Jesús A. Jiménez
Peraza
@jesusajimenezp
En muchas ocasiones hemos oído alguna anécdota o historia, que concluye diciendo que alguien escondió “la cabeza como el avestruz”, inmediatamente lo relacionamos con el miedo, el temor a enfrentar una situación determinada y realmente no es ese el origen de la frase, porque el avestruz no es un animal temeroso, al contrario es muy osado, que enfrenta al potencial agresor cuando siente algún peligro o riesgo para él o su grupo.
Además
puede huir a gran velocidad a pesar de su peso, por lo que no tendría sentido
esconder una pequeña parte de su cuerpo, dejando al descubierto un volumen
infinitamente superior, también vulnerable. El hecho de esconder la cabeza
durante tanto tiempo, como en efecto hace, es bien para alimentarse de raíces y
lombrices o bien, para esconder sus huevos, que por el tamaño debe hacerlo a
regular profundidad.
La
circunstancia que una inmensa cantidad de venezolanos no quiera participar
activamente en política o de alguna manera respaldar, a quienes sí lo hacen
ejerciendo derechos constitucionales especialmente establecidos, no puede
calificarse como síndrome del avestruz, en
la acepción de esconderse impulsado por un “conjunto
de síntomas característicos de una enfermedad o estado determinado”, que
serían manifestaciones producidas por miedo intenso. El venezolano no es
cobarde, siempre tuvo participación activa en nuestras guerras de Independencia
y de la Federación, especialmente, o actuó con rebeldía en los movimientos
contra las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez e, igualmente, ha enfrentado múltiples
actos arbitrarios cometidos por los gobiernos de los presidentes socialistas de
la llamada Quinta República.
De
manera que la actual apatía ante la participación política, que se traduce
electoralmente en la abstención,
debemos entenderla en una acepción diferente, también aceptada por la
Real Academia para el vocablo síndrome, como “conjunto de signos o fenómenos reveladores de una situación
generalmente negativa”.
Percibimos
que algo va mal en Venezuela, pero son tan variados y múltiples los signos,
fenómenos y causas que cada uno sentimos y tan encontrados los diagnósticos de
quienes deberían ser los conductores
naturales del proceso, que en vez de actuar, nos hemos desmovilizado. Pienso,
en consecuencia, que debemos empezar por oír la voz de verdaderos dirigentes
para decidir en definitiva que hacer en Venezuela, porque no podemos dejarla al
garete.
Hace
algunos días visitó la ciudad de Barquisimeto el Dr. Eduardo Fernández y
planteó en un Conversatorio que tuvo lugar en el Colegio de Médicos del estado
Lara, una serie de acciones que de producirse seguramente haría que el pueblo
venezolano salga de ese letargo en el cual se encuentra. No se trata de escoger
un abanderado electoral, falta mucho tiempo para llegar a ese punto. Mientras
tanto es necesario, impulsar desde las bases, desde abajo y hacia arriba un
programa coherente, motivador, claro, breve y sencillo, capaz de hacernos
sentir la necesidad de movilización, para salir pacífica y electoralmente del
horror en el cual nos encontramos estancados.
Es
necesario un cambio en nuestras instituciones intermedias, que conlleve lo
económico, lo social, el aspecto moral y que dé respuesta a gravísimos
problemas que por el síndrome de avestruz, en vez de motivarnos a participar nos
desmovilizan, como el tema de los servicios públicos y la emigración, mal que
nos afecta a todos porque tenemos hijos, parientes, amigos en esa situación.
La
convocatoria de un verdadero dirigente social, requiere seriedad y estar
orientada hacia la unidad nacional, no necesariamente vinculada con los
partidos políticos que por el contario, han venido generando hastío en la
colectividad. Los partidos pueden y deben participar, pero formando parte del
colectivo y no éste adhiriéndose a ellos. Ayer en las elecciones de Colombia,
independientemente de los resultados y consecuencias que sería un tema
diferente a conversar, pudimos detectar como el protagonismo no estuvo centrado
en las directrices nacidas de los partidos políticos colombianos, que históricamente
han sido muy fuertes, sino que lo primero en destacar fue que el programa y
planeamientos del ingeniero Rodolfo Hernández, llamó la atención de los votantes
produciéndose la más alta participación histórica en las mesas electorales.
Es
necesario que en Venezuela olvidemos definitivamente salidas fuera de las
pautas constitucionales. Es cierto que el gobierno cuenta con órganos
administrativos y jurisdiccionales que han hecho mucho daño al tinglado
legislativo y a la ley suprema y con ello, al propio pueblo. Pero votando
mayoritariamente no hay forma de enervar el mandato popular, cualquier trampa
en el conteo de votos o en la interpretación por el CNE o los tribunales, tiene
un límite y ese lindero lo marca, precisamente, la participación.
Debemos
mantener abierta la discusión sobre la descentralización, la regionalización y
el impulso a los municipios con la transferencia de recursos y competencias. Hemos
visto como, en recientes oportunidades, el gobierno ha retrocedido en sus
intentos de centralización y designación de Protectores, gracias a la oposición
coordinada de grupos o personas que deben mantenerse unidos para formar opinión
popular permanente, definitiva y concreta sobre la materia.
Es
necesario participar planteando y discutiendo soluciones a los problemas
prioritarios y reales de la población venezolana como los servicios de agua,
energía eléctrica, provisión de combustibles y producción de alimentos, mal que
dentro de poco no será exclusivo de los venezolanos sino un problema mundial,
como consecuencia de la guerra Rusia – Ucrania y los problemas internos de otro
gran proveedor de alimentos primarios como Argentina. Oír líderes verdaderos,
estadistas y actuar en consecuencia, nos corresponde a todos. Dios bendiga a
Venezuela!
jesusjimenezperaza@gmail.com
30/05/2022.
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