domingo, 5 de junio de 2022

Regocijo en Miraflores.


Jesús A. Jiménez Peraza

@jesusajimenezp 

         

Durante la semana algunos políticos de oficio plantearon la necesidad y condiciones para las primarias, destinadas a obtener un abanderado opositor. Creo que no han entendido a la nueva Venezuela. En tiempos de la república democrática, en la segunda mitad del año víspera electoral, era usual que comenzaran los precandidatos a tomar posición, organizándose para comparecer ante el órgano interno que habría de escoger el candidato el año siguiente. Era una etapa de variadas dificultades por la indefinición inicial de líderes populares, medios y, por supuesto, los llamados dirigentes nacionales, que oteaban el panorama para anotarse a ganador, excepto algunos que estaban definidos por propia convicción o por  pertenecer a un sector determinado, sobre todo  dentro de los dos partidos que se repartían el 90% del electorado.

En el año de las elecciones se seleccionaba el candidato definitivo, se curaban las heridas causadas por  la campaña interna,  engrasaba la maquinaria,  difundían los mensajes acompañados de música pegajosa y que transmitía la médula de la oferta, como “Caldera es el cambio”, “Democracia con energía”, “Dónde están los reales”, “Jaime es como tú” etc.

En 1988 estaba pasando la etapa de las vacas gordas y se hizo necesario comenzar a plantear ofertas más concretas, apuntaladas sobre el liderazgo personal de los candidatos. La última campaña del siglo se centró en la desbandada de los partidos del estatus, la pobreza de los mensajes, candidatos sin atracción y la oferta inconstitucional y vacía de quien a la postre resultó triunfador, pero contagiosa porque se entendió como la panacea para los males acumulados: la asamblea nacional constituyente.

Realmente a los programas electorales no se les atribuía mayor importancia, formalmente eran presentados como requisito de ley, pero no se discutían a fondo, salvo  ofertas aisladas tipo archipiélago, que se regaban por el país a través de los medios masivos de comunicación social y en las discusiones de los comprometidos o de los simpatizantes, agrupados en “Independientes con…”. Por alguna razón uno de los candidatos principales no aceptaba debatir su propuesta ante el país.

Característica importante era que dentro del gobierno  las precandidaturas creaban algún desequilibrio. El Presidente no podía ser reelecto de inmediato, pero sí tenía su favorito para garantizar la continuidad de sus programas, por lo que tenía una especie de “gallo tapado” a semejanza del estilo en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) mexicano.

En la Venezuela Socialista todo este panorama se tornó diferente. Ahora se permite la reelección, incluso indefinida a partir del 2009 y  hasta hoy  al presidente en funciones no se le ha discutido el derecho de repetir y nada presagia que eso cambie. A través de diversos mecanismos, la oposición se ha dividido y sub dividido facilitándole todo el proceso al oficialismo.

Pero estamos obligados, por la grave crisis nacional,  a que algunas modalidades electorales sean distintas. Ya no es importante elegir un candidato anticipadamente ni basta la difusión del simple jingle y ofertas huecas.

Todos conocemos las necesidades propias y colectivas: el deterioro de los servicios públicos en todos los sectores pero, por supuesto, aun cuando algunos tengan atribuida la competencia en los estados o  los municipios, es tan difícil la situación que nada podrán hacer sin coordinación con el gobierno nacional; la infra estructura vial y la construcción urbana destruida; las fincas y las industrias, quebradas o al borde del colapso; el sistema  educativo desde el jardín de infancia hasta la universidad con notoria deserción y sin educadores preparados debidamente; el aparato judicial en absoluto desprestigio. Esos temas desbordaron al gobierno y se convirtieron en  problemas de Estado.

En obligatorio hoy discutir y diseñar un programa motivador, que anime  al sector privado para tomar las riendas en  producción primaria e industrial y manufacturas; discurrir en cómo re privatizar las empresas expropiadas por el Estado, ya que  no es suficiente la colocación bursátil de acciones; atraer inversiones foráneas y obtener créditos de instituciones extranjeras. Se deberá explicar cómo se podrá invertir y a la vez controlar la inflación y cómo redimensionar el Estado a las funciones básicas.

De la discusión y proyección de ideas durante este año  podremos  obtener después, un buen director para esta orquesta, que no podrá ser cualquier persona por muy buena voluntad que tenga o muy simpático que resulte. Se requerirá en el momento apropiado,  de un estadista porque no solo estará llamado a abordar las complicaciones íntimas del gobierno, sino en relación con los demás Poderes    porque el Estado es el paciente enfermo. Su obligación inicial será entender las dificultades, los mecanismos de solución y coordinar los equipos necesarios para enfrentarlos e insertarnos en la comunidad internacional, por lo que deberá  ser un o una Presidente de prestigio, que no tenga necesidad de  empezar por justificar su conducta anterior y que genere confianza de inmediato.

Quizás en Miraflores no tienen mayor conflicto con la candidatura propia,  pero les desvela el desenredar el ovillo producto del discurso socialista, que genera problemas sin solución y cómo explicar a sus cada vez más escasos seguidores, el cambio de la raída tesis del socialismo del Siglo XXI, de manera que lo  único que puede crear ambiente festivo y de regocijo al actual gobierno, es que continúe la oposición variopinta, durante este año, en el afán de buscar un candidato que lejos de unir voluntades, las multiplique. Dios bendiga a Venezuela!

jesusjimenezperaza@gmail.com

05/06/2022.

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