sábado, 12 de septiembre de 2020

La Constituyente de Diosdado Cabello.


Jesús A. Jiménez Peraza.

@jesusajimenezp

 

Primera Entrega: Leyes constituyentes. Asamblea Nacional Constituyente 2017: Su responsabilidad ante la historia. Venezuela ayer y hoy. Origen histórico de las Constituyentes.

Refería  en nuestro anterior artículo, publicado en este blog el 09 de septiembre del 2020 (“Cuidado, hay decisiones más importantes que votar o no el 6D”), que en entrevista concedida al periodista Ernesto Villegas, el diputado Diosdado Cabello afirmó que no será presentado el proyecto de reforma constitucional, sino una serie de “leyes constituyentes”, además de las ya sancionadas y publicadas, que  están en vigor actualmente.

Esta es una afirmación de tal gravedad, que amerita que el pueblo de Venezuela sea ilustrado suficientemente y que nuestros dirigentes principales, se dediquen a analizarla hasta que sea aprehendida por todos. Dentro de estos dirigentes invoco principalmente a Henrique Capriles, Juan Guaidó y  María Corina Machado, porque aunque los partidos políticos no son precisamente los organismos intermedios con mayor arrastre y credibilidad en la actualidad, están conformados por diferentes sectores sociales, oficios y edades, lo que les confiere importancia vital para la divulgación y explicación de los hechos trascendentales para el país. Pero igualmente debe ser materia a debatir en sindicatos, gremios, organizaciones estudiantiles y vecinales, además por supuesto, de las redes sociales.

Mi contribución será publicar en varias entregas, unas reflexiones que escribí hace algún tiempo sobre la Asamblea Nacional Constituyente de 1917, explicando el origen de este organismo, sus fines, previsiones constitucionales y algunos otros tópicos, adaptados a esta nueva amenaza que tenemos en ciernes después de la exposición del diputado Cabello, simplemente porque esas “leyes constitucionales”, no están previstas en la CN1999 y sólo tienen como evidente finalidad, introducir leyes socialistas que según reconociera Fidel Castro es sinónimo de comunismo. De esta manera no habría que someter el proyecto para la aprobación popular, seguro como está el oficialismo que no tendría ninguna posibilidad de imponerlo.  

Asamblea Nacional Constituyente 2017: Su responsabilidad ante la historia.

Venezuela ayer y hoy.

Venezuela vive una etapa trascendental, de mayor significación que la independencia, la federación, el caudillismo o las dictaduras. No hablo de importancia, porque todos los ciclos históricos lo son ya que sólo superado uno puede abrirse otro, como no podemos ser hombre sin haber sido niño y luego adolescente. Cada edad tiene sus propias características y valor para la personalidad.   La trascendencia actual deviene del hecho que aquellos procesos generalizados respondían a una realidad histórica y social, que de alguna manera fueron transición hacia nuestro desarrollo y formación como pueblo. Ahora estamos atrapados en el tiempo y nos estamos rezagando integral y peligrosamente en áreas donde fuimos pioneros como tecnología, medicina, suficiencia alimentaria, comunicaciones y organización social. La independencia en América fue un movimiento evolutivo, después de trescientos años de colonialismo se produjo la  lógica separación, impulsada por el espíritu independentista acumulado en los héroes de entonces.

Después de declarada la independencia de las potencias europeas, requeríamos darle una fisonomía propia a la dirección política y surgió, también como producto de génesis obligatoria, la guerra que redondeamos como de los Cinco Años, aunque fue más corta, naciendo el Estado Federal. Pero una cosa es el Estado y otra el gobierno, ante la incivilidad, la multiplicidad de provincias autárquicas y las dificultades de las comunicaciones, el poder se tomaba y mantenía con las armas. Este proceso lo llenó el caudillismo durante la segunda mitad del Siglo XIX y principios del XX, caracterizado igualmente por la ausencia del Derecho entendido como ciencia y no como un conjunto de normas orgánicas y apropiadamente recopiladas destinadas a resolver conflictos.

Vale destacar que nuestro legado jurídico proveniente del Derecho Romano, a través del español, se limitaba al área privada, conocíamos y teníamos normados los derechos reales o sobre los bienes, las obligaciones comerciales o de créditos, las sucesiones y derechos de familia, pero no las normas del Derecho Público que regían entre los Estados o de las personas ante ese ente todopoderoso, lo que retrasó nuestra formación. Quizás ese mismo vacío jurídico en Derecho Público impuso la etapa de las dictaduras generalizadas en todo el continente americano, fundamentalmente militares e implantadas  como transición necesaria entre el caudillismo y la democracia.

          Nuestro gravísimo problema actual no viene dado por intentos de dominación imperial a través de una guerra económica o por el petróleo, de ser así el invasor conseguiría un frente único y consolidado por pueblo y gobierno. Estamos viviendo un conflicto muy agudo, que se perfila por el desconocimiento de los Derechos Humanos, institución desarrollada en el mundo durante la segunda mitad del siglo pasado, en el cual fuimos abanderados signando todos los tratados internacionales al respecto y mejorando el sistema democrático que habíamos empezado a transitar, imperfecto pero perfectible.

          Es dentro de esta panorámica ampliada donde está “instalada y funcionando”, para utilizar verbos que reflejan la realidad  sin prejuzgar sobre la legalidad de fondo, a la cual me refiero posteriormente,  una Asamblea Nacional Constituyente desde mediados del año 2017. En sus manos está la paz de la República y nuestro futuro. No sé si cada constituyente está consciente del  compromiso, tanto  individual como orgánico  que les corresponde. Entiendo, por conocimiento público y comunicacional que algunos son doctos en Derecho, especialmente del Constitucional, pero todos deben saber que las consecuencias, positivas o negativas de esa responsabilidad como integrantes del cuerpo, no se reduce a quienes ejercen cargos directivos, la concibieron o han estudiado su naturaleza jurídica, sino a todos por igual, tanto en los honores y glorias que habrá de reconocerles la República, como en las sanciones penales, civiles y administrativas, según sea que sus decisiones nos enrumbe hacia un futuro promisor después del evidente caos político, social y económico en el cual nos encontramos actualmente o, por el contrario, nos lleve hacia una hecatombe   de proporciones inimaginables.  Comencemos por el principio.

Origen histórico de las Constituyentes.

La actual no es técnica ni jurídicamente una Asamblea Nacional Constituyente.  Para entender esta acotación repasemos un poco los orígenes históricos, porque allí conseguimos hechos similares que le dieron origen a la institución,  pero incomparables con los fines perseguidos por los promotores de hoy en Venezuela. La historia es como una gran rueda en el tiempo y deja improntas o huellas que se repiten, pero no siempre la intención de los protagonistas es la misma.

En Francia desde los años 1300 y como producto del Absolutismo, se fue acrecentando la corrupción y el deterioro social y fiscal. Los reyes tenían tal poder que no necesitaban de elecciones porque supuestamente eran enviados de Dios, ni le rendían cuentas a nadie porque todo les pertenecía. “El Estado soy yo” o “Después de mi el diluvio” eran frases que expresaban claramente el poder omnipotente del cual se creían investidos, fundamentalmente Luis XIV, Luis XV y Luis XVI.

Como nada es eterno, una bomba de tiempo  fue creciendo por el malestar del pueblo acumulado durante siglos y le estalló en la cara a este último, Luis XVI. El gusto por el deporte de la caza, las sempiternas bacanales en palacio, los derroches de su esposa María Antonieta, archiduquesa de Austria y el abandono de sus funciones como Jefe de Estado condujeron al derrumbe de la monarquía francesa, ideando como salida política convocar la conformación de un órgano legislativo y consultivo denominado “Estados Generales”, que incluso tenía muchos años sin reunirse y cuya función sería recaudar ingentes impuestos y atribuirle mayor fuerza a la Corona. Para asegurar el control total del cuerpo, Luís XVI advierte que el voto sería sectorizado, pudiendo sufragar sólo los miembros del Primer Estado (Nobleza) y del Segundo Estado (el clero), pero no los del Tercer Estado (agricultores y artesanos) quienes  únicamente tendrían presencia y voz pero no poder decisivo, a pesar que constituían un número mayor. 

No había percibido el Rey en su colosal descuido por los asuntos oficiales, que la nobleza había sido penetrada por comerciantes y profesionales enriquecidos, además que el Alto Clero había perdido fuerza interna ante clérigos de menor jerarquía que durante años atendieron personalmente a la feligresía, entre quienes se encontraba un verdadero aunque desconocido líder para el movimiento social y político que se aproximaba, llamado el abate Emmanuel Joseph Sieyés, quien rompe la estrategia del Rey y logra el voto individual en el Estado General instalado, participando como sufragantes los miembros del Tercer Estado o Pueblo llano y con ello se logró una nueva constitución. El rey Luís XVI trató de parar la fuerza del Estado General, pero no le fue posible, desembocando posteriormente en la Asamblea Nacional Constituyente Francesa del 26 de agosto de 1789, quien asumió para sí los Principios Universales de los Derechos del Hombre y el Ciudadano  adoptados en la Convención Constitucional de Filadelfia del 17 de septiembre de 1787, preámbulo de la aún vigente Constitución de los Estados Unidos de Norte América y, los más elementales principios de la democracia moderna como la separación de los poderes y la alternabilidad en el mismo. Continuará. 

jesusjimenezperaza@gmail.com

12/09/2018

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