lunes, 12 de abril de 2021

La lección de Ruanda.


Jesús A. Jiménez Peraza.

@jesusajimenezp 

Se están cumpliendo  27 años desde el inicio del proceso genocida de Ruanda, que aun cuando no tiene  condiciones históricas y culturales idénticos al proceso político venezolano, si existen algunos puntos coincidentes que nos deben servir como lección, básicamente en cuanto a las potenciales consecuencias por la existencia de grupos urbanos armados dentro del territorio, y sobre la oportunidad de intervención de las organizaciones internacionales y su eficacia, ante cualquier conflicto que amenace gravemente la paz interna.

En el siglo XIX Bélgica ejercía un férreo control sobre el territorio de Ruanda, el cual tenía clasificado por etnias, los Tutsis que eran minoría pero con mayores privilegios socio - políticos y los Hutus, quienes por el hecho de ser mayoría   lograron tomar el gobierno en 1962 y declarar su independencia, formándose movimientos armados de resistencia, básicamente el Frente Patriótico Ruandés (FPR), liderado por los Tutsis y  la Coalición para la Defensa de la República (CDR), conformada por los oficialistas disidentes,  quienes se declararon rebeldes al no aceptar las condiciones propuestas para un acuerdo entre el gobierno  y el FPR.

Es el problema de los grupos Para Militares formados o amparados por un gobierno, que  creen tener poder de decisión por integrar las instituciones que conforman el Estado, pero no aceptan los principios de jerarquía, sumisión y obediencia sino que pregonan su paridad dentro del brazo blindado de la República, gracias a las armas que igualan a fuertes y débiles.

El 06 de abril de 1994 fue derribado el avión donde viajaba Juvenal Habyarimana, Presidente de Ruanda desde 1973, lo acompañaba el presidente Cyprien Ntaryamira, de la vecina Burundi, ambos líderes de la etnia Hutus, lo que activó una verdadera masacre humana, cuyas dimensiones pudo ser  evitada o aminorada de haber existido un apropiado y bien coordinado apoyo de los órganos internacionales. La matanza de seres humanos, sin distinciones de edad o sexo e incluso de raza, porque una guerra civil no distingue aliados, duró cuatro largos meses calculándose en más de 1.000.000 de fallecidos en condiciones espantosas;  250.000 mujeres violadas, en formas dantescas según testimonios de los sobrevivientes y un saldo de 400.000 huérfanos.

El delito de genocidio, está hoy expresamente tipificado en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, aprobado en la Conferencia 183/9 del 17 de julio de 1998, atribuyéndole competencia expresa a dicha Corte para su conocimiento, tramitación y decisión (artículo 5), el cual lo define como crimen grave de trascendencia para la comunidad internacional en su conjunto,   entendiendo como tal los actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso (artículo 6). Aunque es en dicho Estatuto donde se describe apropiadamente el genocidio, el término ya estaba aceptado por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, conforme Resolución de la Asamblea General de la ONU del 16 de diciembre de 1966, con vigencia por vacatio legis a partir de 1976 e incluso acuñado dentro del Derecho Internacional, desde 1944 con ocasión del holocausto judío, insignia de la política nazi de exterminio.   

El artículo 7 del Estatuto de Roma  incorpora, con la misma categoría delictual, a los crímenes de lesa humanidad, correspondiéndose con ataques generalizados o sistemáticos contra una población civil e incluso, específicamente describe el literal h) a la persecución de un  grupo o colectividad con identidad propia fundada en motivos políticos, entre otras causas.

Si bien es cierto que en sus inicios el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas intervino en Ruanda con una Misión de Paz, aprobando el envío de 2.500 efectivos, el conflicto los rebasó rápidamente ocasionando incluso el retiro inmediato del 90% de las tropas,  quienes se limitaron a facilitar la huida de refugiados ruandeses a los países vecinos.

Después de dos meses  contados desde el inicio del feroz e inhumano movimiento, Francia gracias a la acción ordenada por el Presidente François Mitterand y supervisada por el canciller Alain Juppé, delimitó una zona de refugio como protección humanitaria, mientras la ONU entraba en debates diplomáticos sin sentido sobre formas posibles de intervención; la necesidad o no de aprobación por los demás países africanos; la determinación de quien pagaría los gastos militares o si la matanza debía ser calificada de “genocidio” o “actos de genocidio”.

Además de la  división racial desde la colonia en el país africano y la existencia de grupos internos armados, influyó en el estallido de la masacre de Ruanda entre abril y julio de 1994, la propaganda de odio difundida por los medios de comunicación, controlados por el oficialismo Hutus contra los Tutsis; la gravísima crisis económica desatada desde 1989 por la caída de los precios internacionales del café, principal producto de exportación, lo que ocasionó a su vez una hambruna generalizada en las principales ciudades y en las zonas rurales, devaluación de la moneda, inflación y escasez de alimentos básicos. 

Todo este desolador panorama económico constriñó  a la población ruanda a desplazarse hacia la fronteriza Zaire, hoy República Democrática del Congo, quien al llegar al tope de aceptación  por la emigración incontrolada, utilizó sus fuerzas armadas para obligar la repatriación.

Analizando con objetividad la historia contemporánea  ruanda y la nuestra, debemos concluir que muchos elementos nos diferencian, fundamentalmente los étnicos  y culturales, pero no pocas  razones económicas de origen reciente para nosotros nos hermanan, por lo que debemos prestarle atención. Creo que la gran y necesaria lección es entender que los problemas son propios y a ellos debemos buscar soluciones internas, sin esperar ayuda internacional normalmente paquidérmica e insustancial,  que ahora se dificulta más en virtud a la pandemia de dimensión universal e impredecible,  que obligará a cada país a concentrarse en las dificultades  que ya tienen y las que vendrán. Este es un buen tema para los partidos y políticos durante la campaña electoral en puertas. Dios bendiga a Venezuela!

jesusjimenezperaza@gmail.com

12/04/2021.

 

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