Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
En el Apocalipsis o
Revelaciones, el último Libro de la Biblia, Juan de Patmos describe el inicio
de las tribulaciones sobre la Tierra. A lo largo de los casi 20 siglos de su existencia,
muchos las interpretan como profecías de destrucción masiva, otros como el
triunfo definitivo de Cristo y su iglesia, con el castigo a quienes así lo
merecen y el premio a los justos. La verdad no me atrevo a opinar sobre un tema
tan complejo, lleno de parábolas y simbologías.
Pero si nos viene a
la memoria algunas circunstancias descritas en su texto, cuando vemos como nos
hemos equivocado tantas veces al escoger a los dirigentes, no solo en el país
sino en el mundo entero, para conducir a un pueblo desolado, desorientado, harto
de frustraciones y miserias. En África el hambre y la explotación de niños,
mujeres y los más vulnerables sigue igual, solo que ahora la situación no es
exclusiva y por ende se mimetiza. Haití vive por debajo de los estándares
comparados con la primera mitad del siglo
XX, el cólera y el sida campean por todo el territorio, no hay servicio médico
hospitalario para los casos más elementales, ni comida. Cuba es el vivo
ejemplo, ya adelantado por Fidel Castro en las postrimerías de su tormentoso
ciclo vital, que el comunismo es una utopía, incapaz de resolver necesidades a
quienes tienen la desgracia de vivir bajo sus redes y entre sus cortinas.
Sur y Centro América
en peregrinar constante hacia Estados Unidos, como si fuera la tierra prometida
que mana miel y leche, a su vez con una economía al borde del colapso, donde
renacen las discrepancias políticas y raciales que dieron pie a una guerra
interna entre 1861 y 1865.
Rusia amenazando con
un epílogo nuclear para poner fin, lo que en realidad sería el inicio de una
confrontación definitiva con los países de la OTAN, que rememora el primer gran
conflicto bélico entre los hombres, hace 4.500 años, con la victoria del rey
Eannatum de Lagash sobre la ciudad de Umma, que dejó su correspondiente estela
de muertos para alimentar perros y buitres.
Los árabes
e Israel y los países de Asia, ambos entre sí,
con litigios tan diversos y
vetustos que sus causas se diluyen por la historia con acusaciones recíprocas,
ocupados en enviarse cohetes amenazantes y de advertencia, que algún error
humano permitirá que se encienda la mecha que ya no podrá apagarse hasta que se
contabilicen millones de muertos.
Venezuela
por sus condiciones geopolíticas y sus reservas minerales y humanas pudiera ser
una excepción. Sin embargo, durante el
siglo XXI se entronizaron los peores gobiernos de nuestra historia, ejecutando una lamentable política rural que
dio al traste con la seguridad alimentaria, que se traduce en la ausencia de disponibilidad suficiente y
estable de provisiones primarias. Unido a estas políticas públicas de
producción, la corrupción administrativa en la materia entorpecieron también la
importación oportuna de alimentos para consumo directo humano y animal, insumos
y maquinarias.
La salud
es deficiente y muy costosa, a pesar que
conforme a la CN1999 es un principio social fundamental, unido al derecho a la
vida, por tanto, absoluto. Además ostensiblemente han desertado muchos
profesionales idóneos formados en nuestras universidades tradicionales y substituidos
por extranjeros sin capacitación.
Venezuela
siempre fue un pueblo sedentario. Con el descubrimiento del petróleo y la
industrialización en algunos núcleos urbanos se inició la migración interna, no
internacional donde solo se iba de vacaciones o a estudiar para regresar a
establecerse definitivamente. La migración actual hacia todos los continentes
no solo constituye un problema como movilidad humana no programada apropiadamente,
sino que se fugan venezolanos con calificada formación académica, maestros y
profesores medios y superiores, irremplazables a corto y mediano plazo lo que
deteriora nuestra educación, que conforme a la Constitución no sólo es un
derecho, sino una obligación ya que en contrapartida los jóvenes deben prepararse
y capacitarse para el desarrollo integral del país.
Las
vaguadas que hoy enlutan a tantas familias y al país en general, no es solo una
consecuencia del recalentamiento global y una travesura de la naturaleza, sino
que se magnifica por falta de previsión y
de inversión.
Hay
además una actividad humana indispensable para el desarrollo y generar
confianza: la administración de justicia, cuyo deterioro causa mucho daño en el
presente y hacia el futuro. Nuestra ley suprema ordena la estructuración del
sistema judicial, confiriendo un monto no menor del 2% del presupuesto
ordinario nacional. Este mandato no se cumple por lo que los tribunales no
funcionan como debe ser, tanto por incapacidad de los jueces y el personal
subalterno, donde impera una maquinaria corrupta, sino además por el deterioro
de sedes, equipos e insumos necesarios para cumplir sus funciones. Es tiempo de
parar esta debacle, buscar un conductor político capacitado y entre todos, iniciar la recuperación. Dios bendiga a
Venezuela!
19/10/2022.
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