sábado, 17 de abril de 2021

75 años después…….


Jesús A. Jiménez Peraza.

@jesusajimenezp

 

Con el Tratado de Versalles que entró en vigor el 10 de enero de 1920 se dio fin formal a la I guerra mundial. En él se recopilaron básicamente los acuerdos de paz aprobados en las reuniones de París, las obligaciones pecuniarias que debía pagar Alemania y sus aliados como causantes del conflicto, además de las reivindicaciones territoriales  reconocidas al Reino Unido, al Imperio Ruso y a Francia como potencias triunfantes. Pero igualmente sirvió de marco para la constitución de la Sociedad o Liga de Naciones, la cual fue disuelta  con más penas que glorias, el 18 de abril de 1946 por lo que  se están cumpliendo precisamente setenta y cinco años del hecho.

Durante la vigencia de ese primer gran organismo internacional se sucedieron acontecimientos de enorme significación y fatales consecuencias, que nos hacen dudar sobre su operatividad y eficacia como centro de pacificación o de arbitraje para evitar guerras con la magnitud de la, para entonces, recién finalizada. En efecto, en 1939 Hitler denunció el Tratado de Versalles como una de las excusas para iniciar una grave y generalizada conflagración en Europa, que poco más tarde daría paso propiamente a la Segunda Guerra Mundial cuando los japoneses ejecutaron el ataque a Pearl Harbor (1941), obligando a Estados Unidos a intervenir formando parte de los Aliados.

Un hecho que tampoco pudo ser prevenido por el organismo, fue la forma como concluyó  el enfrentamiento directo entre Japón y Estados Unidos de Norte América, con las dos primeras bombas nucleares sobre la faz de la Tierra en Hiroshima y Nagasaki los días 06 y 09 de agosto de 1945, pocos meses antes de cerrarse el capítulo de la Sociedad de Naciones y a la vez, iniciar el de su sucesora Organización de Naciones Unidas (ONU), con propósitos y número de miembros ampliados, pero igualmente ineficaz para prevenir y resolver los grandes conflictos internacionales, como las guerras de Viet Nam, del Medio Oriente o el millón de muertos de Ruanda en 1994, al cual me referí hace unos días.

Influye decisivamente la inoperatividad de la ONU, en mi concepto, en el hecho que el poder de decisión reposa en los cinco países más poderosos en los aspectos económico y militar, Estados Unidos, Inglaterra, Rusia, China y Francia, de manera que todo se reduce a una negociación bilateral entre ellos. Los sufrimientos del pueblo cubano desde hace algo más de 60 años y el venezolano, desde dos décadas atrás así lo demuestran. En el primer caso la principal potencia occidental permitió que el comunismo se impusiera despóticamente en la isla por Fidel Castro y sus compinches, a cambio de  negociaciones directas y ultra secretas entre el presidente John F. Kennedy y Nikita Khrushchev, de las cuales fue excluido incluso el propio Castro, lo que constituyó el más grande de los agravios sufridos por el dueño de Cuba en toda su vida.

En el siglo XXI correspondió el turno a Venezuela, la cual quedó atrapada en una madeja de intereses. El mundo está ahora con  divisiones ideológicas menos acentuadas en relación a aquél telón de acero del cual hablaba míster Winston Churchill y que dieron origen a la guerra fría. Los ideales políticos y filosóficos se han ido diluyendo, pudiendo esas mismas potencias  actuar con entera libertad a través de sus patios traseros que somos el resto del mundo, mientras respeten los mutuos y múltiples intereses entre los diferentes grupos, clasificados según las atribuciones que se auto confieren, en “G5”, “G7”, “G15” etc. El dígito que utilizan caprichosamente es inversamente proporcional al arsenal bélico y monto de sus recursos materiales.

Por supuesto, no digo que la Organización de Naciones Unidas deba cerrar su ciclo vital como en el año 1946 lo hiciera la Liga de Naciones por su inacción. Siempre será útil como escenario de encuentro para deliberar sobre puntos importantes relacionados con derechos humanos en general, y específicos como alimentación y agricultura (FAO); educación, ciencia y cultura (UNESCO); trabajo (OIT);  salud (OMS) y otros 14 órganos similares, pero si pienso que requiere de una gran reestructuración.

Los derechos humanos existen desde la Creación pero formalmente se tipificaron   desde 1948, siendo su reconocimiento y tutela   la gran diferencia entre la Liga de Naciones y la ONU. Ahora bien, es necesario establecer como verdad de Perogrullo, que el beneficiario somos los seres humanos y por tanto la protección debe ser directa, no a través de los gobiernos que usualmente son quienes los violentan en lo interno.

Más de sesenta países en el mundo, entre ellos los más importantes del hemisferio conocen la situación de Venezuela, en lo político, en lo social y económico, pero no se han ocupado en forma eficaz de prestarnos ayuda porque no existe el mecanismo idóneo para ejecutar algún plan humano, no militar, que nos permita vivir dentro de los cánones normales cónsonos con nuestras riquezas materiales, con nuestro Producto Interno Bruto, como indicador más generalizado y con el crecimiento que hemos desarrollado como Nación.

No sé cuántos Informes han presentado los técnicos de avanzada y la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los DDHH e incluso, aprobados por el Consejo mismo en sus Períodos Ordinarios de Sesiones, sobre violación de nuestras garantías soportadas en la CN1999 y los tratados válidamente suscritos por el país, sin que haya ninguna consecuencia práctica fuera de inadmitir en conciliábulos internacionales a algunos personeros oficialistas, o para dictar las celebérrimas Medidas Económicas que tienen negativas consecuencias más visibles en las propias víctimas que en los victimarios, que además sirven para desunirnos puesto algunos la ven como solución en potencia, mientras otros la apreciamos como sanción directa al beneficiario.

El mundo entero fue atacado por una Pandemia cuya causa aún no ha sido determinada por el organismo competente, la Organización Mundial de la Salud, tampoco va a ser precisada  porque está involucrado uno de los “G” con más baja denominación, pero al menos en otros países ya se conocen los planes de vacunación, que es la estrategia única para aminorar y después erradicar sus efectos.  En Venezuela no los conocemos sino más bien se nos inunda con informaciones oficiales discordantes negando, de paso,  cualquier ayuda de organizaciones privadas internas, quienes tienen el derecho y el deber de prestar apoyo, conforme al artículo 84, in fine CN1999.

Dentro del derecho ilimitado a la vida y la salud, también deberían ser tratados y encauzados los niveles de desnutrición que, de manera pública y notoria, se pueden observar en el país. Dios bendiga a Venezuela.

jesusjimenezperaza@gmail.com

17/04/2021.

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