sábado, 3 de abril de 2021

Venezuela y Cuba: diferencias, semejanzas y encrucijadas.


Jesús A. Jiménez Peraza.

@jesusajimenezp

En diferentes cadenas de radio y televisión Fidel Castro y Hugo Chávez, pregonaron el origen común, glorioso y revolucionario de Cuba y Venezuela y el hecho de estar predestinadas por la naturaleza,  para consolidarse y convertirse en el símbolo victorioso del comunismo en el mundo, durante el siglo XXI.

Nada más lejos de la realidad. Para el dictador cubano, Venezuela era la gallina de los huevos de oro, la cual había logrado controlar después de intentos diplomáticos fallidos e, incluso por la vía armada, mediante la táctica  de apoyo y preparación a los guerrilleros criollos, durante los primeros años de nuestra incipiente democracia.

Para el presidente Chávez, Cuba significaba el puente para su introducción dentro del liderazgo continental, como primera etapa para el mundial que aspiraba,  sin importar los costos económicos y el desmedro del bienestar social para el pueblo venezolano.

Lo cierto es que nuestra independencia e historia son diferentes, incluso separadas por un largo período de 70 años. El Libertador Simón Bolívar fue un épico guerrero que reorientó las luchas armadas iniciadas por los precursores del movimiento independentista, distinguiéndose  por su desprendimiento, talante militar e instinto político. Cuando buscó apoyo externo fue para fortalecer sus ejércitos, pero siempre estuvo al frente de la jefatura.

José Martí tuvo una personalidad distinta. Él era ante todo un filósofo, poeta, escritor e intelectual, sin negarle los méritos conspirativos y organizativos que le llevaron a  obtener el bien ganado título como El Apóstol de la independencia cubana. Martí fue quien diseñó el movimiento libertario que llamó la Guerra Necesaria, donde protagonista y factor fundamental era Estados Unidos, aunque su ideal suponía la unión de los cubanos y el cierre de la posibilidad que continuara la dominación española, sin  cambiarla por el dominio de los norteamericanos, lo que no pudo lograr porque  murió pocos meses después de iniciada la guerra independentista (1895-1898).

En principio simplemente hubo un cambio de dominación de España por Estados Unidos, más tarde documentada con la Enmienda Platt con una serie de condiciones favorables al coloso del Norte, que sirvió de base para el arrendamiento de Guantánamo y las carboneras, cláusulas que aún subsisten en la actualidad.

Durante los primeros años del siglo XX, Venezuela estuvo bajo la férrea dictadura de Juan Vicente Gómez y, después de los gobiernos de transición hacia el futuro, encabezados por   los generales Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita, se instalaron sendas Juntas de Gobierno que dieron paso a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.         

Desde principios de siglo XX Cuba es dirigida por gobiernos casi todos débiles, sin orientación política estable y alternándose entre conservadores, liberales y moderados, hasta la década de 1950 cuando se impone el dictador Fulgencio Baptista, coincidiendo en el tiempo con su homólogo Marcos Pérez Jiménez en Venezuela.

Con el derrocamiento casi a la par de ambos regímenes dictatoriales, Venezuela (23-01-1958) y Cuba (01-01-1959) escogemos caminos diferentes: Cuba el sendero comunista impuesto a la fuerza, bajo la dominación económica vía subsidios, que la convierten en un satélite de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas,  durante los años de la guerra fría, hasta que el peso político y económico se hace insostenible y Cuba es abandonada a su suerte. Con los rusos primero y, luego sin ellos, Cuba entra en constante e indetenible declive social, económico y político.

En Venezuela, una vez derrotada la dictadura de Pérez Jiménez con un movimiento cívico militar, devino una etapa de ocho quinquenios civilistas, signados por una democracia perfectible. Se desarrollaron programas de  infraestructura vial y urbanística,  sistemas de salud,  servicios públicos y la educación.

Sin embargo, el planteamiento económico no era el correcto, se abusó del rentismo petrolero y el gasto público improductivo, se desatendió socialmente a las clases más desposeídas, desoyendo voces de alerta entre quienes destaco a los doctores Arturo Uslar Pietri y Eduardo Fernández, entre otros. Éramos y no queríamos aceptarlo, un pueblo pobre dentro de un país rico por sus inmensos recursos naturales.

Lo que dio entrada, sirviendo como caldo de cultivo para el comunismo en la bella isla caribeña, lo explica el escritor cubano Manuel Fernández Santelices[i] describiendo tres situaciones, que en mi opinión se repiten casi al calco, en el caso venezolano pero que se harían visibles cincuenta años después:

1) La serpiente tentadora: en 1947 el Papa Pío XII se dirige  a través de la radio, a una concentración de cubanos, advirtiéndoles que aun cuando se sienten felices, viviendo en la Perla de las Antillas rodeados de comodidades, con prosperidad y ambiente exuberante, no podían cegarse ante los  movimientos de una serpiente como la del Edén, tentando al mal para que los nativos obviaran una vida potente, sana y robusta, cuya omisión los llevaría a la derrota. 2) La cuota de dolor, cuatro años después de la homilía papal, el padre Ricardo Lombardi, les recordó que la abundancia de dones y riquezas que suda frivolidad para algunos privilegiados, no les permite ver el clamor de las clases populares, humildes y miserables. Parecen no comprender el drama del mundo, por lo que deben pagar su cuota de dolor, como lo hacen casi todas las naciones contemporáneas. 3) El reverso de las revoluciones, el franciscano Ignacio Biain, escribiendo bajo seudónimo en un Semanario católico, escribió en noviembre de 1959: ninguna revolución violenta se produce porque sí, al azar o por caprichos del destino. Se les ve gestarse y venir, cumpliendo leyes de la psicología colectiva, que no pueden entender la señal de los tiempos. Recomendaba el prelado a los cubanos, que antes de afiliarse y respaldar la llamada revolución, debían analizar la situación de Hungría y Polonia.

Esos tres representantes de la Iglesia católica, diuturna y universal, advirtieron con suficiente anticipación el tsunami revolucionario que inexorablemente llegaría, empujado por un sistema anormal de vida dentro de la opulencia, en detrimento de los más pobres y en general, del país.

También en  Venezuela durante la segunda mitad del siglo XX,  vivíamos una vida artificial de vacas siempre gordas, con dólares subsidiados que nos permitían gozar de bienes y servicios sin esfuerzos, ni tiempos de espera porque todo llegaba ya ensamblado por muelles y aeropuertos. Se podía otear la serpiente tentadora, sin creernos merecedores de sacrificios  ni ser deudores de alguna cuota dolorosa ni participantes en revoluciones extrañas.

Cuba y Venezuela están hoy en situación sorprendentemente similar; sin los más elementales servicios necesarios para la felicidad de sus habitantes;  en constante y justificada diáspora;  sin producción interna, inestabilidad económica y regidos por gobiernos débiles que deben recurrir a la represión para subsistir. A ello contribuye una  robusta oposición  que no se desprende de intereses bastardos para lograr la necesaria unión. Dios bendiga a Venezuela!

jesusjimenezperaza@gmail.com

03/04/2021.



([i]) Presencia en Cuba del Catolicismo. Apuntes históricos del siglo XX. Fundación Konrad Adenauer Stiftung. 1998. Págs. 72-74.

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