Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Primera Entrega: Leyes constituyentes. Asamblea Nacional Constituyente 2017: Su responsabilidad ante la historia. Venezuela ayer y hoy. Origen histórico de las Constituyentes.
Refería
en nuestro anterior artículo, publicado
en este blog el 09 de septiembre del 2020 (“Cuidado,
hay decisiones más importantes que votar o no el 6D”), que en entrevista
concedida al periodista Ernesto Villegas, el diputado Diosdado Cabello afirmó
que no será presentado el
proyecto de reforma constitucional, sino una serie de “leyes constituyentes”, además
de las ya sancionadas y publicadas, que
están en vigor actualmente.
Esta
es una afirmación de tal gravedad, que amerita que el pueblo de Venezuela sea
ilustrado suficientemente y que nuestros dirigentes principales, se dediquen a
analizarla hasta que sea aprehendida por todos. Dentro de estos dirigentes
invoco principalmente a Henrique
Capriles, Juan Guaidó y María
Corina Machado, porque aunque los partidos políticos no son
precisamente los organismos intermedios con mayor arrastre y credibilidad en la
actualidad, están conformados por diferentes sectores sociales, oficios y
edades, lo que les confiere importancia vital para la divulgación y explicación
de los hechos trascendentales para el país. Pero igualmente debe ser materia a
debatir en sindicatos, gremios, organizaciones estudiantiles y vecinales,
además por supuesto, de las redes sociales.
Mi contribución será publicar en varias entregas, unas reflexiones que escribí hace algún tiempo sobre la Asamblea Nacional Constituyente de 1917, explicando el origen de este organismo, sus fines, previsiones constitucionales y algunos otros tópicos, adaptados a esta nueva amenaza que tenemos en ciernes después de la exposición del diputado Cabello, simplemente porque esas “leyes constitucionales”, no están previstas en la CN1999 y sólo tienen como evidente finalidad, introducir leyes socialistas que según reconociera Fidel Castro es sinónimo de comunismo. De esta manera no habría que someter el proyecto para la aprobación popular, seguro como está el oficialismo que no tendría ninguna posibilidad de imponerlo.
Asamblea Nacional Constituyente 2017: Su
responsabilidad ante la historia.
Venezuela ayer y hoy.
Venezuela
vive una etapa trascendental, de mayor significación que la independencia, la
federación, el caudillismo o las dictaduras. No hablo de importancia, porque
todos los ciclos históricos lo son ya que sólo superado uno puede abrirse otro,
como no podemos ser hombre sin haber sido niño y luego adolescente. Cada edad
tiene sus propias características y valor para la personalidad. La trascendencia actual deviene del hecho
que aquellos procesos generalizados respondían a una realidad histórica y
social, que de alguna manera fueron transición hacia nuestro desarrollo y
formación como pueblo. Ahora estamos atrapados en el tiempo y nos estamos
rezagando integral y peligrosamente en áreas donde fuimos pioneros como
tecnología, medicina, suficiencia alimentaria, comunicaciones y organización
social. La independencia en América fue un movimiento evolutivo, después de
trescientos años de colonialismo se produjo la
lógica separación, impulsada por el espíritu independentista acumulado
en los héroes de entonces.
Después
de declarada la independencia de las potencias europeas, requeríamos darle una
fisonomía propia a la dirección política y surgió, también como producto de
génesis obligatoria, la guerra que redondeamos como de los Cinco Años, aunque
fue más corta, naciendo el Estado Federal. Pero una cosa es el Estado y otra el
gobierno, ante la incivilidad, la multiplicidad de provincias autárquicas y las
dificultades de las comunicaciones, el poder se tomaba y mantenía con las
armas. Este proceso lo llenó el caudillismo durante la segunda mitad del Siglo
XIX y principios del XX, caracterizado igualmente por la ausencia del Derecho entendido
como ciencia y no como un conjunto de normas orgánicas y apropiadamente
recopiladas destinadas a resolver conflictos.
Vale
destacar que nuestro legado jurídico proveniente del Derecho Romano, a través
del español, se limitaba al área privada, conocíamos y teníamos normados los
derechos reales o sobre los bienes, las obligaciones comerciales o de créditos,
las sucesiones y derechos de familia, pero no las normas del Derecho Público
que regían entre los Estados o de las personas ante ese ente todopoderoso, lo
que retrasó nuestra formación. Quizás ese mismo vacío jurídico en Derecho
Público impuso la etapa de las dictaduras generalizadas en todo el continente
americano, fundamentalmente militares e implantadas como transición necesaria entre el
caudillismo y la democracia.
Nuestro gravísimo problema actual no
viene dado por intentos de dominación imperial a través de una guerra económica
o por el petróleo, de ser así el invasor conseguiría un frente único y
consolidado por pueblo y gobierno. Estamos viviendo un conflicto muy agudo, que
se perfila por el desconocimiento de los Derechos Humanos, institución desarrollada
en el mundo durante la segunda mitad del siglo pasado, en el cual fuimos
abanderados signando todos los tratados internacionales al respecto y mejorando
el sistema democrático que habíamos empezado a transitar, imperfecto pero
perfectible.
Es dentro de esta panorámica ampliada
donde está “instalada y funcionando”, para utilizar verbos que reflejan la
realidad sin prejuzgar sobre la
legalidad de fondo, a la cual me refiero posteriormente, una Asamblea Nacional Constituyente desde
mediados del año 2017. En sus manos está la paz de la República y nuestro
futuro. No sé si cada constituyente está consciente del compromiso, tanto individual como orgánico que les corresponde. Entiendo, por
conocimiento público y comunicacional que algunos son doctos en Derecho,
especialmente del Constitucional, pero todos deben saber que las consecuencias,
positivas o negativas de esa responsabilidad como integrantes del cuerpo, no se
reduce a quienes ejercen cargos directivos, la concibieron o han estudiado su
naturaleza jurídica, sino a todos por igual, tanto en los honores y glorias que
habrá de reconocerles la República, como en las sanciones penales, civiles y
administrativas, según sea que sus decisiones nos enrumbe hacia un futuro
promisor después del evidente caos político, social y económico en el cual nos
encontramos actualmente o, por el contrario, nos lleve hacia una hecatombe de proporciones inimaginables. Comencemos por el principio.
Origen histórico de las Constituyentes.
La
actual no es técnica ni jurídicamente una Asamblea Nacional Constituyente. Para entender esta acotación repasemos un
poco los orígenes históricos, porque allí conseguimos hechos similares que le
dieron origen a la institución, pero
incomparables con los fines perseguidos por los promotores de hoy en Venezuela.
La historia es como una gran rueda en el tiempo y deja improntas o huellas que
se repiten, pero no siempre la intención de los protagonistas es la misma.
En
Francia desde los años 1300 y como producto del Absolutismo, se fue acrecentando
la corrupción y el deterioro social y fiscal. Los reyes tenían tal poder que no
necesitaban de elecciones porque supuestamente eran enviados de Dios, ni le
rendían cuentas a nadie porque todo les pertenecía. “El Estado soy yo” o
“Después de mi el diluvio” eran frases que expresaban claramente el poder
omnipotente del cual se creían investidos, fundamentalmente Luis XIV, Luis XV y
Luis XVI.
Como
nada es eterno, una bomba de tiempo fue
creciendo por el malestar del pueblo acumulado durante siglos y le estalló en
la cara a este último, Luis XVI. El gusto por el deporte de la caza, las
sempiternas bacanales en palacio, los derroches de su esposa María Antonieta,
archiduquesa de Austria y el abandono de sus funciones como Jefe de Estado
condujeron al derrumbe de la monarquía francesa, ideando como salida política
convocar la conformación de un órgano legislativo y consultivo denominado
“Estados Generales”, que incluso tenía muchos años sin reunirse y cuya función
sería recaudar ingentes impuestos y atribuirle mayor fuerza a la Corona. Para
asegurar el control total del cuerpo, Luís XVI advierte que el voto sería
sectorizado, pudiendo sufragar sólo los miembros del Primer Estado (Nobleza) y
del Segundo Estado (el clero), pero no los del Tercer Estado (agricultores y
artesanos) quienes únicamente tendrían
presencia y voz pero no poder decisivo, a pesar que constituían un número
mayor.
No
había percibido el Rey en su colosal descuido por los asuntos oficiales, que la
nobleza había sido penetrada por comerciantes y profesionales enriquecidos,
además que el Alto Clero había perdido fuerza interna ante clérigos de menor
jerarquía que durante años atendieron personalmente a la feligresía, entre
quienes se encontraba un verdadero aunque desconocido líder para el movimiento
social y político que se aproximaba, llamado el abate Emmanuel Joseph Sieyés,
quien rompe la estrategia del Rey y logra el voto individual en el Estado
General instalado, participando como sufragantes los miembros del Tercer Estado
o Pueblo llano y con ello se logró una nueva constitución. El rey Luís XVI
trató de parar la fuerza del Estado General, pero no le fue posible,
desembocando posteriormente en la Asamblea
Nacional Constituyente Francesa del 26 de agosto de 1789, quien asumió para
sí los Principios Universales de los Derechos del Hombre y el Ciudadano adoptados en la Convención Constitucional de
Filadelfia del 17 de septiembre de 1787, preámbulo de la aún vigente
Constitución de los Estados Unidos de Norte América y, los más elementales
principios de la democracia moderna como la separación de los poderes y la
alternabilidad en el mismo. Continuará.
12/09/2018
por demas ilustrativo e interesante
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