Jesús A. Jiménez
Peraza.
@jesusajimenezp
Desde hace mucho tiempo y a través de
diferentes artículos que no representan sino mi propia opinión, sin aspiraciones
a cargos públicos, ni interés distinto a que el común de los venezolanos pueda
analizar nuestro panorama político desde un ángulo que, en primer lugar, tenga
base jurídica porque sin ella sólo puede fomentarse la anarquía, que es el peor
cuadro para enfrentar los problemas del colectivo y por otra parte, no sea irracionalmente
complaciente con algún sector de la vida nacional, que nos aleje de potenciales
soluciones a los gravísimos problemas que vivimos como producto de los
desatinos del oficialismo, que hoy se imputan en exclusiva a Nicolás Maduro,
pero que comenzaron a gestarse desde el primer día de gobierno de Hugo Chávez,
cuando a las 2 pm dictó un decreto abriendo el camino para una Asamblea
Constituyente sin base legal, con nefastos antecedentes históricos, a
la cual se prestaron connotados líderes nacionales y temerosos jueces de la
Sala Político Administrativa de la Corte Suprema de Justicia, todos a sabiendas
que violentaban la CN1961.
Este primer presidente del socialismo del
siglo XXI en Venezuela, no tenía capacidad para dirigir un país ni visión para
hacerlo. En retrospectiva creo que ni siquiera era comunista en sus inicios
porque la tesis del “árbol de las tres
raíces” no es compatible con el socialismo. Sólo tuvimos la desdicha de la
articulación espontánea de una serie de
factores que crearon un efecto Titanic que nos llevó a la debacle.
El comunismo es un sistema político, una
forma de organizar la sociedad y la economía, cuyo centro es la propiedad común
de los medios de producción, y la
ausencia de propiedad privada. Ello no era posible implantarlo en Venezuela sin
preparar previamente la Nación y el Estado. Liberar
el proletariado, según el pregón de Federico Engels, implicaba abolir la
propiedad privada, que en Venezuela estaba muy fuerte para entonces,
debidamente afiliada a organizaciones colectivas de industriales y de distribución
por lo que no podía ser destruida, sin consecuencias, con un simple “exprópiese, ciudadano alcalde”, quien
ni siquiera tenía competencia legal para hacerlo.
El sector agroproductivo, si bien requería
algunos ajustes de distribución de la tierra, en general reconocida por el
Papa Juan Pablo II en la conmemoración del centenario de las propuestas
sociales de León XIII, debía hacerse con criterios técnicos y de justicia
distributiva, que permitiera la incorporación paulatina de sus potenciales beneficiarios
no con discursos políticos mal aplicados, marcados por la corrupción y
prepotencia como se hizo, sin que ellos escaparan del conocimiento de los altos
jerarcas del chavismo, sino por el contrario con su aprobación.
Pero el tema es que confiamos la resistencia
a políticos de oficio, algunos bisoños, sin credenciales ni formación y otros
que vieron la oportunidad de sacar provecho económico mientras el monstruo, ahora de mil cabezas, se
desmoronara. Así fue como se adoptó el camino de la fuerza, craso error, porque
ella estaba en manos precisamente de la contraparte que cada día se fortalecía con el producto
del dinero y bienes que debía utilizar en teoría, para igualar a los
proletarios y fortalecer al Estado como ente de equidad.
También se escogió, mal que aún persiste, en
seguir la política del avestruz escondiendo la cabeza sin participar
activamente, mientras alguna fuerza misteriosa, divina o extraterrestre se
encargara de solucionar el problema que adoptaba cada vez mayores proporciones.
Jamás han manifestado estos abstencionistas cual era la táctica posterior, es
decir, que harían después de la obligada derrota fundada en la omisión de
participación.
El año 2015 fue un año distinto, de
participación colectiva y pacífica, electoral, constitucional, organizada. Todo
se hizo bien y de allí tan magnos resultados. La oposición ganó ampliamente el
Parlamento con una mayoría calificada que le permitía designar, conforme a la
propia CN1999 a otros Poderes Públicos y de esa manera controlar la acción del
Ejecutivo. Actos desesperados del oficialismo después de la derrota de
diciembre del 2015, se fueron consolidando por errores del movimiento opositor,
quien se atomizó por el divisionismo, por la corrupción, por el individualismo.
Se anunciaron con anticipación las Juntas Directivas del legislativo, hecho que
debía hacerse el 05 de enero de cada año, conforme fueran produciéndose las
cambiantes circunstancias políticas, y concluimos en un grupete de partidos,
quienes estimulados política y económicamente desde el exterior, olvidaron que
el sostén de sus fuerzas la proporcionaban los propios venezolanos y que el
tinglado de países sólo tienen limitada fuerza en los escenarios multi
regionales. Ello los llevó a formar unos poderes públicos etéreos y paralelos,
sin fuerza propia ni de coacción.
Llegamos a tal desatino que la Junta
Directiva de la Asamblea Nacional de Venezuela designada en el 2019, quien por cierto, está obligada a
presentar cuentas muy claras de su gestión, auto extendió su lapso más allá del
período parlamentario, sin estar previsto en nuestro cuerpo de leyes. Sólo
conozco al respecto el artículo 105 de la Constitucional Nacional Cubana del
2019, en cuyo artículo 105 se lee: “La Asamblea Nacional del Poder Popular es
elegida por un período de cinco años. Este período solo podrá extenderse por la
propia Asamblea mediante acuerdo…omissis…”.
Lo cierto es que estamos a las puertas de la
renovación de nuestras autoridades regionales, a cuyos efectos estamos
convocados a expresar opinión el próximo 22 de noviembre. A pesar de múltiples
y variados llamados a proponer un solo
candidato para cada cargo, por la oposición,
en lo personal me parece correcto que ab initio hubiese una gama de
ofertas para escoger el mejor, porque ella es vario pinta y a todas luces no
tienen puntos de coincidencias en acción y propósitos, aunque todos sean
contrarios al gobierno.
Era tiempo propicio para que la dirigencia
nacional reflexionara, dialogara internamente, hicieran estudios cónsonos con
nuestra realidad nacional, para que realizaran los convenios políticos
pertinentes y al final saliera una propuesta unitaria. Como al parecer no ha
sido posible, nos corresponde a los
ciudadanos escoger aplicando el principio de la economía del voto. Ya tenemos
material para captar cuál de los candidatos tiene madera para cumplir con su
cargo y sobre todo, para encargarse de la jefatura regional por el sector
opositor para los acontecimientos por venir. En esos líderes que se designen
debemos depositar nuestra confianza cumpliendo con nuestra obligación ciudadana,
execrando por siempre del panorama político, a aquellos que captamos como
miembros de la cuerda floja. En cada región es fácil apreciarlo si ponemos
atención a la actuación y propuesta de cada
uno. Dios bendiga a Venezuela!
jesusjimenezperaza@gmail.com
27/10/2021.
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