sábado, 5 de noviembre de 2022

Jefe de Estado con autóritas y prestigio.

 



Jesús A. Jiménez Peraza.

@jesusajimenezp

Sir Winston Churchill entendía a la democracia  como forma imperfecta de gobierno,  la “menos mala” entre las conocidas. Es que conseguir como administrar el poder omnímodo del Estado no es fácil. Para Aristóteles no era un concepto único sino múltiple, existiendo por lo menos seis tipos de democracia, que deben tener dos constantes, la isonomía o igualdad ante la ley y la eleutheria o libertad, entendida como independencia ante toda sujeción externa.

Una de las dificultades mayores que conseguía al sistema es la escogencia del gobierno. Este debía estar  sostenido sobre el consenso, siempre por los mejores, porque no se trata que prevalezcan las masas sino de un modelo normativo más puro, donde pueda imponerse la igualdad y la libertad para todos los ciudadanos, ricos, pobres y medios con un horizonte político previsible y estable.

Sin que implique renuncia a la libertad individual los seres humanos aceptamos la imposición de una serie de principios y valores,  bien porque  nacieron con el hombre mismo, son innatos, o bien porque se fueron  desarrollando a través de instituciones y leyes, adaptadas según las características y costumbres de los distintos lugares donde imperan.  Es este proceso pacífico lo que permite la convivencia y da paso a los cambios paulatinos y necesarios,  sin causar traumas sociales.

Cuando los dirigentes no conducen al colectivo con igualdad y libertad, diseñadas previamente en normas escritas e impiden, de alguna manera, que se produzcan los cambios que la sociedad requiere  surgen las revoluciones que  son aceptadas en principio, precisamente, porque son consecuencia de incumplimientos injustificados por parte de los mandatarios, ocasionando la violación de los derechos reconocidos y aceptados por la mayoría.

Así nació la Revolución Bolivariana. La CN1961 había sido una extraordinaria carta magna, sin embargo quizás por la premura en su aprobación por todas las fuerzas políticas del momento, dejó entre otros,  un gran problema sin resolver, como fue el tema del Poder Judicial cuyo órgano administrativo superior, sería el Consejo de la Judicatura. Su organización y atribuciones no se determinó en el texto constitucional, sino que fueron delegadas a una ley orgánica que se dictaría en el futuro con la sola limitante, etérea e imprecisa, de darle adecuada representación a las otras ramas del Poder Público.

Creo que la República Civil de la segunda mitad del siglo XX se caracterizó, por los Poderes Ejecutivo y Legislativo fuertes; robustos partidos políticos, pero un Poder Judicial muy débil, dependiente, que desdibujó la igualdad ante la ley. Al final se desbalancearon los Poderes Públicos, de tal manera que  el Judicial no fue capaz de soportar las presiones políticas, la popularidad del comandante Hugo Chávez y posteriormente, la fuerza de la  Asamblea Nacional Constituyente, no prevista en la Constitución, por ende sin normas previas para su convocatoria, instalación y deliberación.  Todo bajo la anuencia de sentencias complacientes, incongruentes e inmotivadas dictadas, concretamente, por la Sala Político Administrativa  de la Corte Suprema de Justicia.

La Revolución Bolivariana pudo desviarse hacia un socialismo no aprobado popularmente, sino por imposición unilateral del presidente Hugo Chávez, también gracias a la debilidad del Poder Judicial, esta vez representado por la Sala Constitucional, quien hizo y permitió una interpretación laxa de nuestro sistema y tinglado jurídico, dando paso a la intervención de los tribunales constituidos; a la conformación no ortodoxa del máximo Tribunal de la República, tanto al iniciarse la regencia de la nueva Constitución como en las posteriores designaciones de magistrados; a la reelección indefinida del Presidente de la República, sustentada en una enmienda cuya inconstitucionalidad fue obviada por decisión de la Sala competente el 03 de febrero del 2009, con base a una tesis sesgada sobre la alternabilidad como principio de la democracia y  la irregular convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente en el 2017, que concluyó después de tres años, sin resultado tangible pero si con la aprobación de algunas importantes  “leyes constitucionales”.

Es necesario afrontar con seriedad y responsabilidad una profunda revisión  de nuestras bases democráticas, dentro del mismo marco constitucional actual, comenzando por la elección de un incuestionado jefe del Estado, porque estamos en una crisis muy profunda y variada, que requiere de un bien formado líder para la nación y la reestructuración del Poder Judicial, simplemente cumpliendo las pautas constitucionales ya aprobadas en referendo nacional.  Si no logramos elegir un Presidente de la República, con autóritas y prestigio dentro y fuera del país y regular la autonomía,  independencia, eficacia, disciplina, decoro de los tribunales y el establecimiento de la carrera judicial, no lograremos reestablecer nuestra democracia como soporte del estado de Derecho. Dios bendiga a Venezuela!

jesusjimenezperaza@gmail.com

05/11/2022.

 

 

1 comentario:

  1. La democracia está además, caro Jesús, sojuzgada y por tanto represada represada por las fuerzas armadas y otros elementos irregulares extranjeros. La neodictadura es el signo de hoy. Te felicito por la hilvanacion de tu análisis. Gran abrazo.

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