcaron época,
durante la segunda mitad del siglo XX en Venezuela, sea una conducta a seguir
hoy en Venezuela o un ejemplo que debamos repetir. Ayer las luchas entre Acción
Democrática y Copei fundamentalmente, o los quiebres y divisiones internos
entre ellos, estaban dentro de las discrepancias normales por interés particulares,
ciertamente, o doctrinarios en segundo grado. Pero esas luchas se planteaban y
las soluciones se buscaban con racionalidad, dentro de las reglas previas
impuestas en un estado de Derecho, no perfecto pero perfectible.
Las discrepancias entre los partidos se resolvían
electoral y pacíficamente, sin pasar de los “empujones y codazos” de los cuales
hablaba el Dr. Gonzalo Barrios. Un ejemplo de esta afirmación, fue la forma
como se resolvió el conflicto intestino de mayor repercusión, que atribuyó los colores y tarjetas del mayor
partido, Acción Democrática, quien fue con tarjeta negra a las elecciones de
1968 para recuperar la blanca, en disputa junto con los símbolos, ante otro de
los dirigentes tradicionales y fundamentales como era el Dr. Luís Beltrán
Prieto Figueroa. Como corolario, se entregó el poder, por primera vez en
Venezuela, a un candidato distinto de la organización gobernante, el Dr. Rafael
Caldera, quien había ganado con estrecho margen.
Hoy el enfrentamiento de los partidos democráticos es
contra el Estado y toda su maquinaria, administrativa, judicial y de fuerza
militar, de manera que es imposible enfrentarlas divididos.
Pienso que la unidad es básica para el futuro de la
Patria, ningún interés particular puede anteponerse. Es necesario que se haga
un llamado a todos en general, no sólo a las agrupaciones políticas, sino
gremiales, industriales, de comercio, religiosas, estudiantiles, sindicatos etc
y dirigentes o figuras individuales para
enfrentar a un enemigo común.
Creo que todos estamos de alguna manera muy definidos entre votar y abstenerse de votar en las elecciones convocadas para el 6D, de manera que ese no podría ser el punto de encuentro. Pero como ambos grupos deben exponer, tal como lo ha pedido el Clero venezolano y más recientemente el Dr. Henrique Capriles, medidas adicionales ante la decisión ya tomada, esas propuestas secundarias son las que debemos tomar para que haya un reencuentro en la oposición venezolana, con más seguridad pos electoral, porque ni Venezuela ni la pesadilla que la dirige se terminan el 6 de diciembre. Dios Bendiga a Venezuela!
27/08/2020.
Excelente articulo querido amigo, de acuerdo con tus puntos de vista, ahora la union entre todos esos partidos y partiditos es necesaria para lograr la meta de MIRAFLORES A LOS DELICUENTES, y después poner las cartas sobre la mesa y definir con claridad, y como buenos venezolanos lo más conveniente para esa patria tan golpeada y que ahora esta en la ruina total. Las opiniones del Ciudadano siempre son causas de discrepancia, y con relación a Henrique Capriles, no es un elemento de mucho fiar, pero como decian los antiguas boticarios, POR AHORA DEBEMOS ECHARLE MANO A CUALQUIER QUIMICO QUE NOS AYUDE A CURAR....!! Captas.?
ResponderEliminarAbsolutamente de acuerdo con tus reflexiones. Ciertas liviandades descritas por ti con mucho acierto en el articulo, nos han hecho mucho daño. Y multiplicar las sandeces, sin seria valoración y respeto por los protagonistas, nos acerca tristemente a observar lo que Vargas LLosa denuncio en su momento: la banalización de la Política y su conversión en mero espectáculo. La unidad alrededor de un "programa mínimo" es la única salida frente a la tirania esperpéntica de Nicolas Maduro.
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