Jesús
A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Se están cumpliendo 27 años desde el inicio del proceso genocida
de Ruanda, que aun cuando no tiene
condiciones históricas y culturales idénticos al proceso político
venezolano, si existen algunos puntos coincidentes que nos deben servir como
lección, básicamente en cuanto a las potenciales consecuencias por la existencia
de grupos urbanos armados dentro del territorio, y sobre la oportunidad de intervención
de las organizaciones internacionales y su eficacia, ante cualquier conflicto
que amenace gravemente la paz interna.
En el siglo XIX Bélgica ejercía un férreo control
sobre el territorio de Ruanda, el cual tenía clasificado por etnias, los Tutsis
que eran minoría pero con mayores privilegios socio - políticos y los Hutus,
quienes por el hecho de ser mayoría lograron tomar el gobierno en 1962 y declarar
su independencia, formándose movimientos armados de resistencia, básicamente el
Frente Patriótico Ruandés (FPR), liderado por los Tutsis y la Coalición para la Defensa de la República
(CDR), conformada
por los oficialistas disidentes, quienes
se declararon rebeldes al no aceptar las condiciones propuestas para un acuerdo
entre el gobierno y el FPR.
Es el problema de los grupos Para Militares
formados o amparados por un gobierno, que creen tener poder de decisión por integrar las
instituciones que conforman el Estado, pero no aceptan los principios de
jerarquía, sumisión y obediencia sino que pregonan su paridad dentro del brazo blindado
de la República, gracias a las armas que igualan a fuertes y débiles.
El 06 de abril de 1994 fue derribado el avión
donde viajaba Juvenal Habyarimana, Presidente de Ruanda desde 1973, lo
acompañaba el presidente Cyprien Ntaryamira, de la vecina Burundi, ambos líderes
de la etnia Hutus, lo que activó una verdadera masacre humana, cuyas
dimensiones pudo ser evitada o aminorada
de haber existido un apropiado y bien coordinado apoyo de los órganos
internacionales. La matanza de seres humanos, sin distinciones de edad o sexo e
incluso de raza, porque una guerra civil no distingue aliados, duró cuatro
largos meses calculándose en más de 1.000.000 de fallecidos en condiciones
espantosas; 250.000 mujeres violadas, en
formas dantescas según testimonios de los sobrevivientes y un saldo de 400.000
huérfanos.
El delito de genocidio, está hoy expresamente tipificado en el Estatuto de Roma
de la Corte Penal Internacional, aprobado en la Conferencia 183/9 del 17 de
julio de 1998, atribuyéndole competencia expresa a dicha Corte para su
conocimiento, tramitación y decisión (artículo 5), el cual lo define como crimen
grave de trascendencia para la comunidad internacional en su conjunto, entendiendo como tal los actos perpetrados
con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico,
racial o religioso (artículo 6). Aunque es en dicho Estatuto donde se describe
apropiadamente el genocidio, el término ya estaba aceptado por el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, conforme Resolución de la
Asamblea General de la ONU del 16 de diciembre de 1966, con vigencia por
vacatio legis a partir de 1976 e incluso acuñado dentro del Derecho
Internacional, desde 1944 con ocasión del holocausto judío, insignia de la
política nazi de exterminio.
El artículo 7 del Estatuto de Roma incorpora, con la misma categoría delictual, a
los crímenes de lesa humanidad, correspondiéndose
con ataques generalizados o sistemáticos contra una población civil e incluso, específicamente
describe el literal h) a la persecución de un
grupo o colectividad con identidad propia fundada en motivos políticos,
entre otras causas.
Si bien es cierto que en sus inicios el
Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas intervino en Ruanda con
una Misión de Paz, aprobando el envío de 2.500 efectivos, el conflicto los
rebasó rápidamente ocasionando incluso el retiro inmediato del 90% de las
tropas, quienes se limitaron a facilitar
la huida de refugiados ruandeses a los países vecinos.
Después de dos meses contados desde el inicio del feroz e inhumano
movimiento, Francia gracias a la acción ordenada por el Presidente François
Mitterand y supervisada por el canciller Alain Juppé, delimitó una zona de
refugio como protección humanitaria, mientras la ONU entraba en debates
diplomáticos sin sentido sobre formas posibles de intervención; la necesidad o
no de aprobación por los demás países africanos; la determinación de quien
pagaría los gastos militares o si la matanza debía ser calificada de “genocidio” o “actos de genocidio”.
Además de la división racial desde la colonia en el país
africano y la existencia de grupos internos armados, influyó en el estallido de
la masacre de Ruanda entre abril y julio de 1994, la propaganda de odio
difundida por los medios de comunicación, controlados por el oficialismo Hutus
contra los Tutsis; la gravísima crisis económica desatada desde 1989 por la
caída de los precios internacionales del café, principal producto de
exportación, lo que ocasionó a su vez una hambruna generalizada en las
principales ciudades y en las zonas rurales, devaluación de la moneda,
inflación y escasez de alimentos básicos.
Todo este desolador panorama económico constriñó a la población ruanda a desplazarse hacia la
fronteriza Zaire, hoy República Democrática del Congo, quien al llegar al tope
de aceptación por la emigración
incontrolada, utilizó sus fuerzas armadas para obligar la repatriación.
Analizando con objetividad la historia
contemporánea ruanda y la nuestra,
debemos concluir que muchos elementos nos diferencian, fundamentalmente los
étnicos y culturales, pero no pocas razones económicas de origen reciente para
nosotros nos hermanan, por lo que debemos prestarle atención. Creo que la gran
y necesaria lección es entender que los problemas son propios y a ellos debemos
buscar soluciones internas, sin esperar ayuda internacional normalmente
paquidérmica e insustancial, que ahora
se dificulta más en virtud a la pandemia de dimensión universal e
impredecible, que obligará a cada país a
concentrarse en las dificultades que ya
tienen y las que vendrán. Este es un buen tema para los partidos y políticos
durante la campaña electoral en puertas. Dios bendiga a Venezuela!
jesusjimenezperaza@gmail.com
12/04/2021.
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