Jesús A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Al principio tomé el “no volverán” del presidente Chávez y el
“no saldremos ni por las buenas ni por
las malas” de su sucesor en Miraflores, en forma jocosa. Interpreté la
primera oración, como expresión jactanciosa del recién llegado que pensaba constituirse en líder eterno y gozaría de respaldo popular indefinido.
La segunda, un poco más contundente,
como una forma de desestimular a la masa electoral que ahora le es abismalmente
adversa y que solo requiere de convertirse en votante activo, para propinar al oficialismo una aplastante derrota electoral, pero que
será provisional si quien asuma el gobierno por la oposición no tiene las
condiciones de un verdadero estadista, capaz de capear la tormenta que se
avecina y satisfacer las necesidades más perentorias de la desorientada
población venezolana.
Hoy ya no me parecen graciosas tales
expresiones. El mundo en general se está tornando peligroso regido por
gobiernos de ambos extremos, comúnmente clasificados como de derecha y de
izquierda, encarnando el liberalismo y el comunismo. Ninguno ejerce la
verdadera política como ciencia, matizando sus doctrinas originarias para respetar
leyes no escritas de mercado, de ecología, de humanismo, de respeto a los
derechos humanos individuales y colectivos, sino alejándose de principios
naturales como el de formar una familia, cuyo tronco originario es un hombre y
una mujer, que deben educarla para la convivencia pacífica y productiva.
Esas expresiones de los dos últimos
mandatarios nacionales, reviven el egocentrismo y deseos de perpetuidad en el
poder que definieron al absolutismo francés, representado fundamentalmente por Luis XIV y Luis XV con sus lapidarias
sentencias de “el Estado soy yo” y “después
de mí, el diluvio”, además de violentar la soberanía que reside en el
pueblo quien es el único capaz de poner nombre, mediante el sufragio, a quienes
deben dirigir los órganos que conforman el Poder Público durante lapso
previamente determinado.
El legado que nos viene a los ciudadanos
con la superación del absolutismo fueron expresamente incluidos en la
Declaración de los derechos del hombre y están cimentados en la igualdad y la libertad;
la conservación de los derechos naturales que son innatos e imprescriptibles y
finalmente, en la soberanía que caracteriza la Nación, concepto más amplio que el Estado,
por lo que nadie puede ejercerla directamente sin su expresa aprobación. Las conjuras
de los presidentes Chávez y Maduro violentan claramente estos principios.
Esas expresiones son inaceptables, graves,
contrarias a las disposiciones democráticas listadas en el artículo 6 CN1999,
entre ellos la responsabilidad, que
le obliga a gobernar conforme al ordenamiento jurídico y, la alternabilidad, que supone la entrega pacífica del poder, cuando
así se los ordena el pueblo de Venezuela, mediante el voto.
Esas advertencias destempladas
constituyen el ataque con Torres contra el sistema democrático,
conforme a la tríada diseñada por nuestros últimos comentarios, con la
especial característica que serían ejecutadas a posteriori de las elecciones
puesto no entregar el poder, ni por las buenas ni por las malas, implica la desobediencia a una orden
previamente impartida.
Ese ataque anunciado constituye una
declaración de guerra contra una población indefensa, residente en un espacio
geográfico que según el artículo 13 CN1999, es territorio de paz. Mediante
referendo popular originario aprobamos un gobierno alternativo, propio de
las democracias pluralistas que permite a todos los sectores participar en los
procesos electorales válidamente convocados, para elegir o ser elegidos. La
alternancia es la principal diferencia entre la democracia, por una parte, y la monarquía o los regímenes dictatoriales
por la otra donde el gobierno se transmite por herencia o por designación del
sátrapa de turno.
Apunta el artículo 1 de nuestra Carta
Magna que el patrimonio moral y los valores fundamentales que la rigen, se
basan en la doctrina de Simón Bolívar, El Libertador. Pues bien, la declaración
bélica contenida en el no saldremos ni
por las buenas ni por las malas, colide con las enseñanzas de nuestro héroe
máximo, cuando en el celebérrimo Discurso de Angostura, el 15 de febrero de
1819, al instalar el Segundo Congreso Constituyente de Venezuela, dijo:
“Para
formar un gobierno estable se requiere la base de un espíritu nacional, que
tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos capitales: moderar la voluntad general, y limitar la
autoridad pública. Los términos que fijan teóricamente estos dos puntos son
de una difícil asignación, pero se puede concebir que la regla que debe
dirigirlos, es la restricción y la
concentración recíproca a fin de que haya la menor confrontación posible
entre la voluntad y el poder legítimo”.
El gobierno nacional es la primera
entidad llamada a respetar la Constitución y la voluntad del pueblo. Dios
bendiga a Venezuela!
24/agosto/2023
Le pido a Dios entendimiento y sabiduría para todos.
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