sábado, 6 de febrero de 2021

Tenemos once meses para lograrlo!


Jesús A. Jiménez Peraza.

@jesusajimenezp 

Desde mediados del siglo XVIII se gestó en Europa un movimiento cultural y político denominado La Ilustración, en él convergieron diversas ideas y doctrinas de avanzada, inspiradas primordialmente en el filósofo positivista  Jhon Locke, reconocido como el padre del liberalismo clásico. Aunque murió a principios de la centuria, sus ideas fueron cauce para la acción de diversos pensadores como Charles  Montesquieu, Francois  Voltaire, Jean Jacques Rousseau, entre otros.  Por cierto, este Movimiento tuvo marcada influencia en Simón Bolívar, quien llegó a España y posteriormente a Francia, en los primeros años de su adolescencia y formación intelectual.

La idea de la existencia del poder popular;  que tal poder no era un atributo natural  conferido por Dios mismo a “sus representantes en la Tierra”, tesis central de la monarquía y  que esa fuerza debía ser distribuida entre diferentes órganos, que se controlan en forma recíproca y cuyos directivos deben ser designados directamente por los súbditos, germinó en las bases populares gracias a La Ilustración.

La Ilustración moldeó igualmente a la Revolución Francesa (1789),  que se concreta con un golpe de fuerza representado en el asalto a la Bastille, una edificación policial y cárcel ya desactivada, que ha servido históricamente como símbolo y concreción revolucionaria. Previo a ese acto de fuerza, el abate Emmanuel Joseph Sieyés,  había organizado un movimiento pacífico para destronar a Luis XVI, convocante de los Estados Generales para su propio beneficio y reorganización de sus finanzas y fuerzas políticas. Este órgano era una especie de Asamblea extraordinaria que podía convocar el Rey, para asesorarlo en las materias que les delegara.

De los 1200 diputados que conformaban los Estados Generales, la mitad pertenecían al Clero y la Nobleza, quienes se suponía eran afectos al Rey. Si bien la otra mitad se correspondía con la Burguesía, el tercer estado o pueblo llano, éste dependía social y económicamente de los primeros, por ende le obedecían sin condiciones. Sieyés logró controlar esa mayoría por lo que obviamente, los avances sociales logrados por la Revolución Francesa, que produjo gran cantidad de enfrentamientos y muertes, pudo haber sido producto de esa estrategia pacífica y de alta política de Sieyés, fundada en el hambre y extremas necesidades del pueblo francés.

Estos antecedentes podemos aplicarlos perfectamente hoy en Venezuela. Tenemos un pueblo sufriendo como consecuencia, primordialmente, de las políticas desacertadas de los dos últimos gobiernos, quienes si bien heredaron una crisis nacional histórica desde nuestra formación como República,   fueron designados para mejorarla, no empeorarla. De manera que no debemos caer en la estéril discusión de los errores básicos del pasado, sino sustentarnos en la democracia y sistema perfectible que tenemos, para avanzar hacia el futuro.

Debemos partir en primer término, de las normas constitucionales porque son aceptadas por el gobierno y por la oposición. Sólo debemos hacerlas operativas. Gobierno y oposición han cometido una serie de tropelías contra el sistema jurídico, pero el oficialismo las impone porque tiene la fuerza pública. La oposición, por su parte, ha cometido desatinos similares  resultando  infructuosas sus decisiones porque no tiene forma de hacerlas obedecer.

Dos simples ejemplos ilustrativos, la Asamblea Nacional designada legítimamente por el pueblo de Venezuela en el 2015, no pudo cumplir sus funciones porque los demás órganos administrativos y jurisdiccionales del Estado lo impidieron, con acciones no pocas veces infundadas y arbitrarias. Pero esa misma Asamblea, después del vencimiento del término pretende continuar en su ejercicio, también sin base jurídica alguna, y a sabiendas que  aun cuando pudiera hacerlo  nada produciría en beneficio de la nación venezolana, puesto no tiene el poder coercitivo ni el apoyo de los organismos públicos para imponer sus hipotéticas actuaciones.

La oposición debe plantear una salida lógica y constitucional, porque tiene a su favor lo mismo que el abate Sieyés en su oportunidad, es decir, el respaldo popular mayoritario. Esta vez con dos elementos adicionales del cual aquél adolecía: una Constitución unánimemente aceptada y un escenario internacional favorable, si le demuestran la legalidad de la acción.

Lo primero que debemos hacer es organizarnos con un liderazgo y un programa. Ese liderazgo debe ser necesariamente presidido por los partidos políticos, porque conforme a nuestro ordenamiento jurídico, al cual nos debemos apegar irrestrictamente, es a quien le corresponde hacerlo. De la dirección debemos excluir a aquellas organizaciones políticas que actualmente no responden a sus estatutos y acuerdos  internos, porque así lo ordena la Ley de Partidos Políticos, Reuniones Públicas y Manifestaciones en vigencia. Por esa razón no pueden conformar parte de la dirección política, los partidos cuyas directivas están designadas por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, hasta tanto no convoquen sus asambleas y cuerpos internos para conducir sus actuaciones.

Todos los partidos políticos de oposición legalmente constituidos, deberán actuar como federación, en forma igualitaria y no grupal, incorporando como asesores a personalidades reconocidas en el país, a otros organismos de las sociedades intermedias y posteriormente, a los demás partidos políticos que vayan designando sus autoridades según sus instrumentos estatutarios.

Debe nuestra dirigencia actuar inmediatamente en tres sentidos: 1) escoger un mecanismo popular para postular los candidatos a gobernadores, diputados de consejos legislativos y alcaldías, para las próximas elecciones. 2) designar un cuerpo para la organización y sustanciación del proceso revocatorio al presidente Nicolás Maduro, cuya mitad de mandato vence en enero del 2022, porque así está previsto en los artículos 72 y encabezamiento del artículo 233 CN1999, como normas programáticas de máxima jerarquía, desarrolladas en las disposiciones Reglamentarias aprobadas por el Consejo Nacional Electoral en el 2007 y el 2009. 3) Designar un equipo jurídico – político para solicitar la opinión e intervención, respectivamente, de  la Comisión y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, conforme corresponda y el dictamen de las medidas provisionales que consideren convenientes, para controlar la pureza de ambos procesos.

Si bien los Tratados suscritos válidamente por la República no prevén una intervención armada en el país, la  Carta Democrática Interamericana firmada en Lima el 10 de septiembre del 2001, en el vigésimo octavo período extraordinario de sesiones de la OEA y la Ley Aprobatoria de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos o Pacto de San José de Costa Rica, permiten el ejercicio directo del derecho de petición por los ciudadanos, cuando se hayan violado o amenacen violar los Derechos Humanos.

Precisamente,  el derecho de participar en los asuntos públicos, en forma directa o mediante representantes y el derecho de votar y ser elegidos en elecciones periódicas y auténticas, realizadas por sufragio universal, son derechos humanos políticos protegidos por el Pacto de San José, suscrito válidamente por Venezuela,  cuya violación puede ser demostrada, entre otros actos, por la forma como se interrumpió el proceso revocatorio al Presidente en el año 2016.

Creo la anterior es la ruta más corta, legítima, pacífica y constitucional para un cambio de gobierno. Para lograrla tenemos once meses que ya están corriendo. Dios bendiga a Venezuela!

jesusjimenezperaza@gmail.com

06/02/2021.

 


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